Tu paz mental es más importante que entender por qué ocurrió

¿Cuántas veces te has quedado estancado tratando de comprender los porqués de algo que te ocurrió? ¿Y si empleas esa energía mental en ti mismo?
Tu paz mental es más importante que entender por qué ocurrió
Elena Sanz

Escrito y verificado por la psicóloga Elena Sanz.

Última actualización: 31 julio, 2021

“¿Por qué me pasa esto?”, ¿te suena esta pregunta? Es una de las dudas que más nos atormentan cada vez que algo inesperado y negativo nos sacude. Tal vez pienses que cuestionarte por qué ocurrió te ayudará a solucionarlo o a evitar que vuelva a suceder, pero la realidad es que la mayoría de las veces esto únicamente te roba la paz mental que deberías proteger por encima de todo.

A los seres humanos nos gusta lo predecible, nos aterra la idea de que las cosas más importantes de nuestra vida estén fuera de nuestro control. Por ello, caemos en la trampa de la rumiación, de tratar de unir los puntos mentalmente, repitiendo una y otra vez el mismo proceso de pensamiento que no nos lleva a ninguna solución. ¿Y si aprendiésemos a soltar y seguir adelante?

Mujer pensando

Necesitamos entender por qué ocurrió

Algunas personas son más capaces de aceptar los sucesos sin quedar enredados en los porqués. En cambio, para otros la necesidad de hallar respuestas viene desde la infancia. ¿Cómo puede comprender un niño por qué uno de sus padres lo abandona, lo rechaza o lo maltrata?

Crecer en uno de estos entornos conduce a una sensación de indefensión que acompaña durante toda la vida, en la que el individuo se siente incapaz de manejar su propio rumbo y circunstancias. Por ello, es común que surja una necesidad de vigilar, comprender y encontrar datos que nos permitan sentir que tenemos algún control.

¿Quién es el culpable?

Así, continuamos aplicando este hábito mental en distintas situaciones. ¿Por qué no soy popular entre los compañeros de clase?, ¿por qué este amigo se ha ido de mi vida?, ¿cuál es la causa de la infidelidad de mi pareja? Necesitamos respuestas y esto se traduce, la mayoría de las veces, en buscar culpables. 

Nosotros

En primer lugar, podemos culparnos a nosotros mismos por no haber hecho las cosas de diferente manera, por ser débiles, por ser insuficientes, por no ser válidos. Si nos sentimos causa, terminaremos culpabilizándonos, castigándonos psicológicamente y destrozando nuestra autoestima.

Asumiremos que merecíamos lo que nos ocurrió y al dolor por lo sucedido se sumará el sentimiento de fracaso e inadecuación. “Mi pareja me traicionó porque ya no soy atractivo“, “decidió terminar nuestra amistad porque soy aburrido y poco interesante“.

Los demás

También es común en nuestro intento por comprender por qué ocurrió algo, cargar a los otros con la responsabilidad. Así, atacamos la personalidad y los valores del otro, colocándonos en el papel de víctimas. “Me traicionó porque es cruel“, “se fue porque es egoísta“.

La vida

Por último, podemos terminar asumiendo que simplemente la vida es injusta, dura y cruel. Que por algún motivo tenemos mala suerte y estamos condenados a padecer lo que sea que acontezca. Nos resignamos y caemos en un peligroso pesimismo. “¿Para qué voy a esforzarme en lograr mis metas si no tengo control sobre lo que va a suceder?”.

Mujer pensando

No tienes que comprender por qué ocurrió, suéltalo y descansa

Cualquiera que sea la conclusión a la que te aferres, terminarás agotándote mental y emocionalmente y saldrás, irremediablemente, mal parado. En el primer caso destrozarás tu autoestima, en el segundo caerás en el rencor y la desconfianza y en el tercero te verás invadido por el pesimismo y la desesperanza.

Y lo más relevante de todo es que, generalmente, no podemos saber por qué las cosas ocurrieron de ese modo; y menos aún en ese mismo instante. En ocasiones el tiempo y la perspectiva nos otorgan la respuesta, pero otras veces simplemente no es posible saberlo.

¿Por qué un padre maltrata a su hijo? Puede que su propio dolor le impida ejercer la paternidad del mejor modo, puede que la educación que él mismo recibió sea la causante de su conducta. No podemos saber con certeza las causas de todo lo que nos sucede y tampoco es relevante. Llegados a ese punto, nuestra energía ha de dirigirse no a preguntarnos “¿por qué ocurrió?”, sino “¿qué podemos aprender de ello?”.

Tú necesitas esa energía para sanar, para integrar lo ocurrido y para salir adelante fortalecido. No malgastes tus recursos en tratar de comprender, inviértelos en ti. Si puedes extraer un aprendizaje de lo sucedido hazlo y sigue adelante, no te estanques en analizarlo obsesivamente. Tu futuro te necesita, tu pasado ya no.


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  • Calvo, N. (2013). Mindfulness: vivir el presente, fluir con la vida. Sesenta y más, (320), 8-13.

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