Hay veces que lo damos todo y no se valora nada
Nos movemos en un mundo en el que las costumbres pesan sobre nosotros como obligaciones. Quien más y quien menos en algún momento de su vida ha sentido que lo que hacía porque quería, se convertía en una imposición. Es en ese momento que lo damos y no se valora nada, pues se da por hecho.
Generalmente, nos obligan y obligamos a hacer algo sin ser demasiado explícitos. O sea, que de alguna manera se acaba sobreentendiendo que los demás esperan algo de nosotros y que nos corresponde hacerlo.
En cualquier caso, la verdad es que cuando los damos todo, acaba por no valorarse nada. Esto, de hecho, contrasta con lo que sucede con quienes hacen poco, pues a ellos se les valora más ese mínimo que a nosotros un máximo.
La importancia de marcar nuestro valor
“Cada cual se tasa libremente en alto o bajo precio, y nadie vale sino lo que se hace valer; tásate, pues, como libre o como esclavo: esto depende de ti”.
-Epícteto-
Hay personas a las que les damos todo lo que tenemos, pero nunca tienen suficiente. Sea lo que sea, cuando nosotros dejamos de entregarles lo que creen que necesitan o ellos tienen esa percepción, nos acusan de egoístas y nos machacan con que no nos preocupamos por ellos.
En este sentido, cabe resaltar que no siempre este tipo de actitudes se fundamentan en el egoísmo, sino que también pueden hacerlo en el desconcierto y en la falta de habilidades y de entrega. Es decir, tenemos que tener en cuenta que darlo todo puede suponer una carga para el otro, ya que pueden sentir que nunca podrán compensarlo.
Esto, a veces, ocasiona que las personas se enojen, se marchen o no sepan cómo actuar.
Así, sea lo que sea lo que sucede, lo importante es comportarse desde la mesura y no darnos en exceso a los demás. Como hemos comentado, de alguna forma, nosotros mismos marcamos nuestro precio, por lo que hay que ser especialmente cautelosos a la hora de entregarnos a los demás.
Qué hacer cuando lo damos todo y no se valora nada
“Deshazte de quien duda de ti, únete a quien te valora, libérate de quien te estorba y ama a quien te soporta”.
-Paulo Coelho-
Si queremos ser libres tenemos que deshacernos de los egoísmos que nos someten. Es decir, que porque alguien a quien apreciamos espere algo de nosotros, no tenemos por qué hacerlo.
En primer lugar, tenemos que desaprender eso de que el sacrificio nos hace personas mejores o más válidas. Comportarnos de esta manera nos hace despreciar o descuidar una parte emocional y física de nosotros que es muy valiosa para ser felices.
Por otro lado, debemos tener claro que alguien que nos lastima intencionalmente y que nos exige algo no merece que sigamos a su lado ni que le ofrezcamos nuestra entrega. Es decir, tenemos que dejar de soportar esto y abrir la ventana del adiós. Lograrlo nos hará fuertes.
Es natural que una vez que hayamos analizado el problema nos sintamos molestos o heridos. En este sentido, debemos mantener nuestra concentración en ser constructivos y en no castigar a los demás, pero sobre todo a nosotros mismos.
Tenemos derecho a ser respetados y valorados
Para deshacerte de los abusadores empieza por cosas pequeñas, de manera que puedas comunicar tus necesidades sin sentirte culpable por renunciar a atender a las de los demás. Para hacer esto no necesitas ser agresivo, sino persistente y asertivo.
Ante todo, habla en primera persona e inicia el diálogo asertivo con frases del estilo “hay situaciones que me hacen sentir poco respetado”, en vez de “no me valoras”.
Trabajar este sentimiento requiere que nosotros nos valoremos primero para que los demás lo hagan. Esto nos ayudará a rechazar peticiones abusivas que no nos aportan ningún bien, ya que tendremos las ideas claras sobre qué es lo que nos hace sentir bien y qué es lo que no. Ten siempre presente que el derecho de sentirse respetado es tuyo y tienes que trabajar por que nadie te robe tu capacidad de sentir lo que vales y el reconocimiento que mereces.
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- Mora Ríos, K. A. (2019). La desilusión de un amor idealizado.