Cruella de Vil: entre la adoración y el odio
Los estudios Disney son parte de nuestra vida, de nuestra infancia. Todos hemos crecido disfrutando de sus películas, enamorándonos de sus perfectos héroes y princesas que, con el tiempo, hemos terminado rechazando. Los estereotipos Disney han sido muy criticados y lo siguen siendo a día de hoy. Es verdad que, desde la óptica actual, pocos de nuestros antiguos personajes pasarían en filtro del aprobado. Por eso, en lugar de fijarnos en héroes y princesas que se han quedado anticuados, hoy nos sumergimos en el descubrimiento de una villana atemporal: Cruella de Vil.
Igual que los héroes y las princesas se han quedado atrás, también lo han hecho algunos villanos. Los valores cambian y, por tanto, lo que un día consideramos malo, al día siguiente, puede convertirse en bueno. Es cierto que Disney se ha esforzado mucho en dejar clara la línea que distingue el bien del mal, pero, de una misma cosa, se pueden realizar múltiples lecturas. Por ejemplo, en el caso de La Sirenita, podemos ver a Ariel como una joven ingenua e insegura que se deja engañar con facilidad, mientras Úrsula sobrevive como puede a un injusto destierro.
Además, en ningún momento engaña a Ariel, le entrega un contrato, pero Ariel firma sin leer. Y así podríamos seguir haciendo lecturas de los clásicos villanos de Disney. Sin embargo, hay algunos que jamás darán pie a convertirse en “no tan malos” como Frollo en El Jorobado de Notre Dame y, por supuesto, Cruella de Vil en 101 Dálmatas.
Y es que querer hacer un abrigo con piel de cachorro es ser muy malo ayer, ahora y siempre. Pero… ¿y si otra lectura fuese posible? ¿Y si cambiamos cachorro por visón? ¿Sería Cruella tan mala o la aceptaríamos socialmente?
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Cruella de Vil, una verdadera villana
La película animada se estrenó en 1961, siendo bastante innovadora para lo que venía fabricándose bajo el sello Disney. Hasta la fecha, destacaban títulos como Blancanieves, Cenicienta, La Bella Durmiente o Alicia en el País de las Maravillas. Es decir, se trataba de películas en las que la magia y la fantasía era fundamentales. Es cierto que también habían aparecido otros títulos como La Dama y el Vagabundo, pero lo interesante de 101 Dálmatas es que nos sitúa en la contemporaneidad.
Aparecen elementos como la televisión que nos indican que ya no vivimos en remotos mundos fantásticos ni en historias que pasaron hace ya mucho, mucho tiempo. Además, su principal villana resulta ser un personaje carente de magia, no es bruja ni hechicera, pero guarda una gran maldad. Cruella de Vil es toda una fashion victim, una mujer adinerada y de su tiempo con cierta obsesión por los abrigos de pieles.
Esta visión más realista del villano produce cierto terror en el espectador. Cuando el villano es presentado como alguien lejano, que no vive en nuestro tiempo o nuestro mundo, difícilmente causará pánico. Es algo similar a lo que sucede con el cine de terror; cuando la película resulta ser demasiado inverosímil o narra hechos que son casi imposible que ocurran, el espectador no se involucrará y no sentirá miedo. Sin embargo, cuando en una película nos presentan a un asesino real, una historia basada en hechos reales o algo que podría llegar a ocurrir, entonces, se produce el miedo.
En el caso de Cruella, cobra especial importancia su caracterización: mujer extremadamente delgada, que fuma constantemente, cejas puntiagudas y rostro calavérico. Una caracterización muy clásica en los villanos de Disney, su mirada y sus cejas ya nos confirman lo que todos temíamos: Cruella es mala.
El hecho de que aparezca fumando compulsivamente la dota de cierto esnobismo característico de la época, pero también es un indicio de su maldad. Recordemos que la película está destinada a un público infantil y, como consecuencia, el tabaco posee connotaciones negativas. La delgadez y las líneas agresivas, a su vez, suelen aparecer con frecuencia en los villanos (a excepción de Úrsula, por ejemplo), pero también son un reflejo del mundo al que nos pretenden trasladar: la industria de la moda.
Los horrores de la moda
En la actualidad, cada vez son más las firmas que apuntan hacia una moda más sostenible y van prescindiendo, poco a poco, de las pieles animales. Aunque es cierto que todavía se fabrican abrigos de piel y que, en la industria del calzado por ejemplo, resulta difícil encontrar zapatos que no utilicen cuero. La sensibilidad hacia los animales ha llegado bastante tarde, siendo mayoritaria en las últimas décadas.
Durante el siglo XX, los abrigos de pieles como el visón, la chinchilla, el zorro o la nutria fueron muy codiciados. El gusto por las pieles era tendencia, sinónimo de poder adquisitivo y de glamour. Cruella de Vil encarna perfectamente estos valores, la moda está por encima de todo, incluso, de la vida. Para ella, no hay nada más importante que satisfacer sus caprichos.
Por eso, decide hacerse con una piel verdaderamente novedosa: la piel de los dálmatas. ¿Cómo alguien puede querer asesinar a unos cachorros solo para vestirse? ¿Por qué no utilizar una piel sintética que imite sus manchas? Esto es algo que nos horroriza profundamente, todos sabemos que el perro es el mejor amigo del hombre, ese compañero fiel y leal que se ha convertido en uno más de la familia.
Entonces, ¿qué hay de los visones o los zorros? ¿Por qué es correcto utilizar su piel y no la de un dálmata? Cruella, además de ser una excelente villana, esconde una oscura realidad que pasa casi desapercibida para gran parte de la población. La industria de la moda, durante mucho tiempo, ha abusado de los animales para satisfacer los deseos de los humanos.
Al hablar de un perro, sentimos empatía, nos solidarizamos con él y vemos que la actitud de Cruella es la de una mujer malvada, pero no ocurre lo mismo con otros animales. De alguna manera, Cruella nos está dando una lección: la estamos juzgando mientras vestimos cuero y pieles animales. ¿No resulta contradictorio? ¿No resulta hipócrita?
Adoramos a Cruella de Vil
Su nombre no podía ser más acertado, la propia etimología del mismo ya alude a su maldad, a lo despreciable que resulta su personaje. Y, sin embargo, la adoramos. La adoramos por ser una perfecta villana, pero también porque sabemos que lo que estamos viendo es ficción y resulta tremendamente divertida. Es inteligente, excéntrica, exitosa, abusa de sus empleados, es totalmente egoísta… En definitiva, una verdadera arpía.
En 1996, pudimos ver a Cruella de Vil por primera vez en imagen real. Una extraordinaria Glenn Close fue la encargada de darle vida a la emblemática villana de Disney. Su interpretación ha contribuido, en cierto modo, a la mitificación del personaje. Pocos actores han logrado dotar a un personaje Disney de una imagen tan distintiva y aplaudida.
La Cruella de Glenn Close logra hacer sombra a todos los demás personajes, especialmente, a los buenos Roger y Anita. La verdad es que, en 101 Dálmatas, los humanos buenos son bastante planos y totalmente prescindibles, son personajes que no llegan a calar en el espectador. Sin embargo, la villana se alza con todo su esplendor tanto en la versión animada como en la real, aunque, en esta última, brilla especialmente.
Su extravagante look nos atrapa, hace que no podamos dejar de mirarla. Cruella es una mujer autosuficiente, que domina sobre todos los personajes del filme, es ambiciosa y no conoce límites para su creación. En definitiva, resulta un personaje que funciona a la perfección, desde lo visual hasta lo más profundo de su oscura personalidad. Con tintes cómicos, juega a ser la mala de una película de la que, sin quererlo, se hace totalmente protagonista.
Cruella de Vil es una de las villanas más recordadas de Disney. Capaz de generar rechazo y admiración casi a partes iguales. Destruye la idealización del mundo de la moda, muestra la verdad detrás de las codiciadas pieles y la propia hipocresía del mundo. Es tan única, tan icónica, que es difícil no adorarla.
“Ya sabes que me chiflan las pieles, querida, son mi único amor, adoro las pieles. Y dime, ¿qué mujer hay en este horrible mundo que las odie?”.
-Cruella de Vil-