Diamante de sangre, sobrevivir en un mundo hostil
¿Qué esconden realmente las joyas más preciadas? ¿Qué clase de consumo estamos haciendo realmente? Estas son algunas de las preguntas que nos planteamos tras ver Diamante de sangre (Edward Zwick, 2006). Una película cargada de emociones, de violencia, de aventura y con un componente crítico que no pasará desapercibido.
La cinta se edifica sobre una historia real: la Guerra Civil de Sierra Leona y el tráfico de diamantes, que servirá de marco para lo que vamos a presenciar. Pero Diamante de sangre no se queda solo en la guerra, sino que la utiliza para configurar una nueva historia de aventuras en la que dos personajes, procedentes de mundos distintos, se convertirán en aliados.
Danny Archer y Solomon Vandy se unirán para obtener un diamante que podría cambiarles la vida, aunque de forma muy distinta. Solomon ve cómo su vida se desmorona ante la llegada de la guerra, los rebeldes del Frente Revolucionario Unido irrumpen en su poblado destruyendo familias, incluida la de Solomon.
Solomon es reclutado por el FRU para buscar diamantes; estos diamantes le sirven al FRU para financiar la guerra y adquirir armas. La familia de Solomon logra huir, aunque su pequeño hijo Dia es capturado para convertirlo en niño soldado. Por otro lado, encontramos a Danny Archer, un hombre blanco que se dedica al contrabando de diamantes. Los caminos de ambos se cruzarán en la cárcel; Archer escucha que Vandy ha encontrado un diamante rosa de gran tamaño, por lo que tratará de sacar a Solomon de la cárcel y emprender la búsqueda del diamante.
La película, de una gran crudeza, posee escenas tremendamente violentas a la par que trágicas. Logra capturar el dolor, la impotencia ante una situación tan dura y nos hace partícipes de algo hacia lo que Occidente prefiere no mirar.
Como recomendación personal, es interesante ver la película en versión original para no perder matices de las magníficas interpretaciones de sus dos protagonistas: Djimon Hounsou y Leonardo DiCaprio, no hay que olvidar que este último realiza un excepcional cambio de acento que no se puede apreciar en el doblaje. Ambos personajes representan las dos caras de la supervivencia en un mundo en el que corrupción, injusticia, esclavitud y violencia son los protagonistas.
Diamante de sangre: tres caras y una misma realidad
Al dúo protagonista se le unirá una periodista norteamericana, Maddy Bowen, una joven idealista que caracteriza muy bien a buena parte de la sociedad occidental. En ocasiones, tendemos a pensar que podemos cambiar el mundo, que aportando nuestro granito de arena podremos lograr pequeños cambios en la sociedad. Y, si bien esta afirmación no es del todo desacertada, lo cierto es que, cuando nos sumimos en lo más oscuro de la humanidad, este positivismo tiende a esfumarse.
En Occidente, a veces, tendemos a olvidar que el mundo no es tan fácil como nos lo han pintado, que no es ese lugar idílico en el que podemos conseguir todo lo que nos propongamos. Es cierto que tampoco estamos lejos de la corrupción, ni exentos de violencia, pero hay infinidad de problemas de los que no somos conscientes y estamos siendo partícipes. En cierto modo, los medios de comunicación alientan esta visión, tan solo hay que acudir a las noticias y ver el tratamiento que se le da a una misma tragedia dependiendo del lugar del mundo en el que se ha sucedido.
Probablemente, si el suceso trágico se produce en Europa, nos conmoverá y se le dedicará un largo espacio en las noticias; sin embargo, si ocurre en el otro lado del mundo, seguramente, no le dediquen más de cinco minutos y se trate de forma más superficial. ¿Somos realmente conscientes de la situación que se vive más allá de nuestras fronteras? Esta es una de las preguntas que nos planteamos al conocer a Maddy Bowen.
Maddy es el fiel reflejo de la joven occidental que cree que puede cambiar el mundo, es el reflejo de los ideales y del poder de los mismos. Sin embargo, estos ideales de poco servirán en un ambiente en el que lo que prima es la supervivencia. Sobrevivir como sea, escapar y luchar en un mundo hostil, algo a lo que Vandy y Archer están más que acostumbrados y que contrasta con la idea de Maddy.
Maddy cree que si logra un buen reportaje, podrá concienciar a la población o, al menos, hacerla partícipe y que deje de mirar hacia otro lado ante la dramática situación de Sierra Leona. El problema es que las buenas intenciones, a veces, no son suficientes. Podemos cuestionar enormemente la actitud de Archer, el hecho de enriquecerse a costa del sufrimiento de los demás y, sin embargo, descubrimos que es su forma para sobrevivir, que lo único que desea Archer es poder huir del continente.
Vandy, por su parte, representa los valores familiares, el amor hacia su familia le moverá a desobedecer arriesgando su propia vida al esconder el preciado diamante. Vandy podría haber entregado el diamante y continuar su esclavitud “agachando la cabeza”, sin embargo, decide arriesgarse y hará lo que sea por poder reunirse con su familia. Pese a los valores que encarnan estos personajes, pese a las actitudes cuestionables que puedan encarnar, especialmente Archer, pronto, nos daremos cuenta de que el enemigo no es otro que el poder, la corrupción y, en cierto modo, los propios consumidores.
¿Cuál es el precio del consumo?
Diamante de sangre va más allá de dibujar buenos y malos, va más allá de los propios personajes. Lo que realmente nos propone la cinta es una reflexión acerca del mundo que habitamos, acerca de las desigualdades y del propio consumo del que somos partícipes. Son los propios países occidentales quienes compran las joyas que provienen de la explotación y, con ese dinero, se financian las armas del FRU y convierten a niños en soldado como le ocurre a Dia.
Al mismo tiempo, los tres personajes representan, de alguna manera, este círculo de intereses: Maddy proviene de Occidente, de la sociedad de consumo, de esas personas que, comprando los diamantes, financian las armas; Archer es el encargado de ejercer de intermediario entre ambos continentes, es el encargado de vender los diamantes; y, por último, Solomon pertenece al mundo de la esclavitud, a aquellos que deben encontrar los diamantes que posteriormente serán vendidos y adquiridos por algún occidental adinerado.
De este modo, lo que se nos muestra es cómo estos personajes actúan en función de su realidad, de su contexto. Cada uno de ellos afronta su situación individual de la forma que cree conveniente. Al cruzarse sus caminos, emprenderán un camino de aventuras, de supervivencia y situaciones dramáticas. Un camino a contracorriente, una lucha de David contra Goliat en la que el preciado diamante será el hilo conductor y, aunque parezca contradictorio, el camino hacia la libertad.
Tras ver Diamante de sangre, el eco que nos deja son infinidad de dudas acerca de nuestro propio papel como consumidores poco o nada responsables. ¿Somos realmente conscientes de lo que consumimos? ¿Sabemos si nuestros objetos más preciados no están manchados con sangre? Y ya no hablamos de joyas preciosas, como los diamantes, sino de objetos tan simples y cotidianos como ropa, alimentos o tecnología.
¿Es justo pagar un precio desorbitado por un objeto? ¿Somos víctimas del momento y del lugar en el que nos ha tocado nacer? ¿Está en nuestra mano cambiar las cosas? Diamante de sangre abre el debate, plasma ante nosotros una cruda y violenta realidad, nos atrapa entre unos personajes perfectamente dibujados, con vidas y sueños distintos, pero con un único objetivo: sobrevivir en un mundo hostil.
“¿Quién crees que compra las piedras que yo saco? Chicas estadounidenses que quieren una boda de ensueño y una piedra como las que hay en los anuncios de sus revistas políticamente correctas”.
-Diamante de sangre-