¡Basta de exigir!

De acuerdo con la Terapia cognitiva o racional, las personas padecemos perturbación emocional básicamente por las evaluaciones irracionales que hacemos sobre nosotros mismos, los demás y el mundo. Estas evaluaciones son exigencias absolutistas, obligaciones, “debo” y “tengo que”. Es decir, del hecho de exigir.
Cuando nos exigimos a nosotros mismos, tendemos a pensar ¡yo debería hacerlo todo bien! ¡Debería ser una perfecta madre, un perfecto marido, un perfecto trabajador! ¡Debería ser delgado! Cuando exigimos al mundo pensamos ¡Esto no debería estar pasando! ¡El mundo tendría que ser de otro modo! ¡Es injusto que esto me ocurra a mí!
Cuando exigimos a los demás nuestros pensamientos son del tipo ¡Todo el mundo debería tratarme bien al igual que lo hago yo! ¡Mi marido debería darse cuenta de lo que me ocurre! ¡Mis amigos deberían avisarme para los planes siempre!
¿Qué ocurre a nivel emocional cuando mantenemos exigencias absolutistas?
Al exigirnos de manera irrealista o absolutista a nosotros mismos, generaremos sentimientos de ansiedad, depresión o culpa ya que estaremos muy preocupados por cumplir las expectativas que nos hemos marcado como obligación, lo que acabará estresándonos y bloqueándonos.
Entonces, cuando no consigamos cumplir esas expectativas nos sentiremos como un fracaso, un inútil o un ser despreciable, lo que por otro lado, no ayuda a solventar el problema, si no que bloquea aún más a la persona.
“El egoísmo no consiste en vivir como uno cree que ha de vivir, sino en exigir a los demás que vivan como uno”
-Oscar Wilde-
El perfeccionismo es gran responsable de este tipo de absolutismos. Las personas perfeccionistas se exigen a un nivel difícil de cumplir y suelen postergar lo que tienen que hacer por miedo a no hacerlo perfecto, y como nunca lo harían de manera perfecta, porque no hay nada perfecto, al final dejan de hacerlo, “confirmándose” así sus ideas de “no sirvo para nada”, “soy un fracaso”.
Por otro lado, cuando exigimos que el mundo gire en la dirección que a nosotros nos gustaría, surgen sentimientos de victimismo y depresión. Cuando las cosas no salen como nos gustaría, sufrimos de lo que se denomina baja tolerancia a la frustración, que es la tendencia a exagerar lo insoportable de una situación, a calificarla como terrible, insufrible, catastrófica.
Las personas con baja tolerancia a la frustración piensan que si sus condiciones de vida no son como ellos quieren, ya nunca podrán ser felices y están condenados a una vida espantosa, triste e insoportable
Por último, si no aceptamos que los demás tienen perfecto derecho, aunque nos duela o no nos agrade, a actuar libremente de la manera que deseen, y exigimos que deberían ser como nosotros queremos, albergaremos sentimientos de ira y conductas pasivo-agresivas o violentas, lo que no hará si no empeorar las relaciones con los demás y hacer el efecto contrario.
Si nos ponemos agresivos con los demás porque no actúan como nosotros queremos, al final lo único que conseguiremos es amargarnos a nosotros mismos sin poder ejercer control ninguno sobre la forma de actuar de los demás, empeorando incluso nuestra relación con ellos.
¿Qué debemos hacer entonces?
Dejar de exigir. Y te preguntarás ¿Pero esto no es conformismo? No. Está muy bien que tengamos deseos, que queramos conseguir cosas, que luchemos porque las cosas nos vayan bien, que prefiramos que los demás nos traten siempre bien, etc.
Pero una cosa es preferir o querer y otra exigir absolutamente. En la exigencia se encuentra la neurosis, ya que por mucho que exijamos las cosas no serán como tú quieras. El mundo funciona así.
Por lo tanto, acepta esta realidad y deja de exigirte a ti mismo, al mundo y de exigir a los demás. Piensa: “preferiría ser delgado, pero si no es así, tengo muchas otras cualidades y cosas que ofrecer a los demás”, “Me encantaría que mi marido se acordara de nuestro aniversario, pero es humano y también falla. No obstante, tiene otras muchas cualidades”, “Quisiera encontrar trabajo de lo que he estudiado, pero si no sucede nunca, también puedo ser feliz en otro tipo de empleos”.
Nunca tendrás el control absoluto y aceptándolo te librarás de las perturbaciones emocionales que los deberías, obligaciones y presiones te podrían causar. Paradójicamente, la vida te irá mucho mejor
Licenciada en Psicología por la Universidad de Málaga (2011). Máster en Terapia de Conducta y Salud por la UNED (2015). Título de Posgrado en Terapia Racional Emotiva del Dr. Ellis en el Institut Ret de Barcelona con profesores de la talla de Walter Riso o Leonor Lega (2015-1016). Hizo diversos cursos sobre autoestima, habilidades sociales y técnicas de control de estrés (Formación Psicológica S. L). Habilitada como psicóloga general sanitaria. Número de Colegiada: AO07644. Se especializó en adicciones y trabajó en el Centro de Salud la Trinidad de Málaga realizando consultas individuales y grupales a pacientes con adicciones, así como talleres y charlas de promoción de la salud en colegios, institutos y empresas. En el ámbito laboral, fue directora facultativa en un Centro de reconocimientos médicos en Málaga (Clínicas Rincón S.L). Ha trabajado en diversas clínicas privadas y actualmente ejerce como psicoterapeuta en su propia consulta privada en Málaga.