Cleopatra, el ocaso de los faraones

La reina egipcia y amante de Julio César y Marco Antonio, última representante de una de las dinastías más poderosas de la Antigüedad.
Cleopatra, el ocaso de los faraones
Juan Fernández

Escrito y verificado por el historiador Juan Fernández.

Última actualización: 11 julio, 2023

En la historia del Imperio Romano hay un figura femenina muy significativa, se trata de la famosa reina Cleopatra. La leyenda de la tirana exótica, con unas dotes de seducción casi mágicas, impregnó la historiografía romana.

Aún hoy día no está claro qué parte de la leyenda es cierta y qué parte una exageración. En cualquier caso, Cleopatra logró convertirse en una figura central de la política romana usando todas las armas a su disposición.

En una crepuscular República romana, a merced de sus crisis internas, éxitos externos y luchas de poder entre grandes hombres, las oportunidades políticas se presentaban ante quien tuviera la audacia de buscarlas. Su belleza, su inteligencia, su poder y la riqueza de sus tierras fueron los cuatro ases de los que dispuso Cleopatra.

¿Quién fue Cleopatra?

Fue reina de Egipto, considerada la última soberana de la dinastía ptolemaica, cuya línea de gobierno se extendió después de la muerte de Alejandro Magno en el 323 a. C. hasta la muerte de Cleopatra en el 30 a. C.

La sucesión de dicha dinastía empezó cuando Ptolomeo, general de Alejandro Magno, se estableció como gobernante de Egipto, convirtiéndose en el rey Ptolomeo I Sóter de Egipto. En los siglos posteriores, su descendencia seguiría sus pasos.

El padre de Cleopatra fue el rey Ptolomeo XII. De su madre no se tiene mucha información, se cree que pudo haber sido hermana de su padre, Cleopatra V Trifena. También es posible que haya sido hija de una concubina. Lo cierto es que no se tiene certeza de quién fue mamá.

De acuerdo a los datos de National Geographic, cuando su padre falleció, Cleopatra asumió el trono a los 18 años. Al principio, reinó con su hermano Ptolomeo XIII y se casó con él. Sin embargo, el joven rey quería gobernar solo y estalló la guerra civil que buscaba ayudarlo a lograr tal fin. Como consecuencia de la confrontación, Cleopatra huyó a Siria junto a Julio cesar.



Cleopatra y César

A pesar de la diferencia de edad que los separaba y de que César era casado, iniciaron una relación romántica, y César le aseguró que la apoyaría a recuperar su reinado. Así pues, para el siglo 47 a. C., Ptolomeo XIII murió en el Nilo, mientras huía de las tropas de César.

Con Egipto en manos César, Cleopatra volvió al trono y se casó con su hermano Ptolomeo XIV. Sin embargo,  la aventura amorosa entre la reina y el romano duró hasta la muerte de este en manos de sus enemigos. Ambos viajaron por todo Egipto y ella tuvo un hijo, llamado Cesarión.

Alrededor del año 46 a. C, la reina viajó a Roma con su hijo y se hospedó en una casa ubicada al otro lado del Tíber, frente a la residencia de César. Este último había erigido un templo en honor a Venus Genetrix, la deidad que consideraba como su ancestro divino, y en dicho templo instaló una estatua de Cleopatra.

En su estancia en Roma, César fue asesinado durante los idus de marzo del 44 a. C. Tras su muerte, Cleopatra regresó a Egipto, donde orquestó el envenenamiento de su hermano Ptolomeo XIV.

«Dicen que su belleza no era deslumbrante (…) pero cuando estabas en su presencia y hablabas con ella era irresistible».

―Plutarco

Cleopatra y Marco Antonio

A la muerte de César, apuñalado por Bruto y otros senadores, el heredero escogido por él sería Octavio Augusto y no Cesarión. Junto con Marco Antonio y Lépido, los tres seguidores de César vengaron su muerte y se repartieron Roma y sus influencias.

Un nuevo señor aparecía en el Mediterráneo oriental y, por tanto, un nuevo reto para Cleopatra si pretendía mantener su influencia. Bajo el gobierno de Cleopatra, Egipto había prosperado mucho. Si no fue la belleza de la reina o su habilidad para la seducción, serían sus riquezas las que enamoraron a Marco Antonio.

Al contrario de la austera Roma, en Oriente el lujo y la pompa eran imprescindibles para gobernar a la plebe. Cleopatra y Marco Antonio lo practicaron con entusiasmo. Y apelando no solo a la tradición de los Lágidas, sino también a la de los antiguos faraones, instauraron en Alejandría una corte donde ellos formaban una pareja divinizada, Isis y Dioniso.

A medida que Antonio ganaba Oriente, perdía Roma. La propaganda de Octavio se desató, la bruja egipcia habría nublado la recta mente romana del antaño gran general romano.



El amargo final

De acuerdo con un artículo publicado en Studia Historica: Historia Antigua, en el año 30 a. C, Cleopatra se negó a entregar a Marco Antonio a Octavio, lo que la llevó al suicidio. Al enterarse de que Octavio quería llevársela a Roma para exhibirla en su desfile triunfal, logró evitar la guardia y se quitó la vida en su mausoleo, ingiriendo el veneno de la áspid.

Murió como una reina poderosa que desafió al Imperio Romano, y aunque tuvo sus vicios, como buena gobernante ptolomaica, su memoria fue honrada durante siglos por los egipcios. Su ímpetu por derrotar a Roma y su anhelo de gobernar en un estado de libertad la hicieron una mujer extraordinaria.

Pese a todo, en su vida logró ascender de la progresiva irrelevancia de su familia a una de las mujeres más poderosa del mundo. En contra de lo que se ha querido dibujar de ella, su verdadero objetivo siempre fue la supervivencia de su familia y de su país.


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