Cómo influye el budismo en nuestros corazones
Hace un tiempo que el budismo llegó a mí; a través de charlas con amigos que estaban muy interesados en esta filosofía de vida y sobre todo, a través de un pequeño libro que llegó a mis manos no por casualidad, sino porque yo quería realmente aprender y profundizar en mis conocimientos superficiales que tenía sobre esta doctrina.
Tengo que decir que como ocurre muchas veces con los libros, hay partes que me interesaron más que otras, es posible que el motivo estuviera en que me resultaban nociones demasiado técnicas que a mí me venían algo largas de entender.
Pero por otro lado, el libro estaba lleno de enseñanzas que realmente me encantaron y que muy probablemente me ayudaron desde entonces a entender mejor el mundo de mí misma.
Si a alguno de vosotros os ha gustado hasta ahora lo que os he expuesto es muy posible que os preguntéis: pero ¿de qué libro se trata? pues seguro que hay mil libros igualmente buenos y válidos para entender la esencia del budismo, este no lo es menos y de hecho, otras personas me comentaron que a medida que lo iban leyendo, lo iban subrayando, porque sin duda era un libro para no sólo leer sino para releer como un libro de cabecera de nuestra vida.
Al igual que mis conocidos, eso mismo hacía yo y lo hago con muchos otros libros de este tipo… subrayaba frases que tenían mucho que decir sobre el aprendizaje de la vida y que hoy quiero compartir con vosotros:
Humildad
Buda dijo “Lo que enseñé es comparable a las hojas que tengo en mi mano. Lo que no enseñé es comparable a la totalidad de las hojas de este bosque”.
¿Hay una frase más humilde para un hombre con tanta sabiduría de vida?
El budismo nos aporta la actitud de humildad y sencillez.
Nuestra propia isla
“Que cada uno sea su propia isla, cada uno su propio refugio, sin tratar de acogerse a ningún otro”.
Y es que realmente perdemos el miedo, cuando sentimos que nosotros somos la vara donde apoyarnos; que nosotros tenemos la fuerza interior suficiente para sostenernos ante las adversidades que nos va marcando la vida.
Nuestra lámpara interior
“Nadie encenderá la lámpara por nosotros (a lo sumo indicará como hacerlo) pero nosotros estamos capacitados para encender nuestra propia lámpara interior”.
Sin duda alguna inteligencia emocional en potencia. Conocernos, descubrirnos y validarnos para conseguir lo que queramos y apreciarnos.
La impermanencia
“La impermanencia es fuente de sufrimiento. Nada dura, nada permanece, todo fluye, transita, cambia”, “hay que liberarnos del dolor del sufrimiento”, “las cosas placenteras no duran, son transitorias” y es que Buda, tal y como afirma el autor del libro, es el mayor investigador del sufrimiento que jamás haya existido.
El budismo es tolerante y respetuoso
No importa la religión que profeses o que no profeses ninguna, cuál es el color de tu piel o la forma que tienes de ver la vida, lo importante es que yo te respeto y tú me respetas a mí.
¿Hay algo más importante en la sociedad en la que vivimos que el respeto y la tolerancia? Son los dos grandes pilares que mejorarán las relaciones con los demás, con el mundo y por supuesto, con nosotros mismos.
Si te aprecias mucho vigílate bien
Algo así como “la caridad bien entendida empieza por uno mismo” que decimos los occidentales. Y es cierto, los mejores cuidadores, nuestros mejores amigos, somos nosotros mismos.
Esfuérzate por alejar los pensamientos negativos y esfuérzate también por tenerlos positivos
Todo en la vida es esfuerzo, y tener una actitud positiva requiere mucho esfuerzo y tiempo por nuestra parte. Podemos aprender a ser felices.
Y por último, si tuviera que quedarme con una frase seguramente sería “Sosegar la mente, superar los conflictos y vencer el temor”…
Por cierto, el libro era “La Meditación budista” de Ramiro Calle.