Sonreír más, aunque sea sin ganas, también nos hace felices
Sonreír más es uno de los puntos que muchos tienen anotado en su lista de propósitos; no obstante, su logro es más complejo de lo que pensamos. En ocasiones, tenemos que hacerlo sin ganas, apoyando una hipótesis: ser felices nos hace sonreír, del mismo modo que sonreír nos hace más felices.
La teoría en la que se basa esta premisa determina que nuestra forma de comunicarnos con nuestro cuerpo nos afecta anímicamente. Si tendemos a adoptar una postura decaída y un gesto melancólico, es muy probable que adoptemos también ese estado de ánimo. Por tanto, podemos decir que nuestra comunicación no verbal tiene “efectos secundarios” sobre nosotros.
Sonreír más nos ayuda a sentirnos mejor.
Las funciones de la sonrisa
La sonrisa es un gesto universal, lo que quiere decir que es compartido por la totalidad de la humanidad. Lo curioso es que no nos sirve únicamente para demostrar que estamos felices o contentos. Existen, de hecho, tres tipos de sonrisa:
- Sonrisa de felicidad: es la más conocida. Nos sirve para comunicar nuestra felicidad, para mostrar al mundo que estamos felices y nos sentimos complacidos o realizados.
- Sonrisa “social”: esta clase de sonrisa no significa felicidad, sino que se emplea para transmitir seguridad a los que nos rodean. Con esta sonrisa estamos comunicando que somos de fiar, que los demás no tienen nada que temer; es una sonrisa que empleamos en la calle, en la cola del supermercado… con personas que no conocemos.
- Sonrisa de superioridad: con ella, queremos transmitir arrogancia y darnos importancia frente a los demás. Es una prueba de orgullo y también la manifestación de una idea en la que en ese momento creemos: estamos por encima de los que nos rodean.
Sonreír más provoca felicidad
Aunque cueste creerlo, adoptar una postura relajada y feliz nos hace sentir, precisamente, relajados y felices. De ahí que sonreír más, nos ayude a saborear la felicidad. Existe un estudio, realizado en los años 80 por Fritz Strack, que lo demuestra:
En el estudio, dos grupos de personas eran expuestas a tiras cómicas que debían leer con un lápiz en la boca. Este lápiz estimulaba el músculo cigomático mayor, causante de la elevación de mejillas característica de la sonrisa.
El grupo portador del lápiz demostró ser más sensible al contenido humorístico que el que no contaba con el lápiz, por lo que se concluyó que replicar el gesto de la sonrisa de manera fisiológica favorece un estado de ánimo positivo.
De esta forma, se desarrolló una teoría muy influyente en psicología, que sostenía que el gesto llevaba a la emoción. Al igual que, como ya se sabía, la emoción produce el gesto.
Polémica relacionada con el estudio de Strack
Sin embargo, posterior a este primer estudio, se desarrollaron otros que intentaron replicar el resultado. Desgraciadamente, en ninguno de ellos se han obtenido unos resultados tan claros, por lo que en la actualidad la idea se cuestiona. No existe ningún experimento moderno que apoye con solidez los resultados del estudio de Strack.
De hecho, si replicamos el experimento en casa, frente a un espejo, es probable que intervenga otro conocido fenómeno, esta vez probado con frecuencia: el efecto placebo. Gracias a este curioso efecto, somos capaces de experimentar resultados con procesos, medicamentos o tratamientos que carecen de principios activos o eficacia real.
Ejercicios reales para provocar la sonrisa (y la felicidad)
Ante esta situación, cabe preguntarnos si realmente existen ejercicios para sonreír más ser más felices. La profesora Laurie Santos, de la Universidad de Yale, nos lo demuestra con el curso más popular de la íntegra historia de dicha universidad. En su curso Cómo ser feliz, describe 5 acciones diarias si queremos aumentar nuestro estado subjetivo de felicidad:
1. Lista de gratitud
Varias veces a la semana, si no todas las noches, escribiremos en un cuaderno o libreta aquello por lo que nos sentimos agradecidos. Podemos hacerlo respondiendo a las siguientes preguntas: qué tenemos que nos hace felices y/o a quiénes agradecemos su presencia en nuestra vida.
2. Sueño de calidad
No se trata de dormir mucho, sino de dormir de manera efectiva. Con la edad, lo de dormir ocho horas al día se convierte prácticamente en una utopía. Parece que con la edad necesitamos dormir menos y además tenemos más problemas que hacen más difícil la tarea de conciliar el sueño.
Sin embargo, todos conocemos las ventajas de un buen descanso. Así, por ejemplo, este contribuye a un buen funcionamiento de nuestro sistema hormonal, que a su vez afecta a funciones vitales como el metabolismo, la digestión o la concentración.
3. Meditación
Con solo 10 minutos de meditación diaria, nuestro estado de ánimo mejorará. La eficacia de esta práctica está más que demostrada. Además tiene una cualidad asombrosa: su práctica afecta mejora la concentración plena (mindfulness).
4. Tiempo con los seres queridos
Pasar tiempo con las personas queremos nos ayuda a relajarnos, a olvidarnos de las obligaciones y, en definitiva, a ser más felices. Esto es debido a que las conexiones sociales y las relaciones interpersonales se relacionan con momentos de felicidad: vacaciones, fiestas, celebraciones, juegos…
5. Reducir el tiempo en redes sociales
Inevitablemente, pasar más tiempo con tus seres queridos implica dedicar menos tiempo a otras formas de comunicación. Un ejemplo: cuando intercambiamos mensajes utilizando pantallas.
Es cierto que las redes sociales nos han proporcionado multitud de beneficios, pero no sin que las “relaciones reales” pagaran un precio. Pensemos que en cuanto a la percepción subjetiva de nuestra calidad de vida, las conexiones reales son mucho más importantes. Porque de poco vale una sonrisa de felicidad si no es para compartirla más allá de un emoticono.
Y por último, ¡no te olvides de sonreír más!