¿Qué son los miedos atávicos?
Los miedos atávicos representan temores compartidos por la mayoría de nosotros y de nuestros antepasados. Tenemos conciencia de ellos casi desde nuestra existencia, porque están muy ligados a ella. Así, se han mantenido y trasmitido de generación en generación y, con independencia de lo que avancemos, es muy probable que permanezcan.
La palabra atávico hace referencia al pasado ancestral o arcaico. Por eso, cuando se habla de miedos atávicos se está hablando de un pasado remoto, muy remoto. Valga decir que tan interesante es explorar esos temores antiquísimos, como dar cuenta acerca de los medios que hemos empleado para gestionarlos.
En principio, el miedo es una respuesta adaptativa frente al riesgo o peligro. Se trata de una alerta interna que nos avisa e invita a adoptar una posición cauta. Por lo tanto, cumple un papel muy importante en la preservación de la vida y de la integridad. Los miedos atávicos vienen a ser una adaptación colectiva a las amenazas más graves.
“La emoción más antigua y más intensa de la humanidad es el miedo, y el más antiguo y más intenso de los miedos es el miedo a lo desconocido”.
-H.P. Lovecraft-
Los 5 grandes miedos atávicos
Hay varios temores que son universales. Sin embargo, cinco de ellos decididamente han estado presentes en diferentes tiempos y culturas; han sido transversales a través del espacio y el tiempo. De hecho, no son pocos los poderes que se han valido de ellos para consolidarse o mantenerse. Tales miedos son los siguientes.
Miedo a ser enterrado vivo o perder la autonomía por completo
Este es uno de los grandes miedos atávicos, que en principio se define como ser enterrado vivo. Sin embargo, por extensión, se asocia con cualquier forma de atrapamiento, parálisis o limitación que impida la acción, pero manteniendo la conciencia. Lo aterrador es eso: ser consciente de una impotencia radical frente a una amenaza de muerte.
Miedo a ser atacados cuando estamos solos
Por más solitarios o independientes que seamos, en el fondo tenemos a una parte de nosotros que es netamente social y que se siente mucho más cómoda cuando sabe que hay otros animales como él muy cerca.
El ser humano es un mamífero débil que en buena medida ha logrado sobrevivir gracias al grupo. Recibe grandes aportes de los grupos que ya no están y construye realidades para los que vienen. Al estar solos, en un bosque, por ejemplo, sale a flote el miedo atávico de ser atacados.
Miedo a los malos olores
Este es uno de los miedos atávicos que se expresa ante todo como rechazo. Un mal olor, en condiciones normales, genera repulsión porque remite a aquello que está en descomposición y que, por lo tanto, es peligroso para la salud y la vida. Si se capta un mal olor desconocido, es posible que surja un fuerte sentimiento de temor, ya que se asocia con riesgo y agresión.
Miedo a la mutilación o a la pérdida de la unidad
Este no es un temor frecuente en nuestra línea de pensamientos y, sin embargo, es uno de los miedos atávicos que se manifiesta con más frecuencia. La mutilación no solo tiene que ver con la pérdida física de una parte del cuerpo, sino con la pérdida de su función. Por lo tanto, el miedo a la enfermedad forma parte de este. Es un intento de preservar nuestro cuerpo tal y como lo conocemos y entendemos.
Miedo a la agresión sexual
Está presente en las mujeres y en los hombres. Las mujeres temen ser violentadas sexualmente porque saben que ese deseo está presente en muchos hombres. Estos, por su parte, temen que las mujeres que aman sean agredidas sexualmente, y, en menor medida, ser víctimas de una vejación de ese tipo. Es uno de los miedos atávicos más evidentes.
Los antídotos de los miedos atávicos
Buena parte de la configuración de nuestras construcciones, ciudades y sistemas sociales y culturales se han diseñado para conjurar esos miedos atávicos. La religión y la ciencia también son una respuesta a esos temores universales de los que nadie escapa.
Otras formas de sortear esos temores es por la vía de no pensar en ellos, creando situaciones que nos alejen de esa idea o distraernos hasta tal punto que esos miedos no nos toquen. La sociedad actual ha hecho hincapié en esa vía y por eso el universo de las distracciones y los entretenimientos es tan amplio.
Sin embargo, por más que los saquemos de la mente, esos miedos están y estarán ahí. Nos recuerdan que somos unos mamíferos curiosos e ingeniosos, pero frágiles y mortales. Hablamos de nuestras paradojas más importantes.
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- Padilla, I. (2013).
- El legado de los monstruos. Tratado sobre el miedo y lo terrible
- . Taurus.