El amor no es un resultado, sino una experiencia
He conocido a muchas personas que buscaban el amor, como buscadores de metales preciosos o conchas en una playa desierta bañada en calma por el mar. He conocido a otras muchas que después de encontrarlo han tenido la sensación de tenerlo todo, una sensación habitual en las primeras fases del enamoramiento. De ahí la sensación de estar completos y el mito de la media naranja.
Sin embargo, el amor no es un resultado: aquello que cierra un círculo, en este caso el de nuestra identidad. Al menos, no es solo un resultado. Es, sobre todo, una experiencia. De ahí que cuando se termina seamos muy injustos si hablamos de fracaso. La experiencia se disfruta o se sufre, se comparte o se protege incluso, pero nunca puede constituir un fracaso.
“Por el amor de una rosa, el jardinero es servidor de mil espinas”.
-Proverbio turco-
Experiencias que generan recuerdos
Más todavía cuando la mayoría de relaciones, sean de pareja o de otra índole, suelen intercalar vestigios amargos con recuerdos dulces. Incluso hay estudios que nos dicen que el tiempo erosiona en nuestra memoria más a los primeros que a los segundos. De ahí que tengamos ese sesgo incorregible a pensar que todo lo que sucedió fue mejor de lo que en realidad lo sentimos, de ahí que con la mayoría de amores pasados, trascurrido el tiempo, termine quedando ese poso de cariño en el que el fondo también habita lo que en un día, en su día, en realidad fuimos.
Que el amor sea una experiencia permite que sea emocionante. Cambiante, mutable y empeñado en ser distinto a cómo lo podíamos imaginar antes, por muchas experiencias en asuntos del corazón que hagan de cicatriz o de fruta dulce en el fondo de nuestro baúl.
Que el amor sea una experiencia nos permite un relato del que nosotros somos parte: es una manera de quedarnos con un trocito de lo que ocurrió. Porque siempre nos quedamos un trocito mucho más valioso que un fuego, que en otra vez y en otro lugar, pueda resucitar brasas escindidas, cenizas.
“El tiempo erosiona los malos recuerdos y proyecta luz sobre las buenas membranzas”
Gracias a que el amor es una experiencia, podemos permanecer en ella mucho tiempo. Hay quienes lo hacen incluso toda una vida. También quienes lo hacen en un instante a través de una mirada furtiva, que recordaremos siempre como el comienzo de aquello que quizás podría haber sido. El amor en este sentido también es una experiencia fantasiosa, imaginable.
Al igual que nuestras neuronas espejo se activan de la misma manera cuando realizamos una acción que cuando vemos cómo otros la hacen, con el amor, en este sentido pasa lo mismo. Esas historias que solo tuvieron un píe, una primera frase prometedora, dan juego a nuestra imaginación para continuarla como bien quiera, experimentando muchas veces la misma sensación de lo que podría haber sido real.
Y es que el amor tiene mucho de experiencia imaginada. Disfrutamos cuando pensamos que la persona a la que queremos nos corresponde. Esta es nuestra idea, y nos hace disfrutar (o sufrir la idea contraria), sea o no real.
Mejorar el amor como experiencia
Volviendo precisamente al mundo de lo tangible, a continuación te dejamos algunas ideas que pueden hacer que tu experiencia del amor en pareja mejore:
- El amor mejora cuando no sobredimensionamos los problemas que podamos tener con la otra persona. Ahora bien, ¿cómo no sobredimensionarlos? En la comunicación está la clave.
- No hagas al otro responsable de tus sentimientos. Puede que el otro haya hecho algo que no está bien, pero el enfado que sientes es tuyo y es tu responsabilidad gestionarlo. Di “Yo me siento…” en vez de “Me haces sentir…”
- Si hay algún límite que el otro no deba sobrepasar, déjalo claro desde el principio. No esperes a que lo transgreda para, enfadado y de malas formas, hacérselo saber.
- Habla de lo que te gusta y no te gusta, el otro tendrá así referencias para saber cómo actuar. Muchas veces las indirectas que le lanzamos a nuestra pareja son más indirectas que de lo que pensamos. Un auténtico jeroglífico, vamos.
Pero sobre todo, si hablamos de que el amor es una experiencia, disfrútala. Con los sentidos, con el atrevimiento, con la osadía incluso, más alejada de los temores sobre lo que podría ocurrir; que siempre pueden ocurrir cosas malas. En este sentido el amor no deja de ser un camino preparado para que la emoción la pongan las personas que lo forman y le dan vida.