Si te controla el móvil te controla a ti: ¿cómo evitar el cibercontrol?
Hay una forma de violencia que ha aumentado hasta un 40 % en los últimos tiempos. Aparece sobre todo en los adolescentes y se vale del teléfono móvil como mecanismo de vigilancia, dominación y abuso psicológico. ¿Cómo evitar el cibercontrol? ¿Qué pautas educativas y preventivas podríamos poner en marcha para reducir el impacto de esta realidad tan preocupante?
Lo cierto es que estamos ante un fenómeno relativamente nuevo en el que se necesita la colaboración unánime de gran parte de los agentes sociales. Familia y escuela incluida. La ciberviolencia en las parejas jóvenes nos demuestra una vez más cómo el maltrato se adhiere en nuestra sociedad, encontrando alojamiento en cualquier forma de comunicación o de relación entre las personas.
Las nuevas tecnologías son ahora un mecanismo más para ejercer la dominación sobre el otro. Lo problemático es que la investigación de los últimos años nos señala que la violencia psicológica está presente en 9 de cada 10 parejas jóvenes. Esto es al menos lo que nos señala en el libro Violencia en el noviazgo: realidad y prevención publicado en el 2015.
Los adolescentes, por ejemplo, siguen dando por ciertos mitos altamente nocivos como que los celos son un signo inequívoco de amor. También que una pareja tiene derecho a traspasar las líneas de la privacidad y la intimidad en lo referente al uso del móvil. Todo esto configura un escenario tan problemático como preocupante.
4 claves para evitar el cibercontrol
«¿Con quién hablas?, ¿quién es ese/a que aparece en la foto?, déjame leer tus mensajes. Dame las contraseñas de tus redes sociales. Borra lo que has subido en Instagram porque no me gusta…». Evitar el cibercontrol es más complicado de lo que pensamos por un hecho llamativo. Uno de cada tres jóvenes considera inevitable o aceptable que aparezcan este tipo de dinámicas en la relación.
En la actualidad, la ciberpsicología, ese nuevo campo de estudio que analiza la relación entre las personas y las nuevas tecnologías, tiene claro un aspecto. La ciberviolencia hacia la pareja es ya el tipo de abuso más común entre las relaciones adolescentes. Aparece porque se ha elevado la permisividad y la tolerancia a este tipo de conductas que no todos relacionan con el maltrato psicológico.
Así, cuando este tipo de intimidación se perpetua en el tiempo, el desgaste es devastador. La víctima evidencias serios problemas a todos los niveles: social, afectivo, salud física… Buena parte de estos adolescentes están supeditados por completo a la imaginería del amor romántico.
Este esquema justifica en muchos casos las conductas de dominación y la idea de que ser pareja es no dejar espacio para la privacidad, para la intimidad y aún menos la individualidad. El control que se ejerce sobre el móvil no se queda solo ahí, porque la dominación extiende sus tentáculos hasta cualquier área de la vida del otro.
¿Qué dimensiones deberían tener en cuenta nuestros jóvenes? Lo analizamos.
1. El amor no va de controlar, sino de confiar
Los adolescentes necesitan reformular muchos de los esquemas que han integrado sobre las relaciones de pareja. Los colegios e institutos deben desarrollar programas educativos desde los que clarificar qué bases edifican el amor saludable, enriquecedor y sano. Necesitamos desinfectar esquemas como que ser pareja nos da patente de corso para controlar al otro.
Por tanto, algo que deben entender nuestros jóvenes y adolescentes desde bien temprano es que ser pareja significa poder confiar en la otra persona. Toda forma de control es represión y sufrimiento. Nada de este último es permisible.
2. El uso del mi móvil es solo mío
Si queremos evitar el cibercontrol no le demos medios. No facilitemos a la pareja nuestras contraseñas. Querer mucho a alguien y que nos quieran no justifica que tengamos que cederle el uso absoluto de nuestro móvil. La otra persona no tiene derecho a leer nuestras conversaciones de WhatsApp, ni a pedirnos que bloqueemos a ciertas personas o que eliminemos determinadas publicaciones.
El teléfono móvil y aquello que hacemos a diario con él nos pertenece solo a nosotros. Es privado, íntimo, personal y esa dimensión no se deja en manos ajenas; aunque esas manos sean las de la propia pareja.
3. ¿Cómo evitar el cibercontrol? Si te hace sentir mal, no es amor
Pedir que les respondas a los dos segundos. Montar en cólera e insultarte cuando ve que estás en línea y no hablando con él o ella. Tratarte con desprecio o burlarse de ti por esa foto que has publicado en Instagram. Prohibirte que hables con determinadas personas. Exigirte que le des el móvil cuando te lo pide. Preguntarte dónde estás y qué haces cada pocos minutos…
Si deseamos evitar el cibercontrol hay que partir de una sencilla regla de tres: si te hace sentir mal no es amor, si no te respeta no te quiere.
4. Todo puede ir mejor: no dudes en pedir ayuda
Lo señalábamos al inicio. Muchos adolescentes normalizan el maltrato psicológico y el ciberacoso. Dan por sentado que estas prácticas de dominación y denigración son normales en un vínculo afectivo y de ahí que puedan pasar meses sin actuar. La tolerancia y más aún la incapacidad para entender que eso que les sucede es violencia dificulta a menudo el que pidan ayuda.
Es necesario que el entorno más cercano sea capaz de detectar las señales. La familia, el instituto, el grupo de amigos… Educar en relaciones saludables y saber identificar conductas de abuso psicológico es algo que deberían aprender nuestros niños y adolescentes lo antes posible. De ese modo, podrían detectar esa realidad que viven ellos mismos o los propios amigos.
Asimismo, y no menos importante, también deben recordar que pueden salir de esa situación dolorosa. Todo puede ir mejor, todo se puede solucionar. Lo único que tienen que hacer es pedir ayuda a un adulto. El único modo de evitar el cibercontrol es educando y trabajando juntos.
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