Así moldearon nuestros padres nuestra personalidad
La forma en que moldearon nuestros padres nuestra personalidad puede ser tan fascinante como devastadora. Al fin y al cabo, ese primer escenario social en el que nos criamos puede ser tan propicio y nutritivo emocionalmente como dañino. Cada palabra dicha, cada gesto, comportamiento, actitud y reacción de los progenitores no pasan desapercibidos para la mente infantil.
Muchos, aún ahora, y a pesar de estar ya inmersos en nuestras vidas de adultos independientes, seguimos lidiando con alguna herida de infancia. Los padres o las madres narcisistas, las familias disfuncionales o esos cuidadores fríos o agresivos dejan huella permanente en el cerebro.
Sin embargo, como bien señala el neurólogo Boris Cyrulnik, una mala infancia no tiene por qué determinar una vida. El amor y la resiliencia son esos baluartes que nos permiten sanar, reparar y seguir adelante. Sea como sea, siempre es interesante conocer esas dinámicas en la crianza y la educación que suelen tener una influencia significativa en el desarrollo de la persona.
A veces, crecer en un entorno en el que hay desamor, malas palabras y desconfianza entre los padres puede mediar en el modo en que nos relacionamos con nuestras parejas afectivas.
Formas en que moldearon nuestros padres nuestra personalidad
Ser padre o madre es una gran responsabilidad. A veces, nos esforzamos por darles a los pequeños las mejores pautas educativas, por atender cada necesidad, por apagar cada miedo y dar luz a cada ilusión, deseo y meta del niño. Sin embargo, siempre hay aspectos de los que el progenitor no es consciente y que calan en sus mentes.
Porque no basta con dar sustento, alimentar, educar y consolar el llanto. También hay que saber dar ejemplo, ser ese modelo de conducta que el niño puede imitar y del que también puede obtener inspiración. A fin y al cabo, son muchos los hijos que sueñan con ser como sus padres, por su bondad, por su buen hacer e incluso por sus logros profesionales…
Descubramos esas formas en que moldearon nuestros padres nuestra personalidad.
1. Cuando los padres no invalidan emociones, los hijos son más felices
«No llores, tienes que ser fuerte», «no te pongas triste por esa tontería», «eres bobo por reaccionar de esa manera». Los padres y las madres invalidadores de emociones boicotean el desarrollo psicosocial de sus hijos. Les convencen de que lo que sienten y necesitan no es importante, que lo que duele hay que engullirlo y lidiarlo en soledad…
Crecer en un entorno familiar dominado por esas reglas internas trae consigo numerosas secuelas. Uno es más proclive a ser un mal gestor de sus necesidades internas, y esto trae consigo el malestar y la infelicidad.
En cambio, si tuvimos la suerte de crecer en un entorno hábil en inteligencia emocional, fuimos afortunados. Nada es tan decisivo como validar cada emoción del niño y guiarle en ese aprendizaje tan decisivo.
2. Comunicación agresiva, niños con mayor riesgo de depresión
La Universidad de Pittsburgh realizó un estudio publicado en la revista Child Development en el que se afirma que la disciplina verbal dura y autoritaria tiene efectos muy severos en el desarrollo del niño. Hacer uso de los gritos en la comunicación, así como de la amenaza persistente como correctivo de la conducta, puede generar dos consecuencias.
La primera es que llegada la adolescencia evidencien problemas de conducta. La segunda es que evidencien un riesgo mayor de desarrollar trastornos depresivos.
3. Los padres ansiosos y estresados, la crianza acelerada
Puede que más de uno tenga en mente a su propio padre o madre sometido a un gran estrés. Son esos progenitores siempre ocupados, que piden no ser molestados. Son los que apenas tienen tiempo para juegos, que no atienden preguntas, que pierden la paciencia con facilidad…
El estrés en los progenitores los convierte en figuras presentes, pero ausentes. También esta realidad cala en el desarrollo infantil de manera profunda. Al fin y al cabo, es crecer sin esa dimensión tan trascendente para todo niño: la atención de quienes más quiere y necesita.
4. Madres con estudios superiores, niños más aplicados
Tener unos padres con estudios tiene, por término medio, un impacto positivo en los hijos. En especial en el plano académico. Por ejemplo, en una investigación realizada en la Universidad de Michigan pudo verse que los niños de mamás adolescentes tienen mayores dificultades en su rendimiento académico.
No sucede lo mismo cuando estamos ante madres con estudios universitarios, en estos casos, sus hijos alcanzan un nivel educativo más alto.
5. Progenitores que dan responsabilidades a sus hijos
La forma en que moldearon nuestros padres nuestra personalidad tiene mucho que ver con las responsabilidades que nos dieron. Si optaron por sobreprotección, por quitarnos toda obligación, es muy probable que nos costara mucho adaptarnos a la vida adulta.
Sin embargo, cuando los padres se preocupan por educar a sus hijos para que sean responsables e independientes, suelen dar al mundo personas más maduras. Darles responsabilidades acordes a su edad es una de las estrategias más apropiadas.
Un niño no necesita que sus padres vivan juntos por él, un niño necesita crecer en un entorno donde haya armonía, no discusiones constantes de dos personas que ya no se aman
6. Parejas que no se aman y que discuten ante los hijos
Hay parejas que, a pesar del desamor, optan por no romper esa relación. Lo hacen por el “supuesto” bienestar de los hijos, por temor a romper una familia y las consecuencias que de ello se desprende. Sin embargo, pocas realidades son más devastadoras que crecer en un hogar impregnado por la falta de afecto por parte de los progenitores.
Los niños se desarrollan en un contexto dominado por los reproches, las discusiones y la tensión constante. Sus modelos de lo que es una relación se los ofrecen unos padres que se gritan y se desprecian. Estas dinámicas también alteran la personalidad infantil, pudiendo dejar más de un trauma.
7. Padres que educan en el respeto y la confianza
Pocos regalos hay más maravillosos que contar con unos padres con quienes podemos hablar sobre cualquier cosa. Crecer en una familia orquestada por la confianza, la complicidad, el sentido del humor y la cercanía es un soporte impagable. Es así como se construye un verdadero hogar, ahí donde cada integrante sabe ser refugio porque no juzga, no critica y sabe comprender.
La forma en que moldearon nuestros padres nuestra personalidad tiene mucho que ver con este nutriente: la confianza. Haber contado siempre con su respeto, su amor incuestionable, y esa mirada que sabe acoger sin sancionar, es algo que todo niño debería tener en su vida.
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- Tang, Sandra & Davis-Kean, Pamela & Chen, Meichu & Sexton, Holly. (2014). Adolescent Pregnancy's Intergenerational Effects: Does an Adolescent Mother's Education Have Consequences for Her Children's Achievement?. Journal of Research on Adolescence. 26. 10.1111/jora.12182.
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