Tener una pareja nos complementa, no nos construye
Desde que Aristóteles sostuvo algo así como que ‘el amor se compone de una sola alma que habita en dos cuerpos’, parece que la concepción de tener una pareja se ha ido adaptando a ello. Sin embargo, lo que no solemos recordar es que también dijo: ‘El hombre más poderoso es aquel dueño de sí mismo’.
Soy consciente de que ambas afirmaciones están descontextualizadas y de que no sé hasta qué punto Aristóteles tuvo que ver realmente con ellas, pero me sirven para introducir el tema de este artículo: el amor en forma de pareja puede ser muy enriquecedor, pero es beneficioso saber que no es necesario.
Una pareja no es necesaria, pero puede hacernos mejores
Pongámonos en situación: tenemos un evento muy importante al que se nos pide que vayamos vestidos de una determinada manera y para el que pensaremos durante mucho tiempo cuáles son los complementos que nos sientan mejor con ese atuendo impuesto.
“Yo no quiero que me necesites, quiero que cuentes conmigo hasta el infinito
y que el más allá una tu casa y la mía.”
-Elvira Sastre-
En el momento en el que hemos descubierto cómo colocar dichos complementos, estos potencian lo que llevamos puesto: con las relaciones que mantengamos ocurre algo parecido pero mejor, pues lo que se potenciará será lo que va dentro de la ropa.
Los complementos (tener una pareja) no son necesarios, pero si decidimos tenerlos nos aportan otras particularidades que no tendríamos sin ellos. Son como un plus: una pareja es un plus de vivencias, apoyos y enseñanzas que compartir que puede hacernos mejores, pues aprenderemos hasta de las veces que salga mal.
“Déjame que te abrace, ahora / que todavía / tu piel no lleva escritas las / mentiras del mundo / y tus labios son sede solo de la / hermosura. / Porque solo he querido ser / bueno y verdadero /, y tú puedes hacerme, / déjame que te abrace.”
-Juan Antonio González Iglesias-
La pareja con independencia y espacios
Tener pareja, de hecho, es una fortuna siempre y cuando los miembros de la misma respeten su independencia emocional y sus espacios puesto que es la forma que tenemos para realizarnos y crecer. Es decir, existen dentro de la pareja dos vidas distintas que requieren su parte de atención individualizada para poder progresar en común.
En el instante en el que nos hemos dado cuenta de que somos felices con nuestra soledad y que no nos hace falta nadie para serlo, entendemos la importancia de estas ideas. De hecho, muchas veces ocurre que cuanto más cerca quiere estar alguien de nosotros más huimos, porque nos sentimos cohibidos e incluso un poco acosados.
En otras palabras, el amor no es racional pero necesita un poco de cabeza si queremos que la idea de tener una pareja sea duradera. Querer estar con alguien significa entender que puede que algún día esa persona se vaya y nosotros seguiremos, dolidos, pero enteros.
El amor es una decisión, no una adicción
El amor en pareja no es una adicción ni una obsesión, aunque los primeros meses de una relación pueda parecer así: nos enfrascamos en una nebulosa en la que los tiempos y los espacios se confunden, nos sobran motivos y razones para compartirlos con la otra persona.
Lo cierto es que las obsesiones no son sanas y nos pueden llevar a relaciones tóxicas, en las que dejamos de valorarnos para vivir en un mundo falso y ajeno a la verdadera cara de las cosas, con los ojos vendados de irrealidades.
En este sentido, si decidimos empezar una relación es porque creemos que estamos preparados para ello: para enamorarnos de otra persona y seguirnos cultivando el amor propio. Elegimos iniciar y elegimos acabar porque no pertenecemos a nadie ni nadie nos pertenece, aunque a veces nos hayan hecho creer que sí.
“Y una cosa puedo jurar:
Yo, que me enamoré de tus alas,
jamás te las voy a querer cortar.”
-Carlos Miguel Cortés-