Razonamiento emocional: cuando las emociones nublan el pensamiento

Razonamiento emocional: cuando las emociones nublan el pensamiento
Valeria Sabater

Escrito y verificado por la psicóloga Valeria Sabater.

Última actualización: 18 agosto, 2017

El razonamiento emocional es un proceso cognitivo por el cual damos forma a una idea o a una creencia en base a cómo nos sentimos. Es posiblemente la forma de auto-sabotaje más común, aquella en la que si me siento triste es porque solo me ocurren desgracias, aquella en la que si siento celos es porque mi pareja tiene la secreta intención de serme infiel en el momento menos pensado.

Razonar en función de cómo nos sentimos es algo que todos hemos llevado a cabo muchas más veces de las que podamos creer. Es una trampa, una mala pasada de nuestro cerebro, el cual, en ciertos momentos tiene cierta dificultad para interpretar y gestionar correctamente las propias emociones. A su vez, tampoco importarán las evidencias observadas, porque todo hecho objetivo y racional es deliberadamente ignorado o desechado en favor de la “verdad” asumida por los propios sentimientos.

“Si nuestro pensamiento queda empantanado por significados simbólicos distorsionados, razonamientos ilógicos e interpretaciones erróneas, nos volvemos, en verdad, ciegos y sordos”

-A. Beck-

Así, de nada importará por ejemplo saber que nuestro trabajo y nuestro hogar no son la misma cosa. Porque a veces, cuando llegamos estresados, agotados y enfadados a casa y nuestra pareja hace un comentario poco oportuno, terminamos volcando sobre él o ella nuestras emociones negativas porque a fin de cuentas “todo el mundo busca lo mismo”: exasperarnos, hacernos infelices.

Podríamos dar sin duda muchos más ejemplos, algunos de ellos de los que rozan la irracionalidad más absurda. Como quien se sube a la atracción más desafiante y de pronto, tiene la rotunda convicción de que va a morir. Entonces, con la firme y desesperada idea huir de ese riesgo que a su parecer es real e inminente, decide desabrocharse los mecanismos de seguridad poniendo así su vida en un peligro auténtico.

El razonamiento emocional nos aboca a una tormenta perfecta, a un caos absoluto de pensamientos distorsionados donde rara vez quedamos indemnes…

mujer con nube oscura sobre la cabeza

El razonamiento emocional, un mecanismo muy primitivo

Podríamos traer aquí la siempre interesante teoría de Paul MacLean sobre el cerebro triúnico. Podríamos hablar de ese segundo cerebro, el límbico, el cual se formó sobre la base del cerebro reptiliano y que controla y da forma a nuestro comportamiento emocional. Es él quien para muchos regula procesos tan básicos como el condicionamiento clásico o el condicionamiento operante, y él quien nos hace actuar en ocasiones de un modo poco lógico y hasta irracional.

Sin embargo, cabe señalar que para la neurociencia este modelo no es sólido, porque nuestro cerebro en realidad es una estructura única, interconectada y sofisticada donde ningún área concreta asume de pronto el control de manera exclusiva sobre nosotros.

Sin embargo, lo que es innegable es que la gran mayoría de las veces sí permitimos que las emociones razonen por nosotros, cayendo en esa trampa tan primitiva donde la fuerza de un sentimiento da forma a una convicción que nada tiene que ver con la realidad.

A un lado queda nuestra capacidad de análisis, de reflexión, de inducción y ese principio de lógica tan necesario para establecer relaciones sólidas y desenvolvernos con eficacia en una situación determinada. Asimismo, cabe señalar que el razonamiento emocional es una de las piedras angulares en la terapia cognitiva fundada por Aaron Beck en los años 70. Sus teorías y enfoques nos son de gran utilidad para comprender mejor este tipo mecanismo tan poco saludable.

Veámoslas a continuación.

Aaron Beck: tus emociones y la realidad que te rodea no son la misma cosa

A veces, al pasear durante el amanecer por un bosque o por la cima de una montaña podemos ver de pronto cómo nos abraza una lengua espesa de humo. Sin embargo, ese humo no es resultado de un incendio, nada se está quemando. Es solo niebla. El simple hecho de propiciar en nuestra mente ese sutil equilibrio entre razón y emoción nos permitirá sin duda sacar conclusiones mucho más útiles y acertadas en nuestro día a día.

Sin embargo, quien se deje llevar por el impulso de la emoción quedará secuestrado por ese miedo que todo lo empaña y lo deforma. Veremos incendios donde solo hay praderas en calma. Asimismo, este fenómeno da forma a lo que Aaron Beck definió en su momento como un tipo de sabotaje por parte de nuestra mente, un tipo de distorsión cognitiva donde nos dejamos llevar en exclusiva por el polo más adverso de nuestras emociones negativas.

La mayoría de nosotros no prestamos mucha atención a cómo nos sentimos, ni nos preguntamos de dónde provienen nuestras reacciones. Casi sin darnos cuenta permitimos que los pensamientos automáticos tomen pleno control sobre nuestra vida.

  • Otro fenómeno curioso que se da en el razonamiento emocional es la procrastinación. Si hay algo que me molesta o me preocupa o hay algo en lo que pienso que voy a fallar, en lugar de enfrentarme a ello lo pospongo. Esa postergación continua en la toma de decisiones se rige también por ese mundo puramente emocional e instintivo que busca evitarnos riesgos a toda costa, sumiéndonos en nuestra zona de confort.
  • A la procrastinación en ocasiones hay que sumarle una generalización excesiva a partir de un hecho anecdótico o muy puntual. Por ejemplo, “si la persona que me gusta me ha rechazado, está claro que esto del amor no es para mí… “.
  • Por último, y como característica especialmente común en aquellas personas habituadas a razonar en base a sus emociones, es el hecho de juzgar las conductas o los estados emocionales de los demás en base a cómo se sienten en ese mismo momento.
mujer con mariposa en la cabeza

Tal y como podemos ver las personas generamos auténticos humos a partir de fuegos inexistentes que merman por completo nuestra calidad de vida, nuestras relaciones personales y nuestro crecimiento personal…

¿Cómo podemos combatir el razonamiento emocional?

La terapia cognitivo-conductual, basada en los enfoques del propio Aaron Beck, es un buen enfoque para intentar debilitar este tipo de distorsión cognitiva. A continuación, te facilitamos algunas estrategias básicas sobre las que reflexionar:

  • Identifica tus pensamientos automáticos. Para ello, es necesario recordar que nuestros pensamientos influyen de forma directa en lo que sentimos, así que debemos ser capaces de identificarlos por un lado y evaluarlos por otro.
  • Cuando el razonamiento emocional gobierna, los sentimientos se confunden con hechos. El razonamiento emocional hace que el estrés empeore, la depresión sea más profunda y la ansiedad más hiriente. Es por tanto vital que cada vez que experimentemos una emoción negativa nos detengamos a reflexionar sobre ella, a analizarla, a canalizarla, a desmenuzarla
  • Cada vez que emitas un juicio, por pequeño que este sea, indaga en la emoción que hay detrás y en el mecanismo que te ha llevado formar esa idea, esa valoración.
  • Pregúntate si eres capaz de pensar en la situación actual de una manera diferente. Por ejemplo, si te dices a ti mismo que eres un ingenuo por haber confiado en alguien que te falló, en lugar de concluir con la idea de que “nadie es de fiar”, piensa que “no eres un ingenuo, porque hoy ya has aprendido la lección y seguro que no volverás a caer en el mismo error”.
pareja enviándose un corazón

Para concluir, sabemos que e l principal problema del razonamiento emocional es que una vez que permitimos que nuestras emociones se trasformen en verdades asumidas, resulta muy difícil levantar el ancla de estas islas habitadas por el tormento. Sin embargo, es necesario asumir el control de nuestros universos emocionales.

“Si somos lo que pensamos, permitamos entonces que esos pensamientos nos permitan ser libres, felices y competentes”

Referencias bibliográficas

Beek, A. (1985), Terapia cognitiva de la depresión. Paidós

Blanchette, I. (2013), Emotion and reasoning. Psychology Press

Damasio, A. (2010), El error de Descartes, la emoción y la razón. Crítica


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