¿Qué es realmente la selección natural?
Todos hemos estudiado o al menos hemos oído hablar de la teoría darwinista de la evolución. Ahora bien, ¿entendemos realmente que significa la selección natural? Si vamos preguntando al grueso de la población sobre la evolución seguramente nos encontremos con respuestas como: “Es eso que dice que el ser humano viene del mono”, “la supervivencia del más fuerte”, “la selección natural es cosa de los animales, los avances tecnológicos nos permiten esquivarla” o “la evolución es cuando las especies cada vez están más adaptadas o desarrolladas”.
Las afirmaciones que hemos expuesto están cargadas de errores que nos muestran que pocos son en realidad los que entienden en profundidad la selección natural. Así que, empecemos. La idea central de la teoría darwinista es que las especies que se encuentran adaptadas a su medio sobrevivirán y aquellas que no terminarán desapareciendo. ¿Pero qué significa estar adaptado? Adaptado alude a la capacidad que tienen una especie en un determinado ecosistema para reproducirse y asegurar la supervivencia de su prole.
A partir de la mala interpretación de esta idea central han surgido muchísimos mitos y errores. En este artículo daremos un repaso a aquellos que son más comunes. Hablaremos y contrastaremos: (a) la selección natural como un proceso lineal, (b) la adaptación diferencial de las especies y (c) la selección natural como una lucha todos contra todos.
La selección natural como un proceso lineal
Uno de los malentedidos más recurrentes es ver la evolución darwinista como un desarrollo lineal de las especies. Cómo si las especies fueran cambiando generación tras generación. La 2.0, la 3.0, la 4.0, etc. La evolución no es como pasar de diapositivas, una tras otra. Este error puede derivar de la manera de enseñar la evolución del hombre como una sucesión de los distintos homínidos y no como un un cambio ramificado.
A la hora de entender la selección natural, la metáfora de un tamiz es más apropiada. Muchas rocas son arrojadas a ese tamiz, pero solo aquellos con la forma idónea son seleccionados, el resto queda desechado. Y después, con el tiempo esas rocas y otras nuevas vuelven ser arrojadas a otro tamiz, dónde vuelven a ser seleccionadas. Y de esta manera, en un continuo tamizado, algunas rocas se mantienen mucho tiempo y otras desaparecen.
Nosotros, los seres humanos, junto con el resto de seres vivos, jugamos el papel de esas rocas que son seleccionadas por el tamiz del medio. Así, aquellos seres vivos que no se adapten al contexto desaparecerán o tendrán que cambiar de medio. Y en el transcurso de este proceso surgen mutaciones y cambios en las especies que pueden pasar la selección o simplemente quedarse en el olvido. Un matiz importante es el hecho de que el contexto varía con el tiempo, una especie o individuo adaptado en el pasado puede no estarlo en el futuro, y viceversa.
La adaptación diferencial de las especies
Una de las frases más extendidas y equivocadas es la que dice que “el ser humano es el animal mejor adaptado de la tierra” o “estamos en la cumbre de la pirámide evolutiva”. Si recurrimos a la definición de adaptación, veremos que consiste en sobrevivir, tener una prole y que esa prole sobreviva, en resumen mantener la existencia (no en terminar con la existencia de las demás o tener el poder para hacerlo). Además, de esto deducimos que todas las especies que existen en la actualidad están igualmente de adaptadas, ya que o existes o no existes, no se puede existir en mayor o en menor cantidad.
Ante esto, muchos aludirán a los grandes logros del ser humano o a su alta capacidad intelectual que nos diferenciaría del resto de seres vivos. Ahora bien, al igual que el gato se ha valido de sus garras para sobrevivir, el ser humano lo hizo a través de su intelecto. Cada especie muestra unas cualidades distintas que le hacen sobrevivir, pero todas sobreviven.
Cierto es que el ser humano ha construido sociedades complejas para lograr esta misión, mientras que una bacteria simplemente lo hace con su resistencia y su alta capacidad reproductiva. Sin embargo, aquí me gusta acudir a la metáfora de ver al ser humano como aquel estudiante que se esfuerza un montón para aprobar, mientras que la bacteria es el estudiante que leyendo el temario el mismo día del examen aprueba. Al final, el resultado numérico para los dos es el mismo.
La selección natural como una lucha de todos contra todos
Por último, vamos a hablar del mito de ver la selección como una lucha por la existencia o como la supervivencia del más fuerte. No olvidemos que aquellos que sobreviven son los que se adaptan a su medio. Si el contexto favorece a los que atacan, serán estos los que sobrevivan; pero si el contexto favorece a los que huyen, estos serán los adaptados.
Hobbes decía que “el hombre es un lobo para el hombre”, creía que el ser humano por naturaleza es un ser despiadado y egoísta que compite con sus congéneres. Sin embargo, solo hace falta repasar los principios de la selección natural y observar la naturaleza para entender que eso carece de sentido. El ser humano y la gran mayoría de especies han sido capaces de sobrevivir gracias a su apoyo mutuo. La capacidad de vivir en sociedades o manadas en colaboración permite una mejor respuesta hacia los retos del ambiente.
Sin embargo, con esto no quiero decir que la violencia y la competición no exista; en multitud de situaciones esta se ha mostrado como una conducta adaptativa. Pero hay que tener en cuenta que la lucha no es la protagonista de la selección natural. Simplemente, tanto la lucha como el apoyo mutuo forman parte del repertorio que tienen las especies para hacer frente a su medio y a las dificultades que este les puede plantear.
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Stephens, C. (2007). Natural selection. In Philosophy of Biology. https://doi.org/10.1016/B978-044451543-8/50008-3