Trastornos alimenticios en niños: cuando mi hijo se niega a comer
Estamos acostumbrados a tratar los trastornos alimenticios que surgen en la etapa de la adolescencia como una consecuencia de la deformación de la realidad y de múltiples problemas de autoestima y confianza en uno mismo. Pero, ¿qué ocurre con los niños? En la infancia también pueden surgir trastornos alimenticios que será importante identificar y tratar.
Durante los primeros años de vida, entre los 0 y los 6 años, es especialmente importante que el niño se alimente de manera adecuada. Así nutrirá su cuerpo para que su crecimiento sea optimo y minimizarás las posibilidades de que tenga un problema en su desarrollo. Esto puede ser muy fácil de escribir, pero, cuando nos encontramos con niños que comen muy lento, se distraen, rechazan la mayoría de las comidas e incluso se niegan a ingerir alimentos la tarea de cuidar la dieta se vuelve ardua.
Según la revista de la “Academia Americana de Psiquiatría Infantil y Adolescente” los niños de 5 años empiezan a mostrar preocupaciones por su apariencia
Los problemas en la alimentación pueden derivarse de una enfermedad que sufra el niño. Pero, en otras ocasiones, también pueden partir de una alteración del vínculo con los padres. Nos sorprendería descubrir la cantidad de dificultades que surgen y que se podrían solucionar si aprendiésemos a conformar un vínculo fuerte entre padres e hijos.
Los trastornos alimenticios y la enfermedad en la infancia
Hay niños que nunca han comido por la boca. Esto puede ocurrir por sufrir enfermedades que provocan que su proceso digestivo no sea el común. A través de una vía o sonda el niño recibe el alimento. En este caso, los niños pueden rechazar la idea de utilizar su boca para comer. No olvidemos que es una situación extraña para ellos.
Existen otras circunstancias en las que se manifiesta una aversión hacia la comida. Por ejemplo, diversas enfermedades de carácter neurológico, como el autismo. Los niños pueden comer solo alimentos que tengan un determinado color o forma, rechazando el resto. Muchas veces, incluso rechazan aquellos alimentos que les obligan a masticar.
Pero, ¿qué ocurre cuando hablamos de otro tipo de enfermedades como la anorexia y la bulimia? En estas edades los niños no suelen tener preocupaciones sobre su cuerpo. Tampoco sobre su peso o lo que es positivo comer porque tiene pocas grasas y calorías… Por eso, normalmente, existen otro tipo de factores externos, familias desestructuradas, estrés, que provocan este problema.
“No puedo comer el helado de chocolate. Esto no me deja. La voz en mi cabeza no se va mamá”
-Dana, 8 años-
Un ejemplo de anorexia en niños tiene como protagonista a Dana. Una niña de 8 años que no sabía qué era la anorexia hasta que sus padres indagaron y se dieron cuenta de que sufría este tipo de trastorno alimenticio. Ella no lograba explicar por qué veía grasa en su cuerpo, por qué dejaba de comer. Con sus propias palabras ella explicaba que desconocía el motivo por el que cambió sus hábitos alimenticios.
¿No quiero comer o no puedo comer?
Son diversas las investigaciones que han explicado que la anorexia puede tener un componente genético que puede explicar la situación de Dana. Ella no sabía ni cómo se llamaba lo que le estaba sucediendo y, aún así, lo sufría, dejaba de comer. De alguna manera, el dibujo de la comida en su cabeza era el de una enemiga.
Es importante que sepamos diferenciar las conductas que señalan trastornos alimenticios de las que podemos considerar normales y habituales. Por ejemplo, es normal que los niños rechacen la comida sólida cuando empiezan a dejar los alimentos triturados. En muchas ocasiones se negarán a comer a menos que se triture la comida, pero esta es una situación que no se debe prolongar.
También es necesario prestar atención a los elementos que rodean al niño cuando comen. A veces no come o come demasiado lento porque hay elementos que le distraen. Pueden ser sus hermanos, la televisión, juguetes u otro tipo de situaciones. Ante esto, es necesario poner fuera de su alcance todo aquello que pueda distraerle.
Pero, sobre todo, es muy importante que tengamos en cuenta nuestros propios hábitos alimenticios. Como padres, somos modelos a seguir para nuestros hijos y si nosotros nos alimentamos mal, ellos también lo harán. ¿No meriendas?, ¿no comes las verduras?, ¿cocinas rápido y mal? Tus hijos se negarán a hacerlo si en su casa no se encuentran con un modelo de conducta adecuado.
El estrés en el colegio, la ansiedad por separación, un entorno familiar desequilibrado pueden provocar trastornos alimenticios en los niños. Por otro lado, no comer también puede ser una forma de llamar nuestra atención si a lo largo del día solamente se la prestamos en el momento de la comida. En estos casos es normal que lo quieran alargar.
En muchas ocasiones no serán enfermedades, ni siquiera dificultades para concentrarse los que causen los problemas alimenticios. Muchas veces, todo se genera dentro del hogar. Las discusiones, divorcios, peleas y poca atención al niño provocarán ansiedad por separación, problemas emocionales y otras muchas dificultades que pueden manifestarse en la conducta alimentaria.
Ante cualquier duda sobre la conducta alimentaria de nuestros hijos tenemos que acudir a un especialista. Si esto sucede, es necesario mantener nuestra mente abierta, pues la solución para este tipo de problemas requiere de constancia, paciencia y determinación.
Un poco de todo
Como se ha mencionado antes, el ejemplo es muy importante. Si queremos que nuestro hijo coma de todo, los padres son un referente a seguir. En muchas ocasiones, el niño puede rechazar comer algo que de primeras no le gusta, sin embargo, poco a poco y con cariño, podemos hacerle sentir aprecio por casi todos los sabores. Hay gente muy delicada a la que le gustan muy pocas cosas. Por otro lado, algunos comen todo aquello que caen en sus manos. ¿A qué se debe esta diferencia?
Cuando el niño, de primeras, rechaza un alimento y se lo quitamos, estamos reforzando que lo vuelva a rechazar, es decir, potenciamos que no le guste. Por ello, es tan importante que nosotros también comamos de todo. De esta forma, nuestro hijo verá que todo es “agradable” y podrá imitar nuestra conducta.