Según la ciencia, decir palabrotas es bueno para tu salud
Jurar, maldecir, blasfemar, dejar ir toda una retahíla de floridos tacos… ¿Quién no lo ha hecho alguna vez? Lo cierto es que, tal y como nos revelan varias investigaciones, decir palabrotas tiene inesperados beneficios psicológicos. Algunos tienen que ver con el simple hecho de hallar alivio y desahogo. Otros, con la motivación y el rendimiento físico.
De hecho, es algo que vemos en algunos deportistas. Cuando una disciplina deportiva requiere del atleta un esfuerzo físico puntual o superar una dificultad determinada, es común lanzar alguna expresión malsonante. No es un acto orientado a descalificar a nadie, sino un patrón conductual en el que se combina la catarsis con esa necesitada arenga hacia uno mismo. Para superarse, para tener éxito.
Por otro lado, si bien es cierto que nada es tan definitorio del ser humano como el uso de estos recursos lingüísticos, no es algo que se vea con buenos ojos. Más ahora, cuando toda acción y pequeño gesto se mira con lupa y se hacen juicios de valor. Sin embargo, más allá de perder momentáneamente la corrección, está el alivio pasajero que generan.
Siempre que no se usen para atacar o denigrar a nadie, maldecir de vez en cuando ayuda a quien lo profiere.
¿Qué beneficios tiene decir palabrotas?
Hay quien no sabe decir una frase sin incluir una palabra mal sonante en ella. Otros, sin embargo, son un ejemplo de corrección y jamás dejan ir en voz alta ninguno de estos recursos, lo que no quiere decir que, a veces, no los piensen o los digan en voz baja, entre dientes y para ellos mismos.
Recurrimos a estas expresiones porque más allá de los protocolos y las normas sociales, aportan cierto alivio ante aquellos elementos que son potencialmente capaces de generar frustración. E insistimos, una vez más, que hablamos de esos casos en que decir palabrotas nos sirve como catarsis personal, y no como arma para descalificar otros. Aunque también cabe señalar que incluso en esos casos en los que nos enfadamos con alguien actúa como un poderoso canal expresivo.
Basta con recordar alguna que otra obra de William Shakespeare, quien siempre fue muy hábil para usar un lenguaje de lo más florido en esta temática. De hecho, en sus textos podemos encontrar expresiones como “[…] fuera, muerto de hambre, piel de duende, lengua seca, pezuña de toro, pescado seco!”. Como podemos ver, pocos le ganaban en inventiva.
Veamos ahora qué beneficios nos aporta, según la ciencia, decir palabrotas.
Este tipo de recurso expresivo actúa como analgésico
La Universidad de Keele, Staffordshire, Reino Unido, realizó un interesante estudio sobre el tema. Algo que pudo descubrir es que el simple hecho de decir palabrotas se acompaña de una liberación de adrenalina. Esto nos permite, en ciertos momentos, hacer frente al dolor con mayor arrojo, con mayor decisión y contundencia.
Recurrir a este tipo de expresiones actuaría como analgésico momentáneo. Algo idóneo para ese deportista que necesita hacer un último esfuerzo a pesar del dolor físico. Un hecho más que llamativo que vale tener en cuenta.
Se ha podido observar que decir palabrotas eleva el nivel de endorfinas y genera una sensación general de calma, control y bienestar.
Decir palabrotas para mantener el control sobre tu realidad
Así es, hay veces en que la vida se vuelve tan caótica que tenemos la sensación de estar perdiendo el control. Sucede cuando a veces las tareas en el trabajo se nos acumulan y tenemos la sensación de no llegar a los objetivos. Dejar caer una maldición, un taco o una frase mal sonante nos aferra de pronto a la realidad para recibir todo un torrente de energía a nuestra autoestima.
Es como una sacudida momentánea para recordarnos que nosotros podemos con (casi) todo, y que podemos tener el control sobre la realidad.
La imaginación para decir palabrotas revela tu inteligencia
Hay quien tiene un don excepcional a la hora de expresar tacos o palabras mal sonantes. Es una habilidad muy llamativa que, según un trabajo de los investigadores Kristin L. Jay y Timothy B. Jay, revelaría un signo de inteligencia y de riqueza en el vocabulario.
Esa fluidez es lo que tenía precisamente William Shakespeare en la referencia antes aportada. Solo quien tiene gracia, ingenio y soltura dialéctica en esta materia logra hacernos reír en lugar de hacernos enfadar. Lejos de caer en lo ordinario y lo vulgar, se puede sorprender por esa maestría lingüística.
Mayor motivación y resolución
“Vamos, que tú puedes…”. Añadir una palabrota al final de esta frase actúa como un gran motivador. Esta es precisamente la hipótesis que apoya un estudio de la Universidad de Keele, en Staffs, Reino Unido. Maldecir, jurar, decir tacos, no solo actúa como analgésico para el dolor. Además, aporta impulso, motivación y resolución a nuestro comportamiento.
Sin embargo, eso sí, deben plantearse con sentido del humor, como una estrategia divertida que nos sirve para darnos un refuerzo positivo. Es una forma de camaradería, de ser nuestros propios cómplices en un momento complicado, para poder levantarnos de nuevo y actuar, triunfar, salir victoriosos…
Para concluir, si bien es cierto que rara es la persona que en su vida no ha empleado una expresión malsonante, lo recomendables es mantener el control en esos casos.
Todos recurrimos a veces a decir palabrotas. Procuremos, por tanto, que no nos nublen las emociones como la ira en esos momentos. Intentemos que sea un ejercicio catártico y liberador, un recurso de floritura exquisita, un bálsamo para el estrés y un canal para darnos ánimos.
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