Prefiero las distancias honestas a las cercanías hipócritas
En los entornos donde abundan los hipócritas, los sinceros son los malos y la verdad es la gran enemiga. Por ello, siempre serán preferibles las distancias honestas cuando nuestros valores choquen a esa cercanía sibilina que trae máscaras de amabilidad y armaduras doradas detrás de las que se esconden personas falsas.
Es posible que algunos no sepan que científicos, sociólogos y biólogos han querido llamar al actual periodo “Antropoceno“ (hombre nuevo) en lugar de Holoceno. La intención es simple y hasta inspiradora: enfatizar un periodo donde la humanidad tiene como objetivo alcanzar una “cuota” más alta en cuanto a inteligencia, cohesión social, armonía, respeto y conciencia.
“La superstición y la hipocresía tienen grandes pagas, pero la verdad siempre tiene que mendigar”
-Martín Lutero-
Sin embargo, libros tan interesantes como Antropozoología”, abrazando la cohexistencia en el Antropoceno” de los científicos Michael Tobias Charles y Jane Gray Morrison, nos hablan precisamente de una dimensión muy concreta: la hipocresía del ser humano. Seguimos siendo esa raza de vertebrados habituada a predicar una cosa y hacer otra.
Padecemos un trastorno por déficit de naturaleza y además, aún nos cuesta mucho favorecer esa coexistencia de los unos con los otros dejando a un lado diferencias culturales, sociales o de género. Todos sabemos que no es nada sencillo establecer una distancia frente a quien no nos agrada o nos incomoda.En ocasiones, estamos obligados a compartir espacio con ese familiar de ideas extremas, o incluso con ese directivo que no calza nuestros mismos principios morales. Sin embargo, lo que sí podemos hacer es crear adecuados espacios de autoprotección donde no caer nunca en el insano ejercicio de la hipocresía.
En el reino de la hipocresía solo los más fuertes sobreviven
Aquiles decía en La Ilíada que si había algo que le incomodaba mucho más que las puertas del Hades, eran las personas que decían una cosa y hacían otra. Bien, es muy posible que todos nosotros tengamos cerca a una persona chapada con este material que tanto abunda en la era del Antropoceno.
Lo que tal vez no sepamos es que no hay que responsabilizar única y exclusivamente a los hipócritas de su comportamiento. La hipocresía es mucho más que la clásica disonancia entre nuestras ideas rectoras y nuestros comportamientos.
En ocasiones, el propio entorno que nos rodea nos obliga a ello. Cada día nos enfrentamos a un enorme rompecabezas vital, las piezas están dispersas y estamos obligados a sobrevivir en estas “superficies sociales” complejas. Casi sin que nos demos cuenta acabamos haciendo cosas que no armonizan con nuestros principios, ideas o convicciones.
Entre lo que se piensa, se dice y se hace, puede haber un abismo, y a pesar de no querer faltar a nuestra verdad interior lo acabamos haciendo por presiones del ambiente.
Esto es lo que Leo Festinger definió como disonancia cognitiva, es decir, experimentar una desarmonía o un conflicto entre nuestro sistema de ideas, creencias y emociones (cogniciones) con las propias conductas.
Dos tipos de disonancia
A pesar de que una buena parte de nuestra sociedad sea terreno abonado para que nos comportemos como hipócritas creados en molde, en realidad, podemos diferenciar dos tipologías. Por un lado, están los que sufren esa disonancia cognitiva y deciden poner límites para hallar una adecuada armonía entre lo que se piensa y lo que se hace.
Por otra parte, abundan los que sencillamente, entienden la vida de este modo. La disonancia deja de existir para dar paso a una cognición firme y clara de lo que se hace tiene pleno sentido y ante todo…un propósito.
Cómo protegernos de los comportamientos hipócritas
Practicar lo que se predica no solo es un acto de respeto, también lo es de “autorespeto” y de bienestar personal. Ya sabemos que todos, de algún modo, hemos practicado este arte en alguna ocasión para poder integrarnos en un contexto determinado: en un trabajo, en una fiesta, en una reunión familiar…
Ahora bien, si hay una finalidad clara y objetiva que tienen las disonancias cognitivas, es encender una alerta psicológica para informarnos de que el fino hilo que sustenta la conducta con los valores, está a punto de romperse. Iniciar un proceso de reflexión nos salva sin duda de cristalizar la hipocresía.
“El hombre es menos hombre cuando habla en su nombre. Dadle una máscara y os dirá la verdad”
-Oscar Wilde-
Marcando distancias
¿Qué podemos hacer si muy cerca de nosotros habita un hipócrita empedernido y corrosivo? Al intuir algo tan sencillo como la incompatibilidad de caracteres o de valores, hay personas honestas que eligen poner distancia con adecuada elegancia y respeto.
Eso es algo que, sin duda agradecemos. Pero lamentablemente, no todo el mundo inicia este tipo de política de los buenos principios.
Sin duda, lo más correcto sería que nosotros mismos estableciéramos un cordón de seguridad y nos alejáramos lo bastante como para no volver a coincidir.
Pero, si esa persona es un familiar, un compañero de trabajo o un jefe, puede que no sea tan sencillo comprar el billete de no retorno. En estos casos más complicados, nos será muy útil la regla de las tres”R”:
- No “refuerces”: los hipócritas pueden y tienen todo el derecho de hacer vida a tu alrededor, pero nunca reforzaremos sus comportamientos. Lo ideal es ser lo más asépticos posibles con ellos, no mantener conversaciones profundas donde revelar intimidades y no dar demasiada importancia a lo que puedan decir.
- “Respétalo y respétate”: deja que el hipócrita sea como quiera, que haga lo que desee, pero siempre en su propia esfera, no dejes nunca que entre a la tuya. Respétate y dale la importancia justa sin dejar que te afecte su actitud.
- No “renuncies” a tus valores. En ocasiones, cuando pasamos mucho tiempo en un escenario abonado por la hipocresía es común caer en algún momento en estos mismos comportamientos. Recuerda tus valores y principios y defiéndelos aunque el resto no los entiendan o no los aprueben.
Por último, y no menos importante, recuerda siempre que la hipocresía se camufla con amabilidad cuando algo le conviene. Aprende a ser intuitivo y cauto, y si la oportunidad finalmente acontece, no dudes en poner una distancia adecuada donde poder recuperar tu plenitud emocional y psicológica.
Imágenes cortesía de Rebecca Dautremer