Chocolate, el pequeño placer que seduce a nuestro cerebro
Dice la leyenda que el árbol del cacao era el más bello del paraíso de los aztecas y que crecía de modo natural a la sombra de los bosques tropicales desde hace más de 4000 años. El chocolate sigue siendo a día de hoy «el alimento de los dioses», un placer oscuro, aterciopelado y estimulante que seduce todos nuestros sentidos.
Cabe decir, eso sí, que el chocolha que consumían los mayas era algo más amargo. Además, era un regalo para el paladar que estaba solo al alcance de nobles y reyes. Era una ofrenda de la naturaleza: proporcionaba vigor, longevidad y salud. No obstante, parte de esos atributos se perdieron en el mismo instante en que, tras llegar a España, se adaptó el chocolha al paladar europeo, añadiendo el azúcar.
El chocolate es un regalo que los dioses ofrecieron a las tierras del Amazonas y el Orinoco. Un placer cautivador que ha seducido a miles de generaciones y que nuestro cerebro adora experimentar por diferentes razones.
El chocolate es un placer para nuestro cerebro, no hay duda. No obstante, un dato que hemos de tener en cuenta es que, en contra de lo que creíamos, no cura las penas. Según un estudio llevado a cabo en la Universidad de Minnesota, el exceso de azúcares limita bastante las virtudes del propio cacao. Sin embargo, consigue otros aspectos que pasamos a revelarte.
El chocolate, una fragancia cautivadora
El chocolate tiene, para gran parte de la población, una atracción que va más allá de lo sensitivo y que se arraiga en los cimientos más emocionales de nuestro cerebro. Tanto es así que los expertos en neuromarketing recomiendan a los negocios hacer uso del aroma a chocolate en sus establecimientos.
- Un equipo de psicólogos de la Universidad de Hasselt, en Bélgica, demostraron que algo tan sencillo, como pulverizar cada media hora un suave olor a chocolate en una tienda de libros, aumentaba las ventas en un 20 %.
- Hemos de tener en cuenta que muchas tiendas suelen saturar con estímulos visuales y auditivos a sus clientes, hasta el punto de que este tipo de herramientas están dejando de funcionar. A día de hoy, el poder de las fragancias a chocolate es bastante efectivo.
- Se ha demostrado también que muchas boutiques de lujo llevan años aromatizando sus espacios con velas de un aroma a chocolate. Gracias a ello, se crea una atmósfera tan seductora, sutil y embriagadora que los clientes pasan más tiempo en la tienda y las ventas mejoran de forma considerable.
Hemos de tener en cuenta que el «cortejo» del olfato es una herramienta infalible para atrapar a los clientes. La razón de ello se inscribe en algo tan sencillo como fascinante: la vía olfativa y los canales neuronales que rigen nuestras emociones están conectados. El chocolate y su fragancia son uno de los detonantes con más poder en nuestro mundo emocional.
También puede interesarte Olores de infancia: puertas a nuestro pasado emocional
El chocolate, un seductor para nuestro cerebro emocional
El chocolate no cura depresiones ni nos va ayudar a tener una vida más longeva. Si de verdad deseamos disfrutar al máximo de los beneficios naturales del chocolate, de sus flavonoides, vitaminas o de esos compuestos naturales capaces de actuar como precursores de la serotonina, siempre será mejor optar por el chocolate negro, el más puro y sin azúcar.
Ahora bien, si por algo nos cautiva el chocolate, además de por su exquisito sabor, es por encender un interruptor muy especial: el de nuestras emociones. Al cerebro le gusta rememorar los instantes agradables del pasado y, curiosamente, muchos de esos momentos almacenados en nuestra memoria están relacionados con alguno de los siguientes aspectos:
- Una caja de bombones, fresas y una noche especial.
- Esa tarta de chocolate que nos preparaba nuestra abuela.
- Ese bocadillo o ese bollo que nos comíamos al salir del colegio.
- Un pastel de cumpleaños o puede que todos nuestros pasteles de aniversario.
- Esa tarde de lluvia con nuestra pareja mientras nos preparábamos un chocolate caliente.
- Esa tarde de verano en la playa sujetando un helado de chocolate que se derretía en nuestra boca.
El chocolate es el invitado principal de los momentos más gratos, cómplices e íntimos de nuestra vida. Por ello, hasta los paladares más selectos se derriten no solo al recordar o imaginar los matices de su sabor.
Es más, parte de ese torrente de endorfinas con el que nos gratifica el cerebro, se debe a una asociación entre dichos instantes felices y ese sabor que reconforta y seduce nuestros sentidos.
El chocolate, por sí mismo, no dispone de una composición nutricional adecuada para curar las penas. Es más bien un canalizador, un mediador infalible, sugestivo y poderoso de las emociones positivas y hasta de los deseos más profundos.
Imposible resistirse al «alimento de los dioses». Un fruto que crecía desde tiempos inmemoriales en el corazón sagrado de las tierras de Mayas y Aztecas.