A veces lloramos tantas lágrimas que en ellas podrían nadar ballenas
Llorar es aquella acción involuntaria que no necesita realizarse para sentirse: exteriorizas el llanto y la lágrima es su representación; pero también lo interiorizas y entonces no hay imagen posible, solo tu nudo en el cuerpo. Cualquiera de estas dos formas de llorar implica un tormento y, alguno, consigue ahogarte.
El llanto que no consigue exteriorizarse es, normalmente, el más real. Tú no sabes cómo ha ocurrido exactamente, pero te encuentras aprisionada a algo que estás sintiendo y de lo que piensas que no puedes escapar. Pareciera, de hecho, tan tuyo que no aciertas a adivinar la diferencia entre tus límites y los suyos: normalmente eres mayor, pero siempre te supera.
“El verdadero dolor es indecible. Si puedes hablar de lo que te acongoja estás de suerte: eso significa que no es tan importante. Porque cuando el dolor cae sobre ti sin paliativos, lo primero que te arranca es la palabra. Hablo de ese dolor que es tan grande que ni siquiera parece que te nace de dentro sino que es como si hubieras sido sepultada por un laud.”
–Rosa Montero–
El valor de una lágrima
Has conocido el dolor en tu propia piel y sabes lo que se siente cuando algo te ha partido el alma: días que te cuestan meses, meses que se comportan como años. Unas ganas de vivir un día más que brillan por su ausencia. Noches en silencio escuchando tus gritos…
La moraleja de todo esta angustia se identifica con el valor de una lágrima: la esencia que puede tener cuando lloras o cuando ves a alguien llorar. Es muy probable que una lágrima tuya te haya acercado más a otra persona que una sonrisa y es muy posible que ver el dolor de otra persona haya podido ser tu puente directo a conocerla y conocerte.
“Conozco esas lágrimas que no caen y se consumen en los ojos, conozco ese dolor feliz, esa especie de felicidad dolorosa, ese ser y no ser, ese tener y no tener, ese querer y no poder.”
-José Saramago-
Sabes que puedes identificarte con ese ser y no ser, querer y no poder. Por ello te compenetras con las personas que se abren a ti y te hacen saber que se sienten como un día tu te pudiste sentir: las lágrimas nos vuelven a la veracidad de que somos humanos con distintas formas de sentir, pero mismos sentimientos.
Vas a lograrlo, supera el naufragio
Como todo hueso ya decía Lorca que deshace y la fruta madura; y es que nacimos llorando, cogemos aire para sacar lo que nos duele y cogemos aire. Por eso sé que vas a lograrlo: poco a poco el nudo irá dejando lado a otras cosas que te harán aprender de él y superarlo.
Se va a deshacer y el dolor será una de tus marcas imborrables de tu paso por la vida. Te acompañará allá donde vayas, pero llegará un día en el que solo será aquello que una vez fue y ya no es. Habrás superado el naufragio y, entonces, te darás cuenta de la realidad de las palabras de Paula Bonet: a veces lloramos tantas lágrimas que en ellas podrían nadar ballenas, pero no puedes permitir que se ahoguen.
No te ahogarás, aunque tengas el agua en el cuello. Recordarás, quizá, que siempre existe el fuego porque ha de haber algo que contrarreste el frío. Encontrarás, poniendo todo el empeño que hay en ti, a aquellas personas que puedan darte el calor que tanto necesitas. Incluso, es probable que no necesites empeño, que aprendas que los amigos llegan sin pedirlo y cuando más lo necesitas.
“No te rindas, aun estas a tiempo
de alcanzar y comenzar de nuevo,
aceptar tus sombras, enterrar tus miedos,
liberar el lastre, retomar el vuelo.
No te rindas que la vida es eso,
continuar el viaje,
perseguir tus sueños,
destrabar el tiempo,
correr los escombros y destapar el cielo […]”-Mario Benedetti, ‘No te rindas’-
No te rindas, llora, pero no te rindas. La vida necesita gente que se levante de su caída, que aprenda a estar en el suelo y pueda decirle cómo lo ha logrado. La vida, los demás, necesitamos gente como tú que sea capaz de llorar y al mismo tiempo entender sus lágrimas.
Imagen cortesía de Amanda Cass