El valor de los recuerdos
El valor de los recuerdos positivos es uno de los principales elementos de estabilidad, un refugio con una capacidad extraordinaria para protegernos. Decía Pío Baroja que “En buena parte somos la prolongación de nuestro pasado; el resultado de un recuerdo“.
En este sentido, el cerebro es un órgano capaz de almacenar, ordenar y priorizar todos nuestros recuerdos. De hecho, aunque esté superada, en psicología se utilizó durante muchos años la metáfora del ordenador para hablar del cerebro, y en especial de la memoria. Una memoria que no es otra que la ciudad de las membranzas.
Los psicólogos indican que todos nuestros recuerdos tienen una relación muy estrecha con las emociones, por eso somos capaces de experimentar nuevamente las emociones originales cuando los volvemos a situar en el foco de nuestra atención. Un recuerdo agradable puede devolvernos esa paz interior perdida, restaurar esa autoestima lastimada. Por contra, si esa experiencia vivida se traduzca en un recuerdo amargo, lo último que querremos será rememorarlo.
“A veces no conoces el verdadero valor de un momento hasta que se convierte en memoria“.
-Dr. Seuss-
El valor de los recuerdos
Hace un tiempo tuve en mis manos una maravillosa historia real sobre el valor de los recuerdos, un entrañable encuentro con el pasado después de muchos años. En el mes de mayo de 2017, un chico de 14 años, llamado Patryk Lessman, estaba pasando unos días de vacaciones con su familia en una casa de verano, en el lago Jeziorak (Polonia).
El joven disfrutaba construyendo cabañas de madera y pescando en el lago. Un buen día, por casualidad, enterradas en una zona boscosa, encontró dos viejas lecheras antiguas y rápidamente informó a sus padres del hallazgo. Estos dieron aviso a las autoridades locales, que regresaron al lugar con detectores de metales en busca más objetos.
Unos meses más tarde, después de analizar minuciosamente lo encontrado, se convocó una rueda de prensa para informar sobre el hallazgo. Las dos lecheras contenían objetos personales y recuerdos familiares del conde Hans Joachim Finckenstein, propietario de la finca en el pasado.
Hallaron numerosos documentos, entre ellos, la última voluntad del conde, el sello y el escudo de armas de la familia Finckenstein, (una antigua familia aristocrática prusiana) e incluso el pasaporte de Hans Joachim y su diario de la Primera Guerra Mundial. En la segunda lata estaba su uniforme de la Segunda Guerra Mundial y multitud de cartas y poemas de sus hijas.
Hans Joachim von Finckenstain nació en 1879 y vivió las dos grandes guerras. En el verano de 1944, ante el avance soviético, Hans Joachim y su mujer Hildegard enviaron a sus hijas a Pomerania (territorio entre Alemania y Polonia) y ellos permanecieron escondidos en la zona. El depósito de objetos personales data de esa época, pero no está claro si los enterró el padre o la madre.
Historias de aquellos años: la posibilidad de generarlas en estos años
Los investigadores localizaron en Alemania a Waldtraut, la hija pequeña del conde, que actualmente cuenta con 81 años de edad. Al ver los objetos encontrados se emocionó profundamente. Se agarró fuertemente a las zapatillas de su padre y lloró durante largo rato. Contó a los periodistas cómo, cada noche, su padre las subía a ella y a su hermana hasta el dormitorio mientras ellas se agarraban a sus zapatillas y disfrutaban riendo hasta que el sueño las vencía.
Aún recitaba de memoria alguno de los poemas hallados, escritos por ella misma setenta años atrás. Con lágrimas de alegría en los ojos, les dijo a los periodistas que la quisieron entrevistar: “siempre desee escribir, mi madre me animaba para que aprendiese a coser y a bordar, pero está claro que lo mío eran los libros”.
Waldtraut recuerda las tormentas de verano en el lago Jeziorak y el olor a tierra mojada. “Esas tardes interminables en las que no podíamos salir por la lluvia y yo recitaba poemas mientras mi hermana amenizaba la puesta de sol con música; toda la familia observaba entusiasmada mientras disfrutaban del espectáculo. Fue una parte de mi vida maravillosa que ahora recupero gracias a estos recuerdos”
Esta historia nos recuerda lo hermoso de exprimir el tiempo motivados por deseos reales, profundos. Nos anima a perder la costumbre de postergar lo importante, a dejar de ocultar lo que sentimos. Es sencillo: cada momento contiene la magia que nosotros le impongamos. Si pudieses diseñar tu mejor recuerdo, ¿cómo lo harías?
“Los recuerdos son una forma de aferrarte a las cosas que amas, las cosas que eres, las cosas que no quieres perder”.
-Anónimo-