Cómo saber si callamos más de lo necesario
No es nada fácil saber cuándo debemos hablar y cuándo debemos callar. Se podría decir que identificar un momento propicio para lo uno y para lo otro es todo un arte. “Quien mucho habla, mucho yerra” dice la sabiduría popular y es verdad. Hablar en demasía nos expone a excesos con consecuencias negativas. Sin embargo, no hablar a veces también nos lleva a lo mismo. ¿Cómo saber, entonces, si callamos más de lo necesario?
El silencio es un bien muy apreciado porque permite hacer pausas para pensar , sopesar y modular el discurso. También es una condición necesaria para la escucha y propicia para la reflexión. Sin embargo, cuando callamos más de lo necesario también es posible que estemos contribuyendo a los malos entendidos o a perpetuar situaciones indeseables.
El silencio debe ser una decisión, un acto de prudencia, una forma no siempre valorada de valentía. En algunas personas, ser de pocas palabras es un rasgo de carácter. Pese a ello, también pueden tener muy claro cuándo hablar y cuándo no hacerlo. Cuando se guarda silencio por otras razones, como el miedo , la confusión o el desconcierto, quizás estamos callando más de lo necesario. ¿Cómo saberlo? Aquí van algunas claves que nos pueden ayudar.
“Lo que se deja expresar, debe ser dicho de forma clara; sobre lo que no se puede hablar, es mejor callar”.
-Ludwig Wittgenstein-
Callamos más de lo necesario si generamos conflictos
Si el silencio se presta para generar malos entendidos , se puede decir que callamos más de lo necesario. Veamos esto con un ejemplo. Una persona se siente molesta con otra porque descubrió que le había dicho una mentira. En lugar de confrontar la situación y reclamar por esta conducta, más bien decide callar. Sin embargo, comienza a mostrar actitudes hostiles hacia esa persona por la que se siente ofendida. También crea una barrera y toma distancia.
En este caso, lo más probable es que el ofendido guarde durante tiempo un cierto resentimiento por la mentira de que fue víctima. Y la persona ofendida jamás tendrá la oportunidad de explicar sus razones o de reconocer sus errores. En tales circunstancias, el silencio no soluciona nada, sino que genera un muro invisible que impide resolver un problema.
Permitir una injusticia
El silencio ante una injusticia es indolencia o cobardía. En ese caso se aplica el refrán que dice: “El que calla, otorga”. Significa que el silencio es una manera de aprobar o legitimar un abuso. Ese es un claro ejemplo de que callamos más de lo necesario.
No es fácil levantar la voz para impedir que ocurra algo injusto, especialmente si el perpetrador de un abuso es alguien con poder, como suele ocurrir. Pero, de no hablar, ese es uno de esos silencios que pueden quemar toda una vida. Hablar a tiempo es tan importante como callar cuando es necesario. Así, la injusticia no debe encontrar cómplices en el silencio.
Callar por inseguridad o timidez no es lo adecuado
A veces la vida nos lleva a construir corazas para protegernos. Quizás hemos pasado por experiencias en las que nos hemos sentido agredidos o violentados y eso conduce a que nos encerremos dentro de nosotros mismos por un cierto miedo que queda latente. Esa condición muchas veces nos anima a adoptar un estilo de vida en el que callamos más de lo necesario.
Quizás tengamos mucho que decir o que aportar, pero decidimos guardarlo para nosotros mismos porque no le damos el valor suficiente a ello. Tenemos miedo de ser juzgados o cuestionados, aunque somos conscientes de que contamos con una idea valiosa, o una iniciativa importante. En esos casos, nuestra protección frente al mundo se convierte en una cárcel que no nos deja volar.
El amor no se debe callar
Se puede decir que callamos más de lo necesario cuando no expresamos abiertamente el afecto que sentimos por los demás. El amor siempre debe expresarse de viva voz. No vale guardarnos las palabras dulces y cariñosas: el que las reciba nunca pensaran que sobraban. De hecho, el afecto que se expresa es uno de los regalos más bellos que podemos hacerle a otra persona.
Todo ser amado es un préstamo que nos hace la vida. Más tarde o más temprano el vínculo acabará. Bien sea porque la distancia se impone, porque se rompen los lazos o por la muerte. Por lo tanto, cada momento con esas personas que queremos es precioso y nunca sobrarán las palabras que sean muestra para el otro de lo importante que es en nuestras vidas.
Las palabras crean y destruyen, pero los silencios también. De ahí que sea importante cultivar ese arte de saber cuándo hablar y cuándo callar. Si lo aprendemos, con toda seguridad seremos más coherentes, acertados y asertivos.