¿Qué es la capacidad de adaptación?
«Adaptarse o morir». Muchos hemos crecido con ese mantra, con la idea de que ante los desafíos del entorno uno tiene que reaccionar a la fuerza y esa reacción, ese movimiento, casi siempre es doloroso. En caso de no hacerlo, nos quedamos atrás, relegados, abocados casi a la involución. Sin embargo… ¿Es así como funciona este mecanismo? Más aún… ¿Qué es realmente la capacidad de adaptación?
Admitámoslo, nada es tan decisivo ahora mismo como adaptarnos a los cambios que estamos viviendo, a la incertidumbre, a la variabilidad… Estamos casi obligados a afrontar estas realidades, mientras la falta de certezas hace que veamos dichas dimensiones con inquietud. El hecho de que lo sintamos así no es casual. Al cerebro no le agradan los cambios, porque toda variación en el entorno se percibe como una amenaza.
Sin embargo, hay un hecho indiscutible: la vida es cambio. Como dijo Heráclito una vez: nadie toca el mismo río dos veces, porque no es el mismo río y no es la misma persona. Saber adaptarnos a ese flujo constante es clave de salud y bienestar. Esto explica por qué en los últimos años el campo de la psicología se ha centrado con especial interés a esta área: la de la adaptación humana. Profundicemos.
¿Qué es la capacidad de adaptación? Claves para entenderlo
«Solo sobreviven los que se adaptan mejor al cambio», dijo Charles Darwin. De algún modo, hemos interiorizado durante mucho tiempo esta clásica idea. Aunque en realidad, a día de hoy, el problema de sobrevivir o no apenas tiene trascendencia. Son muchas las personas que «siguen vivas» a pesar de ser inflexibles, son muchos los que siguen respirando a pesar de adoptar una perspectiva psicológica rígida e inmutable.
En la actualidad, nadie muere por no adaptarse a las demandas que le envuelven, pero sí sufrimos y tenemos un mayor riesgo de padecer trastornos depresivos y de ansiedad. Esto se da porque la inadaptación trae sufrimiento, porque quien se niega a cambiar se frustra y se enfada, dado que la realidad no responde a sus deseos.
Asimismo, esta dimensión no se aplica únicamente al ser humano. Las empresas y el tejido social saben y entienden que para progresar es necesario invertir en tres dimensiones: capacidad de aprendizaje (learnability), capacidad de adaptación (liquidity) y movilidad (mobility). Adaptarse es el único mecanismo que nos permite progresar en todos los sentidos.
Alinear emociones, pensamientos y conductas
La Asociación Americana de Psicología (APA, por sus siglas en inglés) define este concepto de manera muy sencilla: es la capacidad de dar respuestas apropiadas a situaciones cambiantes. Esto requiere, por encima de todo, ser capaces de variar nuestros comportamientos, pensamientos y emociones.
Es importante, ante todo, considerar un aspecto. Si le preguntamos a alguien qué es la adaptabilidad, puede respondernos que es la habilidad de variar nuestro comportamiento para sobrevivir. Esta definición no está completa. Sabemos que adaptarse requiere hacer un cambio, pero esa variación no parte solo del comportamiento, requiere crear nuevos enfoques de pensamiento y reactivar ciertas emociones.
No hay que olvidar que sin un estado de ánimo adecuado no germinarán nuevas ideas y sin pensamientos innovadores, seguros y valientes, no aparecerán las conductas adecuadas.
La adaptación no implica renunciar a todo lo que eres o amas
A menudo, podemos decirnos aquello de que nada puede ser mejor que el borrón y cuenta nueva. Hay quien asume, incluso, que el adaptarse o morir pasa obligatoriamente por dejar a un lado todo lo que somos, para dar forma a una nueva versión. Ahora bien, es necesario desactivar muchas de esas ideas populares que, a la larga, tienen poco de lógico y de psicológico.
No hay que partir de cero, hay que partir desde la propia experiencia. No podemos quitarnos una piel para meternos en otra, iría en contra de nuestras esencias, aprendizajes, valores e identidades. Si nos preguntamos qué es la adaptación, una de las respuestas es detectar esas habilidades que sí nos han funcionado hasta ahora en la vida, dejar a un lado las que no sirven y aprender otras nuevas.
Algo así exige un adecuado ejercicio de introspección. Puede que una de tus virtudes sea la confianza en ti mismo. Esto debes conservarlo. Sin embargo, puede que te falte la trascendencia, pensar de manera más creativa, saber intuir oportunidades en medio de la tormenta. Todo ello son enfoques nuevos que vale la pena desarrollar, pero manteniendo, eso sí, las esencias.
La capacidad de adaptación y la tolerancia a la incertidumbre
Andrew J. Martin, profesor de psicología educacional en la Universidad de Sydney, en Australia, lleva bastantes años estudiando el campo de la adaptación humana. En una de sus investigaciones señala que si educáramos a nuestros estudiantes en la tolerancia a la incertidumbre y en la adaptabilidad a los cambios, no veríamos como mejoraran sus resultados a nivel académico.
Ser capaces de aceptar lo incierto, de procesarlo sin ansiedad, sin miedo o resistencia, facilita no solo una mejor adaptación. Es la clave para ver oportunidades en medio de la dificultad.
La flexibilidad mental no duele, enriquece
La capacidad de adaptación no duele, porque quien se adapta no pierde ni claudica. Lo que hace, es ejercitar esa flexibilidad emocional, cognitiva y emocional que se ajusta a la nueva realidad con mejores recursos, equilibrio e intuición. Lo que duele es la inflexibilidad, la mente rígida que se opone a los cambios y se pelea con ellos de manera infructuosa.
Impulsando la adaptabilidad en niños
A nivel general, es importante que los niños reconozcan el ciclo de la adaptabilidad y conozcan su importancia. Esto podría implicar:
- Enseñar al niño a reconocer el cambio y la incertidumbre en la vida.
- Animar al niño a ajustar sus pensamientos, comportamientos y emociones.
- Señalar los beneficios de estos ajustes en el pensamiento, la acción y la emoción.
- Ayudar al niño a continuar implementando estos ajustes mientras navega por cambios futuros.
Es fundamental que se les ayude a los niños a comprender las tres dimensiones en las que se pueden realizar estos ajustes: cognitiva, conductual y emocional. Luego, se les anima a identificar formas específicas en las que podrían adaptar cada una de estas dimensiones para navegar con éxito en situaciones nuevas y desconocidas que surjan. Veamos cómo realizar estas modificaciones, según el profesor Andrew Martin.
Ajustes cognitivos
- Pensar en una situación nueva o incierta de una manera diferente (por ejemplo, animar al niño a pensar en las oportunidades disponibles en esta nueva situación).
- Ajustar las suposiciones o expectativas (por ejemplo, invitar al niño a ver los aspectos positivos del cambio, en lugar de ver el cambio como algo malo).
Ajustes conductuales
- Buscar información nueva para resolver una situación nueva (por ejemplo, alentar al niño a que le pida a un maestro lecturas adicionales o sitios web para un tema nuevo).
- Tomar un curso de acción diferente o desarrollar un nuevo horario (por ejemplo, mostrarle al niño cómo reorganizar su rutina después de la escuela, luego del anuncio de una prueba o tarea no anticipada).
Ajustes emocionales
- Minimizar la decepción, la frustración, el miedo o la ira cuando las circunstancias cambian (por ejemplo, ayudar al niño a minimizar la decepción si se cancela una actividad divertida).
- Aprovechar la diversión, el disfrute y la curiosidad cuando las circunstancias cambian (por ejemplo, alentar al niño a concentrarse en los aspectos estimulantes y divertidos de una nueva actividad).
- Minimizar la emoción en algunas situaciones (por ejemplo, alentar al niño a mantener la «sensación de cabeza» si está en una posición ganadora en una tarea o evento).
Para concluir, ahora más que nunca, afinemos un poco más estas competencias que todos llevamos en nuestro interior. Es momento de desarrollarlas mucho más y lograr que sean nuestras aliadas.
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