Sintonía emocional, ¿nos contagiamos de las emociones de los demás?

Sintonía emocional, ¿nos contagiamos de las emociones de los demás?
Gema Sánchez Cuevas

Revisado y aprobado por la psicóloga Gema Sánchez Cuevas.

Escrito por Equipo Editorial

Última actualización: 05 octubre, 2022

“Las emociones, igual que las olas,

no conservan mucho su forma individual”

-Henry Ward Beecher-

Viernes. Seis de la tarde. Después de trabajar llegamos a casa y recordamos que hoy se celebra el cumpleaños de uno de nuestros amigos.

Ha sido un día difícil, con tensión y discusiones en el trabajo y la realidad es que no tenemos muchas ganas de salir de casa. Aún así, por compromiso, nos preparamos y acudimos al evento.

Después de un par de horas compartiendo tiempo con los amigos, y pese a no estar muy participativos, empezamos a encontrarnos mejor. Hemos sido contagiados sin quererlo. No ha hecho falta ningún esfuerzo especial.

La presencia de los demás, sus risas y sus historias han conectado con nuestras emociones y se han expandido en nuestro interior sin planificación voluntaria especial.

¿Qué ha sucedido? ¿Cómo un rato de sonrisas ajenas ha podido vencer a una dura semana de desencuentros en el trabajo?

“Me entiendes o no me entiendes”

Todo parte de dos poderes básicos del ser humano: uno es el de comprender el estado mental de los demás, y otro es la capacidad de comprender el estado emocional.  Esto último es lo que conocemos como empatía.

Actualmente sabemos que la palabra empatía tiene casi todo el protagonismo como fortalecedor de nuestras relaciones sociales. Valoramos mucho la capacidad empática de las personas y la censuramos cuando no está presente.

Damos más valor a sentirnos comprendidos y “acompañados en el sentimiento” (bueno o malo) que recibir consejos ya sea en una relación de amistad, laboral o familiar.

La empatía revaloriza la conexión con la persona que tenemos delante. Construye superficies sanas donde levantar los cimientos de la confianza.

Contagiar emociones

Un “don” innato

¿Estamos programados para contagiarnos de los demás? ¿Es una ventaja o una desventaja?

Todos conocemos a dos tipos de personas, los que nos roban la energía y los que nos la dan. Esto pasa principalmente por la capacidad innata de reconocer y adoptar las emociones de los demás.

De una forma primitiva, sabemos que existen dos mecanismos básicos para la encontrar la sintonía emocional. El primero de los mecanismos se presenta de la forma más primitiva, en forma de contagio emocional.

En el ejemplo anterior, aunque no hayamos estado muy habladores, hemos terminado por integrarnos en el plan, sentirnos mejor y disfrutar.

No ha hecho falta más que estar allí, es decir, compartir y sincronizarnos inconscientemente mediante la interacción no verbal. Poco a poco, hemos hecho como nuestros la voz, los movimientos, las posturas y las expresiones de nuestros interlocutores.

La segunda vía es gracias al feedback facial. Esto se traduce en que sin darnos cuenta, alguien que tenemos en frente y que muestra una sonrisa sincera y rasgos de felicidad en su cara, nos contagia su expresión.

Paulatinamente, se producirán cambios en nuestra actividad muscular que posteriormente serán traducidos en nuestra experiencia emocional.

Antes de que nos demos cuenta, estamos compartiendo un momento emocional con la persona que tenemos delante. En este caso, hablamos de una fiesta y son emociones positivas, pero también se da en otros casos.

La pena y el dolor ajeno nos trasladarán emociones congruentes con la persona que lo está sufriendo a través de la interacción no verbal.

sintonia emocional

Existen investigaciones que apoyan esta hipótesis. Nuestro estado emocional cambiará después de haber sincronizado nuestra expresión facial en una dirección similar al estado de la otra persona.

¿Qué explicación podríamos darle a algo así? Es obvio que entrar en sintonía con alguien es un acto social que nos incluye dentro del grupo y nos hace partícipes de un todo basado en relaciones más o menos fortalecidas de amistad, cercanía o proximidad.

De hecho, los casos extremos de personas impermeables a este contagio por las experiencias emocionales de los demás, son considerados como portadores de alteraciones graves de la personalidad o mala salud mental.

¿Llora uno y lloramos todos?

Profesiones que comparten espacio con muchos bebes o niños pequeños simultáneamente, saben de las situaciones incontrolables donde uno de ellos empieza a llorar, y acto seguido comienza una cascada de lagrimas en el grupo.

Se dan casos donde niños muy pequeños que aunque no sepan los motivos del disgusto paterno o materno, acusan el estado emocional de sus padres.

Desde bien pequeños estamos preparados para imitar las expresiones faciales.

Hace ya más de treinta años, Los experimentos de Meltzoff y Moore recogieron estas experiencias. Los bebes de menos de 72 horas eran capaces de sacar la lengua o abrir la boca en respuesta al adulto que hacía lo mismo frente a ellos.

Estamos preparados para percibir al otro y sintonizarnos desde recién nacidos.

Psicólogos estudiosos del altruismo desarrollaron varias hipótesis donde postulaban que niños cercanos a los dos años ayudaban a otros cuando les oían llorar, para aliviar su propia experiencia emocional.

William James, psicólogo de finales del s. XIX, postuló que lo que realmente sucede es que el cuerpo cambia en función de lo que sucede alrededor, en este caso, las emociones ajenas.

Nuestros cambios corporales (sobre todo a través del gesto) son interpretados por el cerebro. Las sensaciones de esos cambios corporales serían lo que conocemos por emociones.

Nadie tiene tanta necesidad de una sonrisa,

como aquel que no sabe sonreír a los demás

-Dalai Lama-

Tenemos un “superpoder”, y si lo empleamos correctamente, podemos hacernos nuestro día a día más agradable.

Contagia y déjate contagiar por aquellos que te puedan enriquecer tu experiencia emocional.

Piérdele el miedo a ese vendedor nada simpático de la tienda de la esquina y contágiale una sonrisa.


Este texto se ofrece únicamente con propósitos informativos y no reemplaza la consulta con un profesional. Ante dudas, consulta a tu especialista.