Me conoces muy bien pero no te diré quién soy hasta el final
Me conoces muy bien. Estoy aquí por ti, solo tengo una oportunidad para recuperarte y solo al final te revelaré mi verdadera identidad. Respóndeme de forma sincera, ¿hace cuánto tiempo que no miras hacia las estrellas? ¿Qué tiene la luz led de tu móvil que no tengan los agujeros por los que se cuela la luz del cielo?
Solo pretendo llegar a ti de alguna manera, a ti que ya tienes cierta experiencia en la vida y que sabes manejarte a medias por los entresijos de esta sociedad llena de espantapájaros con smartphone. A ti que estás perdiendo la capacidad de sorprenderte, te escribo porque en el fondo me conoces.
Quiero que me prestes atención
Ahora que te crees en posesión de una única verdad, la tuya, y que la falsa estabilidad tapa tus ojos con un anuncio de gafas polarizadas, ahora puedes escucharme. Pero…, ¿por qué querrías escucharme?, tú que ya has viajado por medio mundo y te defiendes con ese inglés; ese que jamás será tan bueno como quisieras.
Pero si ya has leído Rayuela y La Conjura de los necios, también Cien años de soledad, y visionado las cien mejores películas de culto que viste en una lista confeccionada por un tipo que decía haber visto todavía más cine que tú y gozar de un criterio tan bueno para considerarlo universal. Cómo me atrevo a decirte nada, a ti que te has enamorado y has hecho un Máster en saltos al vacío.
Te has quedado sin aliento tantas veces… Tus pies que han caminado veloces por la ardiente arena de infinidad de playas, a ti que guardas tus zapatillas rotas de bailar en los mejores festivales de tu país. Esas que pasaron del blanco al negro en el último San Fermín. A ti que atesoras ya unas cuantas cicatrices que enseñas con orgullo delante de tus amigos, esas que demuestran tus defectos confesables o servirían en un juicio como prueba de tu arrojo.
Incluso así me atrevo a escribirte, me atrevo a decirte las cosas a la cara porque me conoces muy bien, porque yo soy tú. Sí, donde a ti te duele a ti también me duele, esas cicatrices también son mías. En este sentido, yo soy la persona que fuiste, el niño o la niña que arde en tu interior y que está atrapado en un amasijo de huesos y carne, también de miedos y espejismos. Anquilosado por las normas inventadas por un antepasado ebrio de poder.
Quiero que vuelvas a ilusionarte
Quiero, te propongo, que mires al cielo estrellado. Quiero, me gustaría, que las cosas solo sean cosas y que las personas adquieran la importancia que se merecen. Necesito que vuelvas a ilusionarte con los pequeños detalles, que saltes en los charcos y que seas capaz de correr tras las palomas como aquel muchacho del parque. Que no esquives la lluvia y seas capaz de mojarte sin miedo.
Vive hoy porque mañana puede que sea tarde, dedícate tiempo. Compártelo con las personas que se lo merezcan, esas que te arropan, esas que no te contaminan. Porque la vida es eso, la vida es compartir. Hazlo solo o acompañado pero sé fiel a tus sentimientos, no te defraudes a ti mismo. Sé consecuente.
Me despido diciéndote que te quiero, quién te quiere más que yo. Nadie. Piensa en todos los momentos en lo que he estado contigo. Para lo que te animo, desde el cariño que nos une, te propongo que comiences por algo sencillo. Puede ser una guerra de globos de agua, un desafío a la gravedad patinando o un rato preocupándote solo y exclusivamente de golpear a una pelota… y dale a ese niño otra oportunidad.
Piensa que el mundo está lleno de personas que te han fallado, pero hay otras que jamás lo harán… y las primeras nunca serán un buen ejemplo de las segundas.
Te dedico esta canción: amor propio. Una canción de Ismael Serrano que te recomiendo, seguro que te brota una sonrisa.