Amor a primera vista, amor en un cruce de miradas
El amor a primera vista es como dos miradas que colapsan. Son dos ojos que chocan y confluyen alma con alma desde el minuto cero para detener el tiempo. Es también el misterio de un encuentro donde la química orquesta la atracción, pero donde surge a menudo la conexión, esa donde volver a echar las campanas al vuelo, donde permitir que el corazón se reinicie una vez más.
La idea cautiva, pero la realidad, a veces, es algo muy diferente. El amor a primera vista vende, nos gusta y configura esa imagen tan repetida en el mundo del cine, la literatura y la publicidad que tanto nos fascina.
Aún más, en libros como Love at first sight: the stories and science behind instant attraction, del doctor Earl Naumann de la Universidad de Arizona, nos recuerdan que más de la mitad de nosotros creemos en este fenómeno. Que basta una mirada para que la impronta del amor se encienda, nazca y nos conquiste de pleno dejándonos sin aliento.
“Y el amor está en el mundo para olvidar al mundo”.
-Paul Éluard-
Esa chispa neuroquímica, cargada de incertidumbre, deseo, misterio e ilusión, tiene su ciencia detrás. Así, y aunque en materia afectiva no todo pueda observarse bajo un microscopio o en una sala de experimentación, cabe decir que gran parte de los trabajos realizados hasta el momento vienen a decirnos lo mismo. El amor a primera vista existe, sin embargo, hay una serie de condicionantes que lo acompañan y que es necesario tener muy presentes.
No lo llames amor, llámalo atracción
Hay amores precipitados, de esos que no saben de tiempos, que surgen en un instante y en los espacios más insospechados. Los amores a primera vista han acontecido siempre y seguirán sucediendo en cada momento. Asimismo, también tenemos los amores a fuego lento, esos que se cocinan despacio y de forma templada, partiendo de una amistad sincera para convertirse, de pronto, en una pasión auténtica.
El amor no atiende a normas, criterios y órdenes en lo que se refiere a la forma en la que surge, lo sabemos. Sin embargo, en caso de querer mantener ese amor surgido a veces sin que lo esperemos, sí necesitamos de un orden, de unos acuerdos negociados, de una democracia afectiva consensuada de forma inteligente. Si decimos esto último es por una razón evidente. En el amor a primera vista quien enciende la maquinaria es la atracción, no la razón.
Es el deseo y la ilusión, es el magnetismo, es el efecto de halo y ese naufragio químico propiciado por la serotonina y la dopamina. Es la puerta de entrada que facilitará una relación, que dará mayores posibilidades para que surja esa primera cita. Es un amor que llega sin preaviso pero que exigirá después de una maduración más minuciosa, esa donde descalzar misterios con realidades, donde dejar a un lado las ilusiones para contemplar las realidades.
El amor a primera vista: lo que nos dice la ciencia
La universidad de Holanda llevó a cabo un estudio en el 2017 sobre este mismo tema. En el trabajo “What kind of love is love at first sight? An empirical investigation” se hizo un seguimiento acerca de 600 personas que habían experimentado lo que ellos mismos definían como “amor a primera vista”.
Bien, de esa muestra, el 92% inicio una relación después de ese encuentro, de ese cruce de miradas donde la mayoría tenía la plena certeza de que habían encontrado a alguien verdaderamente especial. Los investigadores procedieron después a entrevistar a cada pareja para profundizar un poco más en ciertas dimensiones psicológicas.
El amor a primera vista se relaciona con el aspecto físico (y algo más)
En el amor a primera vista confluye la atracción física, no hay duda. Ahora bien, no siempre es necesario que exista esa belleza externa e indudable que capta nuestra atención al segundo. Los científicos explican que hay algo más, algo que se transmite a través de unas miradas que se regalan confianza, simpatía, que conectan con comodidad y sin miedo.
El efecto halo
Tal y como hemos señalado, cuando dos personas experimentan atracción tras ese cruce de miradas, es más que probable que exista una primera cita. Sin embargo, lo que sucede en muchas ocasiones es que tras magnetismo surgido a través de la mirada, empecemos a crear una serie de ideaciones que no siempre se ajustan a la realidad.
Esa atracción origina a su vez que proyectemos en la otra persona una serie de cualidades positivas muy concretas. Los vemos más inteligentes, más nobles, originales, confiables y comprometidos. Creamos un efecto de halo que sumado a la pasión, hará que ese sentimiento sea más perdurable en el tiempo. Hasta que tarde o temprano, se revelen ciertas evidencias más o menos tolerables.
El amor a primera vista favorece a los románticos
En el estudio antes citado de la Universidad de Holanda, se ha podido ver que una parte significativa de la muestra estudiada mantiene esa relación en el tiempo y con éxito. Es decir, ese amor surgido a primera vista perdura en muchas ocasiones, madura y se asienta en una relación satisfactoria.
En gran parte de los casos, sin embargo, la relación se termina cuando la pasión se debilita, cuando la ilusión se da de bruces con la realidad y no son capaces de reconvertir ese compromiso en un lazo basado en la intimidad, en la confianza, el cariño y la reciprocidad.
Asimismo, algo que también pudo verse en este estudio, es que gran parte de esas parejas que habían creado su relación a partir de ese cruce de miradas tan significativo, eran férreos defensores del amor romántico. Para ellos, aspectos como la predestinación o el alma gemela eran hechos evidentes que venían a explicar su éxito en la relación.
Para concluir, la ciencia no puede negar que en ciertos casos, el amor a primera vista exista y sea todo un triunfo. Sin embargo, en gran parte de los casos, tras esos ojos que se encuentran, se descubren y que conectan, lo que hay es una mera atracción.
Ahora bien, la atracción es siempre ese canal de inexplicable poder que actúa como primer paso, como el primer escalón hacia un vínculo que día a día deberá madurar y pasar por sus propias dificultades para prosperar en una relación exitosa y feliz.