¿Cuándo se convierte la ansiedad en un trastorno?
“¡Últimamente tengo mucha ansiedad, hay algo que va muy mal!”. Es cierto, hay épocas en que la vida se nos viene encima y todo parece escapar a nuestro control. Taquicardias, insomnio, pensamientos rumiantes… Sin embargo, ¿hay motivos para preocuparnos? ¿Cuándo se convierte la ansiedad en un trastorno psicológico que deba ser atendido clínicamente?
Bien, el simple hecho de que nos planteemos esta pregunta es un buen indicador. Son muchas las personas que conviven con estas condiciones sin actuar, sin solicitar ayuda y normalizando estados altamente patológicos. Ser conscientes de que estamos perdiendo nuestra calidad de vida y funcionalidad social es un paso decisivo.
En la actualidad, los servicios de atención primaria atienden un gran número de pacientes con ansiedad. Si bien es cierto que una parte importante de estos serán derivados a profesionales especializados, otro sector no evidencia más que simple estrés y una ansiedad moderada. No todo lo que sentimos, por muy incómodo que resulte, es patológico y necesita un fármaco que lo alivie.
Sin embargo, ¿cómo saberlo? Lo analizamos a continuación.
Es importante saber diferenciar la ansiedad patológica de la ansiedad normal. Asimismo, es decisivo que aprendamos a manejar ese estrés recurrente del día a día, antes de que dé paso a un trastorno psicológico.
¿Cuándo se convierte la ansiedad en un trastorno? Indicadores
La salud mental ha ido ganando terreno en el escaparate social. Estamos normalizando hablar de la depresión, de la ansiedad, del trastorno bipolar, los trastornos de la conducta alimentaria (TCA), etc. Dar visibilidad es permitir que la población se familiarice con realidades que son comunes, que todos podemos sufrir y que, afortunadamente, pueden superarse con una intervención adecuada.
Ahora bien, no todas las formas de ansiedad requieren de un ansiolítico para apaciguarla. No está de más recordar que esta reacción psicofisiológica agudiza nuestros sentidos para permitirnos responder de forma más efectiva a las demandas ambientales. Por ello, hechos como tener problemas en el trabajo o lidiar con alguna preocupación puntual, puede hacer que esta emoción aparezca.
Diferenciar la ansiedad normal de la ansiedad patológica es, sin duda, una herramienta esencial que deberíamos aprender. Por otro lado, no podemos descuidar un hecho esencial. Aunque nuestra ansiedad actual no sea patológica, no significa que en un futuro próximo no se convierta en un trastorno. Saber regular emociones y desarrollar enfoques mentales más saludables siempre nos serán de gran ayuda.
Descubramos ahora esos indicadores para saber cuándo se convierte la ansiedad en un trastorno.
La hipervigilancia, la mente en busca de amenazas
Trabajos como los realizados en la Universidad de Delaware, en Estados Unidos, han investigado ese punto en el cual, pasamos de la ansiedad normal a la ansiedad patológica. La hipervigilancia es uno de los indicadores más claros de que estamos cayendo en un estado psicoemocional preocupante.
Se trata de un estado de mayor sensibilidad sensorial en el cual el cerebro se orienta únicamente a ver amenazas y peligros donde no los hay. La hipervigilancia se traduce en una sobreactivación cognitiva (pensamientos) y también psicofísica. La mente no deja de darle vueltas a las cosas, haciendo de un grano de arena un laberinto sin salida.
Al agotamiento mental, se le añade el agotamiento físico por un estado continuado de nervios, de estrés constante.
La ansiedad se convierte en un trastorno en el momento en que dejamos de tener control sobre nuestras vidas, hay una clara sintomatología física y solo anticipamos hechos negativos.
La angustia, el miedo latente que no deja estar ni ser
Si nos preguntamos cuándo se convierte la ansiedad en un trastorno psicológico, debemos tener en cuenta a un estado emocional paralizante. La angustia es miedo constante, combinado con el peso del vacío existencial, sumado a la sensación permanente de amenaza.
En el momento en que este estado se instala en nosotros día tras día, no lo dudemos. Es momento de pedir ayuda.
Niebla mental, no poder pensar o tomar decisiones
La niebla mental es un mecanismo de supervivencia que activa el cerebro. Cuando nos sentimos bajo un estado de gran estrés y ansiedad, el cerebro opta por reducir energía y recursos. Nos limitamos a actuar en piloto automático con el fin de reducir esa gran carga emocional que se halla instalada en nosotros, consumiéndonos.
Esto significa tener problemas para focalizar la atención, recordar cosas, tomar decisiones, reflexionar, pensar de manera innovadora, etc.
La desesperanza y los miedos irracionales
Quien se pregunte cuándo se convierte la ansiedad en un trastorno basta con atender el rumor de sus pensamientos. Si bien el acto de pensar no genera ningún sonido, sí se traduce en el rumor silencioso del aturdimiento, de la negatividad y el restar al futuro de ilusión y esperanza. La mente nunca se detiene y es caótica, todo lo que rumia es catastrófico y poco útil.
Cuando ese estado de negatividad se vuelve una constante, la desesperanza se convierte en otra compañera de vida. Es importante detectar su presencia porque, en algunos casos, podría ser indicador también de un trastorno depresivo.
Hay que tener presente que, en ocasiones, la ansiedad puede presentarse como un síntoma de la depresión mayor.
Cuando el cuerpo duele a causa de la ansiedad latente
Otro factor decisivo para saber cuándo la ansiedad normal se convierte en un trastorno psicológico, son los indicadores físicos. Tengamos en cuenta la presencia de varias de estas características:
- Taquicardias.
- Presión en el pecho.
- Alteraciones digestivas y/o intestinales (digestiones pesadas, náuseas, diarrea…).
- Tensión muscular, además de dolor de espalda, de cuello, etc.
- Hormigueos o calambres.
- Sudoración.
- Problemas para conciliar el sueño.
- Cefaleas.
- Cansancio inexplicable.
Reflexión final
Si cumplimos con varios de estos indicadores y sospechamos de una posible presencia de un trastorno de ansiedad, solicitemos ayuda especializada. El primer paso es obtener un diagnóstico. Hay diferentes tipos de ansiedad, e incluso la propia ansiedad puede ser comórbida de otras condiciones.
Sea como sea, hay algo que debemos saber: contamos con un buen repertorio de intervenciones que han evidenciado tener éxito frente a la ansiedad. El papel de la psicoterapia es clave, y en algunos casos, se podrá recurrir también a una estratégica farmacológica. En última instancia, serán los profesionales quienes nos tengan que guiar en el proceso de recuperación.
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