Señales de que creciste en una familia disfuncional
¿Creciste en una familia disfuncional? Puede que sea así. Todos sabemos que nadie puede elegir el lugar y las personas que serán sus progenitores, pero lo que sí tenemos claro es que aquello que hagan o dejen de hacer esas figuras dejará marca permanente en nosotros. Para bien o para mal. Porque esas primeras experiencias vitales son improntas de gran trascendencia.
No obstante, son muchos los que señalan aquello de “mi familia es un desastre” o “en mi casa todo eran gritos y desavenencias”. No todas las dinámicas y experiencias vividas son resultado de la disfuncionalidad. A veces, aún dentro del caos hay amor y se procuró nuestro bienestar. Es posible que los gritos provinieran de unos padres que no se amaban y que finalmente se separaron, pero que no se descuidara nuestra atención en ningún momento.
Familias hay muchas y de diversos tipos. Sin embargo, los entornos familiares definidos por lo disfuncional trazan una tela de araña en la que hay conflictos, negligencia, abuso, violencia, autoritarismo y, en muchos casos, hasta trastornos mentales.
El rasgo que todo lo integra como una pátina sutil de sufrimiento es la imprevisibilidad. El niño o adolescente no sabe qué va a suceder en cada momento. Las sensaciones de angustia y de falta de control en las que no poder ajustar su conducta para evitar castigos o abusos, les sume en un estado constante de estrés permanente. Nadie sale del todo indemne de una infancia infeliz.
La familia disfuncional está regida casi siempre por una figura de autoridad, alguien que no dudará en proyectar sobre los demás constantes sentimientos de culpa.
8 señales de que creciste en una familia disfuncional
En lo que se refiere a la familia disfuncional, se tiene la creencia de que responde a un perfil muy concreto. Pareja de clase social baja al borde de la separación. Aunque no siempre responde a este patrón, de hecho, si hay algo que define a este núcleo familiar es la estabilidad a la hora de proyectar dinámicas negativas y dañinas. Con lo que muchas veces tenemos a progenitores que se complementan en esa dinámica abusiva.
Los matices y singularidades que perfilan estos hogares son inmensos. Trabajos de investigación como los realizados en la Universidad Federal de Kazán (Rusia) señalan que esa disfuncionalidad se traduce en traumas psicológicos infantiles. El impacto de dichas vivencias mantenidas en el tiempo resulta devastador para el desarrollo del niño.
Por otro lado, desde el diccionario de la medicina moderna del McGraw-Hill definen estas situaciones como experiencias familiares de una elevada conflictividad. Esas dinámicas estresantes e impredecibles marcadas por distintas formas de violencia vulneran toda necesidad básica del ser humano. De este modo, si creciste en una familia disfuncional es probable que estas áreas te sean conocidas.
1. Violencia física y amenazas como principal medio de control
Las amenazas son una constante, una medida coercitiva que se usa con frecuencia supuestamente para educar a los hijos. El lenguaje siempre es violento, falto de afecto y regido por los gritos. En muchos casos, se puede llegar incluso a la violencia física, al golpe, a coger con fuerza del brazo, a empujar…
2. Si creciste en una familia disfuncional el abuso estaba presente en cualquiera de sus formas
Entendemos el abuso como toda conducta destinada a hacer daño a alguien más vulnerable o que por su situación, edad o circunstancia, está en desventaja. De este modo, si creciste en una familia disfuncional puede que sufrieras el peso de la educación autoritaria, la descalificación, el maltrato, el abuso sexual etc.
3. Fuiste testigo de la conflictividad familiar
Las familias disfuncionales discuten, se insultan, se desafían, se pelean… El hogar se llena de gritos, hay desavenencias continuas, bien entre los propios padres o con otras figuras. Todas esas dinámicas con componentes violentos dejan marca y no se olvidan.
4. Invalidación emocional, lo que querías o necesitabas no era importante
Algo que se queda en la mente de quien ha sufrido el impacto de vivir en una familia disfuncional es la sensación de no ser importante. Lo que uno necesita no cuenta. Lo que uno siente no es importante, lo mejor es callarlo y reprimirlo. Miedos, tristezas, lágrimas… Son muchas las emociones silenciadas y engullidas.
5. Nula comunicación, te preferían callado y sumiso
Si creciste en una familia disfuncional recordarás que no solo tus necesidades no eran importantes, tampoco lo eran tus palabras. Te preferían callado, porque el silencio era para tus progenitores signo de buena educación, sumisión y obediencia. Así, en el caso de que en algún momento te atrevieras a dar tu opinión o a contradecir a tus progenitores eras castigado.
6. Trato desigual, discriminaciones
En estos microcosmos familiares discurren a menudo los prejuicios, los sesgos de género y todo tipo de discriminaciones. A veces, se aprecia más al hermano mayor que a los pequeños, a los niños frente a las niñas o es el padre quien manda y ordena mientras la mamá queda en un segundo plano.
7. Si creciste en una familia disfuncional estuviste aislado mucho tiempo
Este dato es llamativo. Según un estudio realizado en la Universidad de Barcelona en la familia disfuncional se practica un tipo de terrorismo parental. Es ese en el que se aísla a los hijos del entorno social.
Los niños y la propia pareja apenas tienen contacto con la familia extensa (tíos, abuelos, primos…). También se les limita las oportunidades para hacer amigos, para disfrutar de sus iguales más allá del colegio.
8. Adicciones o trastornos mentales, un rasgo común en los progenitores
Si creciste en una familia disfuncional es muy probable que alguno de tus progenitores padeciera algún tipo de adicción o trastorno psicológico. El alcoholismo, las drogas, la adicción al juego o el trastorno límite de personalidad, por ejemplo, pueden estar detrás de esas conductas abusivas.
Son situaciones de elevado impacto personal que desgastan a todos los miembros de ese pequeño núcleo social. Estas realidades trazan ese caos y esa imprevisibilidad de la que hablábamos al inicio. No se puede prever cómo van a reaccionar esa o esas personas en cada momento, todo es incierto y violento a la vez.
Para concluir, formar parte de estos microcosmos en la infancia y la adolescencia mina buena parte de nuestras valías, tendones psicológicos y universos emocionales. Algo que no podemos descuidar en estos casos al llegar a la edad adulta es sanarnos, reconstruirnos para dejar atrás todo lo vivido y mirar al futuro con esperanza.
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