Contacto cero: cuando elegimos dejar atrás una relación de forma definitiva

El contacto cero es una técnica útil para dejar atrás una relación que amenaza con volver a tu vida una y otra vez. Aquí te la contamos.
Contacto cero: cuando elegimos dejar atrás una relación de forma definitiva
Gema Sánchez Cuevas

Revisado y aprobado por la psicóloga Gema Sánchez Cuevas.

Escrito por Valeria Sabater

Última actualización: 18 agosto, 2022

Hay momentos tanto en nuestra vida profesional como en la personal en que no hay más remedio que hacerlo: levantarnos, poner distancia y establecer el contacto cero. Lo hacemos para recuperar el control de nuestra vida y sobre todo, para higienizar emociones, dignidades y para ser tratados como lo merecemos, como personas con derecho y legitimidad para elegir qué queremos y qué no.

Algo que nos demuestran tanto la psicología del desarrollo como la cognitiva es que la mayoría de nosotros no estamos preparados para ponernos de pie y dejar algo. Nuestros mapas cerebrales están cableados para establecer relaciones, para conectar social y emocionalmente. Así, cuando de pronto resuena en nosotros ese sistema de alarma que nos avisa de que algo es “malo”, de que un vínculo nos está causando más dolor que beneficios, es más que común resistirse.

Contacto cero es sinónimo de esperanza. Es ser lo bastante fuertes como para dejar una etapa atrás liberándonos de todo trato para iniciar así un cambio con mayor aplomo y solvencia.

La paradoja de las relaciones dañinas

Lejos de romper esos lazos tóxicos que nos duelen, los maquillamos. Y lo hacemos revistiéndolos de las más sofisticadas sombras, capas y correctores. Mediante autoengaños (“esto es temporal, seguro que cambia”), a través de objetivos ficticios (“mañana le diré lo que pienso y daré fin a esta falsa amistad”) e incluso mediante los más complejos mecanismos de defensa (represión, negación, aislamiento…). Se nos olvida, de algún modo, que los finales son tan necesarios como los inicios.

El miedo, lo queramos o no, siempre estará ahí, tanto a la hora de desprendernos de algo o alguien como cuando la vida nos conduce a una nueva etapa. Por ello, hay veces en que el mejor camino para permitirnos entrar con mayor dignidad en ese otro ciclo es estableciendo el contacto cero respecto a quienes en un momento dado nos trajeron un mismo sabor: el de la infelicidad.

chica ante lago pensando en poner contacto cero

Contacto cero para recuperar la esperanza

Hay decisiones que deben darse desde la seguridad y la fortaleza. Para ello hay que aprender a moldear lo que muchos psicólogos denominan “emociones crudas”. Este tipo de dimensión psicológica la podemos constituir a través de tres enfoques, los cuales, aunque complejos de llevar a cabo, pueden traernos buenos resultados:

  • Primero, pensemos en las posibles consecuencias que pueden darse si no damos fin a esa relación, a ese trabajo, a ese vínculo con alguien determinado (estrés, sufrimiento, pérdida de la salud).
  • Segundo, debemos ser capaces de un aspecto muy simple. Esclarecer qué queremos para nosotros mismos, por ejemplo: quiero sentirme bien y recuperar el control de mi vida. Al fin y al cabo, debemos conocernos con la suficiente solvencia como para saber qué nos conviene y qué nos origina malestar. Una vez lo tengamos claro, nos reafirmaremos en esas dimensiones.
  • Tercero, hay que asentar el deseo de cambio frente a la sombra del miedo. Hay que focalizarse en el impulso de mejora frente a esa dimensión conservadora donde cronificar la misma infelicidad.

Tras reflexionar en dichos aspectos iremos dando forma a esa emoción cruda, con la cual podremos aunar convicción y fuerza personal para tomar una decisión firme donde no quede espacio para el miedo o la inseguridad. Asimismo, una vez ejecutado el propósito e informada esa o esas personas sobre ello, valoraremos si aplicaremos el contacto cero o no.

¿En qué casos es recomendable aplicar el contacto cero?

Aplicaremos el contacto cero en aquellas relaciones desgastantes, ahí donde es necesario dejar atrás la relación afectiva con un narcisista o con una amistad que comparte esos mismos rasgos destructivos. También con relaciones con familiares donde el daño es continuado (y no hay indicios de cambio, sensibilización o mejora).

Asimismo, el contacto cero también es recomendable cuando dejamos atrás un entorno laboral y a unos compañeros que han vulnerado nuestros derechos. Muchas veces se restringe este concepto a las relaciones personales, pero las dinámicas de lo laboral también pueden ser dañinas.

mujer atrapada por hilos pensando en poner contacto cero

Contacto cero: tienes derecho a decir “no”

Los buenos jardineros saben que para que un rosal esté siempre hermoso y sano, debe podarse cada cierto tiempo. A veces, tiene más capullos de los que puede sostener, otros enferman a los demás y algunos ocupan un espacio que entorpece el crecimiento del resto. Cortar, eliminar todo contacto con esas partes que dañan al rosal, es esencial para que este luzca siempre esplendoroso.

En nuestras relaciones ocurre lo mismo. No vale solo con poner cierta distancia, con esperar a que las cosas cambien o a bajar el rostro y seguir alimentando un jardín plagado de malas hierbas. Tenemos pleno derecho a decir “no quiero más sufrimiento” y, tras ello, arrancar nuestras raíces de ese lugar para no volver a tener contacto con quienes habitan allí.

Contacto cero para liberarnos de la tiranía de ciertos vínculos

Hay relaciones, personas y dinámicas que deben llamarse por su nombre: maltrato emocional, manipulación, abuso, vínculo traumático, compañeros o jefes tóxicos, familias egoístas o amigos falsos. Esclarecer lo que ocurre con esas personas nos ayudará también a tomar decisiones con mayor seguridad.

Por otro lado, es necesario tener en cuenta que el contacto cero en estos casos simboliza el pleno derecho a establecer límites. Implica nuestra firme resolución de liberarnos de la tiranía de esos vínculos que han ejercido su poder durante un tiempo con un único fin: anularnos física y emocionalmente.

Asimismo, representa también nuestra única garantía para proteger la autoestima e integridad psicológica.

nenúfares simbolizando la necesidad de poner a veces contacto cero

¿Cómo aplicar el contacto cero?

Esta decisión es más fácil de razonar que de poner en marcha. Para resistir el impulso de volver a relacionarse con alguien tóxico hay varias medidas eficaces a tomar:

  • Bórrala de tus redes sociales y de tu teléfono: es decir, bloquea y luego borra su contacto. No te des la oportunidad de revertirlo en los momentos bajos.
  • Pide a tus círculos que no te comenten nada de esa persona y tampoco preguntes por ella.
  • No asistas, por el momento, a lugares donde podrías encontrarte a esa persona.
  • Realiza nuevas actividades y conoce a nuevas personas.

Al inicio del proceso es normal sentir seguridad, pero también que aparezcan dudas más adelante. Más adelante, cuando tu vida comienza a normalizarse sin la otra persona, es posible que te plantees volver a contactar para abordar los problemas desde tu nueva perspectiva. En ese punto, eres libre de decidir lo que desees.

Libérate de la culpa

No hay que tener miedo, por tanto, a la hora de tomar dicha decisión. Es más, tampoco estamos obligados a justificarnos ni a dar demasiadas explicaciones sobre el por qué de nuestra elección. Cuando uno asume que lo mejor en esa nueva etapa es la distancia firme y ese contacto cero con el que poder sanarnos y reiniciarnos, no hay por qué perder más energía explicando algo que, seguramente, la otra persona no entienda.

Si decidimos marcharnos, hay que hacerlo con propiedad y con perspectiva de crecimiento, no con sentimiento de culpa. Porque las decisiones que se toman para salvaguardar la integridad y la felicidad sirven también para hacernos dueños de nuestro destino, arquitectos de un futuro con mayor esperanza. Y, en esos caminos, la carga de la culpa no tiene lugar ni sentido.


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  • Cantú Rodríguez, M. B. (2016). MUJERES EN PAREJAS INTERMITENTES Y SU PERCEPCIÓN DE LA ANSIEDAD EN LA RELACIÓN. Revista Electrónica de Psicología Iztacala19(2).
  • Hoyos, M. L., Arredondo, N. H. L., & Echavarría, J. A. Z. (2007). Distorsiones cognitivas en personas con dependencia emocional. Informes psicológicos9, 55-69.

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