Recursos de afrontamiento: ¿qué son?
Las personas tenemos tendencia utilizar determinadas estrategias para afrontar los problemas. Estos esfuerzos de confrontación se conocen como recursos de afrontamiento. Pueden ser de carácter intencional o involuntario y nos sirven para hacer frente a las demandas y conflictos que se nos presentan y que exceden los recursos con los que cuenta una persona.
Debido a nuestras experiencias y aprendizajes, cada uno de nosotros tiene distinta capacidad de afrontamiento frente a los diferentes retos o situaciones. E igualmente, contará con diferentes estrategias de las que se servirá para superar con éxito los obstáculos que se le vayan interponiendo.
La importancia de tener estos recursos radica en que cuanto más ricos y variados sean estos, más satisfactoriamente afrontaremos las dificultades y obstáculos de nuestro camino.
“Las emociones son resultado de un proceso de valoración cognitiva de la situación, los recursos de afrontamiento y lo que se produce si se emplean dichos recursos”.
-Lazarus y Folkman, 1986-
La explicación de Lazarus
Cuando aparecen un conjunto de demandas ambientales o del entorno (por ejemplo, un pico de trabajo que va a durar semanas), la persona debe dar una respuesta que le permita adaptarse a la situación. Esto es, tiene que adaptarse a estas demandas poniendo marcha sus recursos de afrontamiento.
Así, por ejemplo, cuando nos enfrentamos a una situación que nos puede generar estrés o ansiedad, movilizamos nuestros recursos de afrontamiento para oponer resistencia. Por ello, este autor considera que el estrés es un proceso amplio de adaptación al ambiente, sin el cual no podríamos vivir.
Buena o mala movilización de recursos de afrontamiento
Ante un hecho imprevisto, pueden darse dos situaciones. La primera es que la movilización de nuestros recursos sea la adecuada. En este caso, sí se da esta adaptación y, por lo tanto, podríamos continuar normalmente haciendo uso de nuestros recursos. Pero también puede darse un segundo escenario: lo que demanda de nosotros el ambiente es excesivo.
Los recursos de afrontamiento nos permiten adaptarnos a las diferentes situaciones del ambiente.
En este último supuesto, el sujeto percibe que existe un desequilibrio entre lo que se requiere para solucionar el problema y las habilidades, capacidades o destrezas que tiene para hacerle frente. Así, esta demanda colosal produce en la persona dos tipos de reacciones.
Por un lado, fisiológicas, como un aumento del latido cardiaco, sudoración, incremento de la presión sanguínea o dilatación de pupilas. Y, por otro, reacciones emocionales de valencia negativa, entre las que destacan la ansiedad, la ira y la depresión.
Doble valoración
Imaginemos que nuestra pareja nos dice que se tiene que ir un tiempo al extranjero por motivos de trabajo. En primer lugar, según Lazarus, la persona realizaría una valoración primaria de la situación. Es decir, analizaría si el hecho es positivo o negativo y estimaría las consecuencias que tiene y tendría ese evento en un futuro.
Posteriormente, haría una segunda valoración en la que el foco de atención dejaría de estar puesto en el hecho en sí, para centrarse en la propia persona. Así, el afectado analizaría las capacidades que tiene para hacer frente a esa nueva realidad. Es decir, trataría de recabar todos sus recursos de afrontamiento para valerse de ellos. Dependiendo mayoritariamente de ésta última estimación, se generaría (o no) en la persona esa reacción de estrés.
Estrategias de afrontamiento
Tradicionalmente, se ha realizado una taxonomía de estas estrategias teniendo en cuenta diferentes aspectos. La valoración del evento, la problemática del mismo y la emoción elicitada. Así, en base a estas características, los recursos de afrontamiento se suelen dividir en 2 clases:
Las estrategias centradas en el problema
Este tipo de recursos están destinados a encarar la situación, dándole sentido y atribuyendo un determinado significado a la problemática acontecida. Están basados en la búsqueda de soluciones, en restaurar el desequilibrio cognitivo causado y en resolver o modificar el problema. Se refieren a la confrontación y a la búsqueda de apoyo social y de soluciones.
Normalmente, son empleados cuando se percibe el evento estresante como controlable. Por ejemplo: tenemos que realizar demasiadas tareas en el día, esto nos genera intranquilidad e incluso malestar. ¿Cómo nos adaptamos a esta situación? Movilizando este tipo de estrategias, por las que pensaríamos que empleándonos a fondo podremos hacer todas esas tareas.
Las estrategias centradas en las emociones
Al contrario que las anteriores, estas estratagemas suelen ser usadas cuando la situación que nos genera estrés se percibe como incontrolable. Lo que se busca, por lo tanto, ya no es focalizarse en el problema, sino en las emociones que suscita ese evento y en su liberación. Solo así, se considera que el individuo podrá relajarse. Van orientadas a conseguir restablecer el equilibrio afectivo.
Son el autocontrol, el distanciamiento, la revaluación positiva, la autoinculpación y el escape/evitación. Respecto a este último tipo de conductas, los recursos de afrontamiento basados en la evitación buscan alejarse del problema temporalmente. Así, la persona tratará de evadirse realizando otras actividades, tomando distancia de lo que le está generando tanto estrés. Y, cuando haya conseguido minimizar el impacto emocional, volverá a hacer frente a la situación.
Estos recursos de afrontamiento no son estancos, sino que son modificables. También son flexibles y, con el adecuado asesoramiento y apoyo psicológico, se pueden adquirir.