El trauma familiar, ¿cómo hacerle frente?
El trauma familiar es una condición en la que toda la familia ha sido expuesta a una situación sorpresiva y negativa que desbordó las capacidades de los miembros de la familia para afrontarla.
Una de las principales características del trauma es que marca un punto de inflexión. Es decir, de alguna manera cambia la trayectoria vital previa. Incluso, en muchos casos, podemos hablar del nacimiento de un nuevo estado psíquico.
Son varios los hechos o las circunstancias que pueden darle forma al trauma. Por ejemplo, un hecho muy violento en el hogar, la presencia de una adicción severa, la muerte súbita o en condiciones confusas de uno de los miembros de la familia, etc.
En lo traumático hay un elemento decisivo: la situación adversa es súbita y sorprendente. Eso en gran medida es lo que termina desbordando las capacidades de las personas para abordarla y gestionarla. En el trauma familiar todas o la mayoría de las personas que conforman la familia han vivido una situación de este tipo.
“No podemos eliminar los hechos traumáticos del pasado, pero podemos darle otra interpretación con mayor sentido. El trauma puede actuar como un disparador de recursos internos y familiares”.
-Isabel Serrano Rosa-
El trauma familiar
En muchos casos, la narración y los pensamientos alrededor de la circunstancia origen del trauma terminan por darle esta naturaleza. La evolución depende en buena medida la magnitud y el significado de la herida que se ha formado.
Frente a lo sucedido, lo frecuente es que primen los sentimientos de estrés, ansiedad y depresión, y esto se refleja en la manera de hablar sobre esa situación.
Cada persona vive de una manera diferente el trauma familiar. Esto depende de muchas variables como la edad, el sexo, la estructura psicológica individual, el rol dentro de la familia y el papel que jugó en la situación adversa, entre otros aspectos.
Sin embargo, lo común es que todos experimenten ansiedad y tristeza frente a lo ocurrido y cada uno trata de lidiar con ello de la mejor manera que puede.
Aunque resulte contradictorio, el trauma familiar, así como el trauma individual, provocan también culpa y vergüenza. La primera nace de la idea de haber podido hacer algo diferente para evitar lo que ha sucedido. La segunda nace de la conciencia de haber sido objeto de un daño, que otras personas no han padecido y, por lo tanto, genera una sensación de inferioridad.
Lo individual y lo colectivo
Aunque el trauma familiar es vivido por todos los miembros de la familia, también se lidia con él de forma individual. A veces puede haber coincidencia en la forma de gestionarlo en uno y otro ámbito y otras veces no. También hay ritmos y efectos diferentes, pero es posible que se desee homogeneizar los sentimientos frente a lo sucedido.
Una situación muy típica es aquella en la cual hubo un suicidio. Esto impacta a todos, pero lo hace de una manera muy diferente en la madre, el padre o los hermanos. Si quien se suicida es el padre o la madre, también tendrá un efecto diferente en el cónyuge, los hijos, los abuelos, etc. Algunos pretenderán que nunca más se vuelva a hablar del tema, aunque otros quieran hacerlo.
Lo más habitual es que los acuerdos al respecto se den de forma implícita. Una de las personas habla del tema y otra llora. Es un mensaje para que guarde silencio. Así mismo, es muy común que cada persona recuerde las cosas de una manera diferente, pero al mismo tiempo se instaure una “verdad oficial” de lo acontecido.
¿Qué hacer?
El efecto de un trauma familiar puede ser muy duradero. De hecho, es posible que alcance a generaciones que aún no han nacido. Si no se abordan y se gestionan, incuban tabúes, prejuicios y bloqueos. En este caso, como en el de cualquier trauma, la salida está en mirar la situación a los ojos y elaborarla. De seguro, hay resistencia a hacerlo, pero es la única salida.
Es muy recomendable que cada persona busque ayuda profesional, de forma individual. Con mucha frecuencia, hay miembros de la familia que desean obtener una ayuda colectiva, pero esto no excluye el tratamiento individual. Muchas veces la insistencia en abordar el tema “como familia” encubre la dificultad que alguno de los miembros de la familia tiene para encarar el dolor por sí solo.
Hablar sobre el tema es muy positivo para todos. Es claro que no todos están listos para ello al mismo tiempo y que se deben respetar los tiempos de cada uno. Sin embargo, también se deben abrir espacios para tratar el asunto. Silenciar o reprimir son estrategias fallidas y, a la larga, solo generan más dificultades.
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- Meyer, L. (2007). Trauma familiar y crisis. Jornal de Psicanálise, 40(72), 165-175.