Así es Pepe Mujica: una leyenda viva
Pepe Mujica es uno de los pocos políticos en el mundo que mantuvo el afecto y el respeto de su pueblo, después de cinco años de gobierno. También es uno de los líderes más respetados de América Latina y en el mundo. Su discurso, a diferencia del de otros políticos, se dirige sobre todo a la ética. Lo mejor es que pudo pasar de las palabras a los hechos durante su mandato.
Fue llamado “el presidente más pobre del mundo” y no era metáfora. Después de ser elegido como primer mandatario de Uruguay, Pepe Mujica siguió habitando una humilde vivienda que compartía con perros y gallinas en una zona semirural. También conservó su viejo Volkswagen modelo 87. Un jeque árabe le ofreció un millón de dólares por él, pero Mujica no aceptó.
“No soy pobre, soy sobrio, liviano de equipaje, vivir con lo justo para que las cosas no me roben la libertad”.
-Pepe Mujica-
Lo que lo ha hecho un político tan querido y admirado no es que sea perfecto. De hecho, Pepe Mujica ha tenido que afrontar fuertes opositores, antes y después de ser presidente. Sin embargo, hasta sus más ácidos críticos reconocen en él a alguien con una virtud que es muy escasa en la política contemporánea: la honradez. Su forma de vida humilde es también una denuncia viva en contra de la corrupción.
Pepe Mujica, un líder que sedujo por su franqueza
Desde muy joven, Pepe Mujica se involucró en política. Venía de una familia pobre y su tío era un activista que influyó mucho en su formación. Vinieron los días de la dictadura en Uruguay y Mujica se convirtió en uno de los fundadores del grupo guerrillero “Movimiento de Liberación Nacional Tupamaros – (MNL-T)”. Al principio combinó su trabajo legal en el campo con la militancia clandestina. Después pasó completamente a la lucha ilegal.
Por su actividad clandestina fue herido en un enfrentamiento armado: le dieron seis balazos. Después fue apresado en cuatro ocasiones y en dos de ellas se fugó de la cárcel. En total pasó alrededor de 15 años en prisión. Los últimos 13 estuvo en calidad de “rehén”. Con este nombre se conocía a los presos que el gobierno ejecutaría si su organización retomaba la lucha armada.
Pepe Mujica fue favorecido con una amnistía cuando volvió la democracia a Uruguay. Desde entonces comenzó su lucha política legal, en la que pronto se destacó por sus afirmaciones francas y su estilo cercano. Ocupó varios cargos en el gobierno y también fue congresista. Ganó la presidencia y fue entonces cuando comenzó su verdadera leyenda.
La ética primero, la política después
La gran lección de Pepe Mujica como presidente es que volvió a la esencia de la política como hija de la ética. Propuso un estilo de gobierno en el que cada medida estaba justificada no solo en las necesidades objetivas del estado, sino también en los valores humanos.
Su discurso siempre ha sido profundamente inspirador lejos de la ambiguedad de la que suelen hacer gala muchos políticos. En su país se hablo de la “Pepemanía” y se le comparaba con un rockstar por la influencia que tenía sobre la juventud y otras generaciones.
Lo más admirable fue su decisión de seguir a su discurso. De vivir conforme a él y de dar una respuesta firme a las personas que intentaron tentarle con atajos. De entender que el político es una persona que está al servicio del pueblo y que para ganarse el derecho a representarlo es necesario que defienda sus intereses, desde las medidas y los objetivos por los que le eligieron. Así, el político está para servir y no para ser servido: tanto a su pueblo como a la humanidad.
No habitó la casa presidencial, pero tampoco quiso cambiar su estilo de vida sencillo. Donaba el 90% de su salario a la caridad, pues pensaba que con el 10% podía vivir tranquilamente. Pepe Mujica habló en voz alta contra la cultura en la que el dinero se convirtió en fetiche. Demostró con hechos que se puede vivir tranquilo y feliz, sin necesidad de tener grandes sumas de dinero. También probó que se puede renunciar a las comodidades para ser más libres.
Este mandatario se salió del discurso tradicional del socialismo. Su gestión no se orientaba solamente a equilibrar y mejorar la economía, sino que su perspectiva era más amplia. Así dice una de sus frases: “Acá nos preocupamos solo por los pobres y tenemos que empezarnos a preocupar por los infelices . La soledad de las grandes ciudades, el estar solo en el medio, en la multitud, ¿por qué? Bueno, porque hay otra serie de cosas. Y la política no toca eso”.
Se cuenta que un joven iba “haciendo dedo” o “autostop” en una región al sur de Uruguay. Se detuvo un auto para recogerlo. Allí iba el presidente de Uruguay, Pepe Mujica, y le dio el aventón que el chico necesitaba. En un mundo con carencia de verdaderos líderes políticos, este uruguayo llegó para mostrar que a veces sí existe una luz al final del túnel o al menos que sí se puede hacer política desde la honestidad.