Custodia compartida o individual: el impacto en el menor
Un divorcio es uno de esos acontecimientos capaces de generar un buen número de emociones, muchas veces encontradas. En este marco, la psicología jurídica presta una atención especial en este tipo de procesos a una de las partes más vulnerables: los menores. Cuando se rompe una pareja surgen muchas preguntas en torno los hijos: ¿dónde vivirá? ¿cada cuanto habrá de ver a sus padres? En definitiva, ¿custodia compartida o individual?
Aunque a veces las condiciones no lo permiten, en ocasiones se deja en manos de la emoción una cuestión que puede ser resuelta por los psicólogos: a pesar de las diferencias, y si el caso lo permitiera, ¿es recomendable la custodia compartida? ¿Acaso la individual puede no tener ningún impacto en el hijo? ¿Hay diferencias en su bienestar entre ambos casos?
En breves pinceladas: la custodia compartida y la custodia individual
La “ley del divorcio”, aprobada en 1981 concedía, en caso de divorcio, la custodia individual a un progenitor. En otras palabras, y según Picón Advocats, la guarda y custodia del menor era otorgada a un padre, y el otro tenía derecho a un régimen de visitas.
Esto cambia en 2005, al ver los efectos nocivos que la custodia individual tenía en los hijos de los matrimonios rotos. Se introduce por tanto el concepto de la custodia compartida, donde el cuidado y bienestar, guarda y custodia del menor son obligaciones de ambos, y el menor puede convivir con ambos en diferentes períodos.
En 2009, tan solo el 9,7 % de los casos de divorcio terminó en custodia compartida. En 2018, el 33,8% de ellos incluyó custodia compartida en vez de individual, según el INE.
¿Qué dice la literatura científica al respecto?
Tejeiro y Gómez (2011) elaboraron un metaanálsis, Divorcio, custodia y bienestar del menor: una revisión de las investigaciones en Psicología, y su investigación concluyó algo que la comunidad científica parecía esperar: sí existen diferencias en el bienestar del menor si este se ve inmerso en un proceso de custodia compartida o individual.
Ambos autores señalan aquello que Bauserman (2002) ya afirmó después de seleccionar 33 estudios con los mejores atributos paramétricos: los niños con custodia compartida estaban mejor “ajustados” que aquellos en situación de custodia individual. Comparaba el ajuste de los niños en custodia compartida que aquella que presentaban en familias intactas. Esta investigación es presentada al final del artículo.
Algunas de las diferencias entre custodias que los diversos metaanálsis revisados sugieren son:
- Mayor implicación en los padres con custodia compartida.
- Menor depresión en custodia compartida.
- Más problemas de ajuste emocional en custodia individual.
- Menor rivalidad entre hermanos y mayor autoestima en custodia compartida.
- Más tendencia a sentirse rechazados por un progenitor en individual.
- Mejor autoconcepto, locus de emoción y relaciones con los progenitores en compartida.
Otros estudios revisados, no obstante, también incluyen resultados donde el tipo de custodia no tiene efecto sobre la salud emocional de los hijos.
Los efectos de la custodia compartida en la familia
La custodia compartida parece beneficiosa para, no solo los hijos, sino también para los padres que se separan. Así lo concibe Marín Rullán (2015), que encuentra que bajos niveles de discordia y altos niveles de comunicación suponen un patrón cooperativo en los padres, y gracias al cual ambos tienen mayores niveles de satisfacción que padres que no lo presentan.
El conflicto entre los padres es quizás aquello que más impacto negativo tiene sobre los hijos. Por ello, gran parte de su bienestar reside en la capacidad que ambos progenitores tienen para llevarse bien. Muchas veces, aunque uno puede pensar que la custodia compartida es lo mejor para el niño, también puede conllevar un mayor contacto entre dos personas cuya relación está deteriorada. No obstante, Tejeiro y Gómez calcularon también esta variable en su metaanálisis, encontrando que la custodia compartida disminuía el nivel de conflicto entre los padres.
Otras dudas que puede plantear la custodia compartida es la obligación de ver a un ex marido o ex mujer cada cierto período, y con ello no poder curar las heridas abiertas. Los estudios sugieren que esto no es más que un miedo con poca razón de ser. Así, el nivel de distanciamiento de los progenitores, medido por Pearson y Thoennes (1990), tiende a aumentar después de dos años sin importar el tipo de custodia.
¿Qué ocurre con esas familias 12 años después?
Esta fue la pregunta que se plantearon Emery, Laumann, Waldron, Sbarra y Dillon (2001), cuando decidieron ver qué pasaba en las familias de aquellos padres que habían elegido custodia compartida o individual (en esta última, los conflictos entre los padres eran mayores). Entre las conclusiones a las que llegaron, la más llamativa fue que los padres de aquellos hijos que vivían en custodia individual estaban muy poco involucrados la vida del otro.
Asimismo, estos autores encontraron que los padres con custodia compartida tendían a hacer más cambios en sus vidas, y por ello también en la vida del niño; pero que ello no conllevaba mayor conflictos entre los padres, y que esto estaba relacionado con aspectos como la flexibilidad y la cooperación.
El impacto en el “ajuste” del menor
Bauserman, en su metaanálisis Child Adjustment in Joint-Custody Versus Sole-Custody Arrangements: A Meta-Analytic Review, mide los niveles de ajuste del hijo en los diferentes tipos de custodia. El ajuste al que se refiere incluye:
- Ajuste conductual: trastornos de conducta.
- Ajuste emocional: depresión, ansiedad, problemas en el locus de control, autoconcepto…
- Autoestima.
- Relaciones familiares y parentales.
- Rendimiento académico.
El hecho de encontrar que todas estas categorías se presentaban más altas en el menor en custodia compartida que en aquel en custodia individual apoya que la custodia compartida tiene un mejor impacto en el niño que la individual.
La custodia compartida, beneficiosa y enrevesada
Después de un proceso complicado, sufrido y que a veces quema mucho a los implicados, quizás la custodia compartida no es la opción que en un principio preferirían. Quizás, aunque los progenitores se muestren su interés en conseguir que su hijo tenga la vida lo más normal posible, no saben cómo gestionar la custodia compartida.
En relación con esta dificultad, Marín Rullán parece tenerlo claro: existen cuatro factores cuya presencia puede marcar el éxito o fracaso de la custodia compartida. Estos son:
- Compromiso y dedicación: más allá de las disposiciones de un juzgado.
- Apoyo al otro progenitor: respeto del vínculo del otro progenitor y el hijo, implicación activa y separada de ambos padres.
- Distribución flexible de las responsabilidades.
- Características psicológicas: las conductas cooperativas tienden a emanar más de personas poco narcisistas, con empatía, poco vulnerables, con actitudes orientadas al resto y con actitudes parentales positivas.
Sabiendo los resultados que se derivan de ambos tipos de custodia, teniendo en cuenta experiencias de padres y menores, quizás la pregunta no sea: ¿custodia individual o compartida?, sino, más bien, ¿cómo conseguir que los padres adquieran las habilidades necesarias para conducir una custodia compartida a buen término?
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- Bauserman, R. (2002) Child Adjustment in Joint-Custody Versus Sole-Custody Arrangements: A Meta-Analytic Review. Journal of Family Psychology, 16(1), 91-102.
- Emery, R., Laumann, L., Waldron, M., Sbarra, D. & Dillon, P. (2001). Child Custody Mediation and Litigation: Custody, Contact, and Coparenting 12 Years After Initial Dispute Resolution. Journal of Consulting and Clinical Psychology, 69(2), 323-332.
- Marín Rullán, M. (2015). La influencia de las actitudes parentales sobre el bienestar del menor y la elección preferente de la custodia compartida: una disertación. Psicopatología Clínica, Legal y Forense, 15, 73-89.
- Tejeiro, R. y Gómez, J. (2011) Divorcio, custodia y bienestar del menor: una revisión de las investigaciones en Psicología. Apuntes de Psicología, 29(3), 425-434.