9 preguntas para saber más sobre la inteligencia emocional
Decía Aristóteles que cualquiera puede enfadarse, ya que eso es algo muy sencillo. Sin embargo, enfadarse con la persona adecuada, en el grado exacto, el momento oportuno, con el propósito justo y del modo correcto… es realmente difícil.
Esta es una de las famosas observaciones de las que hoy hacemos gala para hablar del concepto de inteligencia emocional, de la complejidad del manejo de nuestras emociones y de otras tantas inquietudes que se nos plantean a la hora de tratar estos temas.
No obstante, deberíamos plantearnos si, después de haber escuchado cientos de veces hablar de inteligencia emocional, sabemos de qué se está hablando. Por eso con este artículo queremos aclarar conceptos y realizar ciertas reflexiones sobre el tema. Veamos algunas de ellas.
1. ¿Qué es la inteligencia emocional?
¿Ser emocionalmente inteligente significa estar motivado para todo, tener alta autoestima o un optimismo excesivo? La respuesta es no. Sin embargo, a tenor de la lectura que hacen algunas personas de este concepto, ser emocionalmente inteligente significa ser poseedor de este conjunto de atributos tan variopintos.
Desde hace unos años venimos escuchando reiteradamente la importancia de desarrollar nuestra autoestima, nuestra inteligencia emocional, nuestro autoconcepto y múltiples términos similares. Sin embargo, al final sólo sabemos que son un montón de habilidades que tenemos que alcanzar pero no sabemos cómo llegar a ellas ni de qué forma están relacionadas.
En realidad, esta circunstancia es debida a que no está muy claro si, cuando nos hablan de inteligencia emocional, se están refiriendo a una capacidad (tal y como refieren Salovey y Mayer) o a un conjunto de rasgos o atributos que debemos poseer y esforzarnos por desarrollar como rasgos de personalidad, rasgos de motivación y rasgos de emoción (tal y como refirió Daniel Goleman).
2. ¿Qué implicaciones tiene considerar la inteligencia emocional como un conjunto de rasgos?
Esta última conceptualización, que resulta la más divulgada, tiene la desventaja de “obligar” a la persona a ser un ser “totalmente emocional” que no diferencia sus habilidades emocionales de la empatía, de la persistencia, del optimismo, de la motivación…
Esta perspectiva permite, por tanto, esbozar al ser humano de forma muy global y sí, todo está relacionado pero.., ¿podemos afirmar que conforme nos relacionemos con nuestras emociones somos un tipo de persona u otra?, ¿nos gustaría que pensaran eso de nosotros? Obviamente no, y esto es lo primero que nos lleva a confusión.
Es la personalidad la que abarca amplias áreas de la vida mental (como la inteligencia emocional) y no la inteligencia emocional a la personalidad.
Si llegamos a comprender y ser críticos con esto no tendremos una mezcla o batiburrillo de consejos y de guías para ser más inteligentes emocionalmente sin saber realmente cómo interiorizar lo que nos proponen. Al fin y al cabo de lo que se trata es de integrarlo, de hacerlo nuestro en su totalidad para conseguir cierta estabilidad emocional.
Por estas y otras razones, parece que es más aconsejable comprender la inteligencia emocional desde el punto de vista de Salovey y Mayer, es decir, como “la habilidad para percibir, valorar y expresar emociones con exactitud; la habilidad para acceder y/o generar sentimientos que faciliten el pensamiento; la habilidad para comprender emociones y el conocimiento emocional, la habilidad para regular las emociones promoviendo un crecimiento emocional e intelectual”.
3. ¿Por qué hemos empezado a oír este término en los últimos años?
La sociedad está “despertando” gracias a que investigadores, formadores y medios de comunicación han puesto énfasis en divulgar el concepto de inteligencia emocional, lo que ha permitido que este llegue a todo el mundo y cale en una sociedad que tradicionalmente está acostumbrada a castigar las emociones.
En general tendemos a pensar que sentir nos hace menos eficaces, fuertes y capaces a la hora de tomar decisiones y caminar por la vida. Nos sentimos secuestrados por lo que el término simboliza porque hemos tomado conciencia de que no existe la superioridad moral de la razón en relación a las emociones. De hecho, esa división es ficticia, pues no podemos desligar emociones, pensamientos y sensaciones.
4. ¿Qué papel juegan nuestras emociones en el día a día?
Las emociones juegan un papel esencial. No podemos concebir un día a día sin sentir o emocionarnos. Desde que nos levantamos hasta que nos acostamos las emociones rigen nuestras actuaciones. Es más, si nos paramos a pensar ni siquiera los sueños están libres de emoción, de hecho muchas veces solo alcanzamos a recordar las sensaciones que esos sueños provocaron en nosotros.
Se puede decir que sentimos a la par que pensamos y que cualquier tipo de situación nos genera una emoción. Esto, sin duda, repercute en lo que proyectamos en los demás, en las decisiones que tomamos, en los caminos que recorremos…
5. ¿Qué errores cometemos habitualmente?
Habitualmente cometemos el error de rechazar las emociones negativas por, precisamente, ser dolorosas o incómodas. Con rechazar no solo me refiero a ignorar, sino que también las castigamos en los demás. Esto sucede de manera muy llamativa cuando estamos ante un berrinche de un niño, solemos decir cosas como “no llores”, “no es para tanto”, transmitiendo así el mensaje de que “las personas fuertes no lloran o no se derrumban”.
Reprimir las emociones no es un buen camino para gestionarlas. Pero hacerlas estallar, como cuando tenemos un acceso de ira, tampoco. Lo ideal es comenzar a entrenarnos en el control de nuestros estados anímicos y emocionales. De esta forma, podremos controlarlas en lugar de dejar que ellas nos controlen de forma desproporcionada.
Hemos de observar la emoción sin implicarnos con ella. Cuando estamos enfadados o tristes, lo correcto es observar ese enfado o tristeza desde la distancia mental. Observar y analizar qué lo provoca y no aferrarnos a la emoción para no caer en el error de dejarnos arrastrar por ella más tiempo del necesario.
6. ¿Las emociones como la tristeza o el enfado son sanas?
Efectivamente. Esta afirmación puede resultar impactante pero tenemos que darnos cuenta de que las emociones negativas como la tristeza y el enfado no son insanas, sino que más bien se presentan en nosotros con un cometido.
No permitirnos las emociones no resulta positivo para nosotros. Cada emoción tiene algo que decirnos y en realidad no podemos ocultarlas. Para explicar esto, me gusta usar un ejemplo muy esclarecedor que es el siguiente. A un alérgico al polvo nunca se le ocurriría guardar el polvo debajo de la alfombra creyendo que así no le va a afectar.
No dar importancia a nuestras emociones y no revisar nuestro interior no nos permite escapar de ello. Cada emoción está presente en nuestro día a día por una razón y no podemos desoír lo que tienen que decirnos.
7. ¿Qué consecuencias tiene no comprender nuestras emociones?
No extraer correctamente la información que nos proporciona nuestro sistema emocional significa errar en nuestras decisiones y en las consideraciones que tenemos. No conocernos, rechazarnos, reprimirnos e incluso castigarnos.
Como hemos dicho antes, las emociones están presentes en todo momento, por ello, cuantas más adecuadas sean nuestras estrategias, más activos y resolutivos seremos. Nuestro bienestar general depende de nuestra salud psicológica y física.
8. ¿Qué papel juegan las emociones en el ámbito laboral?
El mundo laboral está cambiando. No solo se nos valora por lo “inteligentes” que somos académicamente hablando o por nuestra formación o experiencia, sino que también se tiene en cuenta cómo nos relacionamos con nosotros y con los demás.
De cómo gestionamos nuestras emociones y las ajenas depende, en gran parte, nuestro rendimiento. Es lo que Goleman, padre divulgador de la inteligencia emocional, denomina “habilidades portátiles”. Ser emocionalmente inteligentes predice mejor el éxito que lo que entendemos tradicionalmente como “inteligencia”, ya que determina mejor nuestra flexibilidad y la adaptabilidad al puesto de trabajo.
El coste de la incompetencia emocional es altísimo para la empresa, para el trabajador y para la sociedad, por lo que si queremos que la vida funcione no podemos obviar esta realidad.
9. ¿Qué asignaturas pendientes nos quedan como sociedad en relación a esto?
Aún nos queda mucho por aprender. Entre otras cosas queda pendiente que nuestros niños, adolescentes y jóvenes reciban una educación emocional de calidad desde la escuela. Pero para que haya una verdadera revolución también debemos prestarnos los adultos a reaprender sobre la comprensión y la gestión de nuestras emociones. De ahí que sea tan importante el tratamiento que se haga de las emociones desde los medios, así como en la oferta publicitaria, etc.
Inteligencia Emocional: Inteligencia Intrapersonal e Interpersonal
Por último añadir una teoría que ha cobrado mucho peso en los últimos años. Se trata de la Teoría de las Inteligencias Mútiples de Howard Gardner. Según este autor, existen diferentes tipos de inteligencias, entre las cuales encontramos la Inteligencia Intrapersonal y la Interpersonal.
La Inteligencia Emocional podría ser una conjunción de estos dos tipos de inteligencias. Según Howard Gardner, la Inteligencia Intrapersonal consiste en conocernos a nosotros mismos, saber quienes somos, saber regular y comprender nuestras emociones. Por otro lado, la Inteligencia Interpersonal sería casi lo mismo pero con los demás. De esta forma, se podría enlazar la teoría de la Inteligencia Emocional con la Teoría de las Inteligencias Múltiples.
“Todos los seres humanos tienen todas las inteligencias. Pero diferimos, por razones genéticas y experienciales, en nuestro perfil de inteligencias en cualquier momento”.
-Howard Gardner-
La psicología es una ciencia que avanza día a día. Así pues, el debate sobre si el manejo y gestión emocional puede ser una habilidad o una inteligencia sigue sobre la mesa. De esta forma ofrecemos al lector la posibilidad de seguir buscando e indagando en el apasionante mundo de las inteligencias y las emociones.