Come to daddy: thriller y humor negro
Es difícil imaginar una realidad que supere a Come to daddy, el filme de Ant Timpson protagonizado por Elijah Wood y estrenado hace tan solo unos meses. Sin embargo, la película, por descabellada que parezca, posee ciertas reminiscencias con el mundo real y una satírica visión de la familia que no te dejará indiferente.
Norval (Elijah Wood) parece haber vivido siempre una vida acomodada, aunque con severas carencias afectivas. Nunca ha conocido a su padre y tiene serios problemas con el alcohol. Por ello, tras recibir una carta de su padre, no se lo piensa dos veces y acude a la dirección indicada con el fin de conocer a su progenitor.
Sin embargo, tras el reencuentro, todo resulta excepcionalmente extraño; y su padre, lejos de ser una persona dedicada a la vida tranquila, resulta tener un pasado sorprendente. Todo ello desembocará en una aventura sin pies ni cabeza en la que Norval se verá sometido a una prueba que jamás llegó a pensar, en una búsqueda hacia sus raíces de lo más desconcertante.
Un filme peculiar
Elijah Wood protagoniza este extraño thriller que a más de uno le recordará a Swiss Army Man, la desconcertante película protagonizada por Daniel Radcliffe. Lo cierto es que ambos actores poseen bastantes similitudes y el gran público tiene muy presentes sus trayectorias, por ello, no es de extrañar que uno evoque al otro y que, en este caso, Come to daddy nos recuerde a Swiss Army Man.
Mientras Wood saltó a la fama internacional gracias a Frodo en El señor de los anillos, el segundo hizo lo propio con Harry Potter en la saga homónima. Y más allá de sus similitudes físicas, es inevitable pensar en sus lazos en el mundo artístico, pues ambos parten de superproducciones bien conocidas por el gran público y terminaron dedicándose al cine más independiente e incluso irreverente.
Mucho se ha hablado en el mundo del cine de familias adoptivas y de orígenes inciertos en el caso de los hijos. Parece que los lazos familiares y las propias estructuras que componen la familia son un terreno muy interesante para explorar en el mundo del cine.
Sin embargo, Come to daddy lo aborda desde una perspectiva diferente. Lo ridículo de la trama termina por hacerse verosímil y, en parte, es por el buen hacer de su protagonista y la gran habilidad para combinar un sinfín de géneros por parte de la dirección.
El joven Norval ha crecido sumido en el misterio, en una mansión de un barrio acomodado, pero pese a los lujos, se encuentra sumido en un vacío emocional que le acompaña desde su infancia. Apenas conoce nada acerca de sus orígenes, parece haber vivido una mentira y lo más cerca que ha estado de su padre es una carta en la que le invita a visitarlo.
Con la intención de llenar ese vacío y encontrarle al fin un sentido a su existencia, decide aventurarse a conocer a su padre, pero se topa con alguien del todo inesperado. Con un hombre que parece haber sucumbido a más vicios que Norval y para el que la mentira es una parte fundamental de su vida.
El filme nos sumerge en una fantasía risible en la que predomina el humor negro, pero apoyándose fuertemente en el cine. El espectador tratará de encajar todas las piezas del rompecabezas que parecen componer la vida de Norval, mientras sucumbe a una serie de acontecimientos descabellados, cómicos, salvajes y, por qué no decirlo, también escatológicos.
Come to daddy: para los amantes del humor negro
El humor negro libera tensiones, permite que nuestra mente se sumerja en las más aterradoras y risibles pesadillas. Nos despoja de toda norma y nos invita a dejarnos llevar.
Así, el cine o el teatro se convierten en una catarsis para el espectador que reprime sus estímulos. Come to daddy no representa una fantasía convencional, no parodia nuestra propia realidad, pero sí nos invita a dejarnos llevar.
Escapando de los convencionalismos y de lo puramente afectivo, nos introduce una historia sobre la búsqueda de la identidad, en la que el pasado sí es relevante. En medio de una trama que bien podría ser convencional, la de la búsqueda de los orígenes y los motivos que llevan al protagonista a querer llenar su vacío, terminamos asistiendo a una alocada aventura que se torna estrafalaria por momentos.
Finalmente, a través de Norval, vemos que nuestras acciones se ven profundamente determinadas por los acontecimientos de nuestras vidas y, en situaciones extremas, somos capaces de lo imposible; de todo aquello que repudiamos y que, en sociedad, nos negaríamos a aceptar.
Como una especie de carnaval o sonrisa satírica, Come to daddy se ríe de todo y, al mismo tiempo, lo pone en tela de juicio. No, no es un gran filme para recordar durante siglos, pero sí resulta una caricatura trágica de las familias, de esa búsqueda absurda por saber qué somos y de dónde venimos.
Así, de lo verosímil, de las estructuras familiares, terminamos asistiendo a un rompecabezas de lo más extraño. El filme termina por brindarnos, aunque sea por momentos, segundos de desconexión y evasión absolutamente necesarios y que, por supuesto, no se encuentran exentos de análisis.