Velocidad de procesamiento cognitivo: ¿en qué nivel estás?
Analizar, comprender, deducir, comparar, tomar decisiones… La velocidad de procesamiento cognitivo va más allá de resolver con éxito un ejercicio matemático o el análisis de un texto en latín, inglés o español. Las personas procesamos información a cada instante y, en ocasiones, en situaciones bajo una elevada presión. Hacerlo de manera efectiva y rápida nos puede permitir vivir un poco mejor.
Somos mucho más que el expediente académico o las puntuaciones que obtenemos en esos juegos de memoria de las apps de los móviles. La auténtica destreza mental y cognitiva se demuestra en nuestro día a día respondiendo a las dificultades, siendo capaces de afrontar con éxito los grandes y pequeños problemas que nos encontramos con frecuencia.
Hacerlo rápido y hacerlo bien nos permite salir de cualquier encrucijada para adaptarnos mejor a un entorno complejo, cambiante y lleno de infinitos estímulos. Las personas tenemos frente a nosotros constantes problemas cognitivos (entender una factura, comprender esa tarea que nos han pedido en el trabajo, guiarnos por una ciudad nueva, tomar una decisión rápida cuando discutimos con alguien…)
Esas habilidades no solo son cruciales para la supervivencia. Una buena agilidad cognitiva es reserva el cerebro y para hacer frente al paso del tiempo.
Velocidad de procesamiento cognitivo ¿en qué consiste?
La velocidad de procesamiento cognitivo se define como el tiempo que tardamos en recibir un estímulo, comprenderlo y emitir una respuesta. Por ejemplo, imagina que entras a un gran centro comercial. Nada más cruzar por la puerta te encuentras un cartel que te indica el plano de todas las tiendas. Lo miras, lo entiendes, buscas el local al que deseas dirigirte y retienes esa información para después ir hasta allí.
Habrá quien tarde más tiempo en procesar esa información. Es más, lo más probable es que muchos, al cabo de dos minutos, hayan olvidado los datos leídos. Otros, en cambio, comprenderán rápidamente la información, la retendrán y reaccionarán con efectividad. Estamos, por tanto, ante una habilidad cognitiva de gran relevancia que parte de nuestra rapidez a la hora de reaccionar ante estímulos visuales o auditivos.
Llegados a este punto, muchos pensarán que esta variable se relaciona de forma directa con la inteligencia. Bien, por llamativo que nos parezca, hay matices. De hecho, hay una realidad que se ve con frecuencia: los niños más inteligentes suelen tardar bastante tiempo en emitir respuestas ante tareas aparentemente sencillas.
Hay quien tiende a dudar mucho más porque tiene en cuenta más factores, más dimensiones. Pero a la larga ese enfoque más dubitativo enlentece su capacidad de reacción ante las demandas del entorno.
¿De qué depende la velocidad de procesamiento cognitivo?
Leer una factura de la luz e identificar de manera rápida que hay un error. Darnos cuenta de que un cartel publicitario está mal escrito. Ir al supermercado y saber elegir entre dos productos cuál es el más saludable al leer su composición. Comprar una lavadora y saber programarla en dos minutos…
La velocidad de procesamiento cognitivo nos facilita la vida, pero ¿qué variables hacen que esto sea posible? Son las siguientes.
- Capacidad para codificar (entender la información que nos llega (input).
- Atención, habilidad para focalizar la mente en un aspecto concreto.
- Saber distinguir lo más significativo de esos datos, es decir, saber qué es útil y qué no.
- Relacionar y comparar esa información con la ya existente en nuestra experiencia y que adquiera sentido.
Todos estos procesos deben hacerse de manera rápida, ágil y efectiva para emitir una respuesta. Esa agilidad y rapidez dependerán también de la confianza en nosotros mismos y, sobre todo, de la habilidad para no irnos por las ramas, de no perdernos durante el proceso y tener la mirada puesta en una finalidad concreta.
¿Cómo saber cuál es mi velocidad de procesamiento?
La teoría del procesamiento cognitivo se popularizó en la década de 1950 como reacción al enfoque conductista. Esta nueva visión sobre el cerebro y los procesos mentales parte de la metáfora del ordenador para entender cómo funciona el cerebro. Procesar información, almacenarla, darle significado, transformarla…
Todo ello no deja de ser interesante, sin embargo, no hay que dejar de lado aspectos emocionales y personales. Ya hemos señalado que los niños con un elevado CI, por ejemplo, presentan a menudo una velocidad de procesamiento cognitivo más baja. Lo mismo ocurre con personas con problemas de atención o que simplemente atraviesen un momento de estrés y ansiedad.
Es común que en ciertas épocas nos cueste un poco reaccionar ante las demandas del entorno. Lo más adecuado en todos los casos es realizar «gimnasia cerebral», mantenernos activos mentalmente aprendiendo cosas nuevas, manejando el nivel de estrés y desafiándonos cognitivamente con nuevos retos.
Veamos por tanto cómo saber cuál es nuestra velocidad de procesamiento cognitivo.
Paced Auditory Serial Addition Test (Grönwall, 1977)
Este es un instrumento muy desafiante que exige una rápida memoria, atención y capacidades aritméticas. Está enfocado a evaluar la velocidad de procesamiento cognitivo mediante órdenes auditivas.
Subtests de clave de números y búsqueda de símbolos de la Wechsler Adult Intelligence Scale III
La clásica prueba de inteligencia de Wechsler dispone de un subtest orientado a medir la agilidad a la hora de realizar series de números y a buscar símbolos similares en distintas matrices. De ese modo, se mide el razonamiento perceptivo, la memoria de trabajo y también la velocidad de procesamiento.
El test de matrices progresivas de Raven
Si bien es cierto que el test de Raven se usa para medir la inteligencia, resulta interesante para este fin porque entra dentro de la corriente cognitiva.
Gracias a estas matrices podemos evaluar la capacidad de razonamiento por analogías, la comparación de formas y la capacidad de razonamiento con base en estímulos figurativos. Todo ello nos ofrece a su vez una información valiosa sobre la velocidad de procesamiento cognitivo.
Por último, señalar que también tenemos interesantes opciones en línea o mediante las clásicas apps de los móviles que pueden permitirnos tanto evaluar como favorecer esta habilidad. Hacerlo puede mejorar de manera notable la salud cerebral para llegar a edades avanzadas con unas buenas capacidades cognitivas y ejecutivas.
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- Atkinson, R. C. & Shiffrin, R. M. (1968). “Human memory: A proposed system and its control processes”. En Spence, K. W. & Spence, J. T. (Eds.), The psychology of learning and motivation (Vol. 2). Nueva York: Academic Press.
- Wechsler, D. (1945). A standardized memory scale for clinical use. The Journal of Psychology: Interdisciplinary and Applied, 19(1), 87-95
- Conners, C. K. (1989). Manual for Conners’ rating scales. North Tonawanda, NY: Multi-Health Systems.