El camino del té: una práctica llena de armonía y conexión
El camino del té o chadō hace referencia a toda una filosofía inscrita en un ceremonial que va mucho más allá de hervir agua, añadir té y servirlo. Dentro de la cultura japonesa, esta práctica se estudia incluso en las universidades. La razón de ello se debe a que a través de dicho ritual se transmiten valores como la humildad, la conexión humana, la honestidad y el refinamiento.
La cultura nipona siempre desprende un halo de atractivo para el mundo occidental. Nos atrae su misticismo, sus costumbres y esos rituales que imantan una sociedad basada casi siempre en el respeto y el sentido de cooperación y superación. Así, una las costumbres más antiguas a la vez que fascinantes es la construida alrededor de la ceremonia del té.
Sabemos, por ejemplo, que desde que el té se introdujo en Japón en el siglo IX por los monjes budistas, su consumo se asociaba a una serie de prácticas rituales que tanto anfitriones como invitados debían seguir. Entre ellas estaban el autoconocimiento, la conexión espiritual hasta una serie de principios de la filosofía zen.
En el siglo XIII los samuráis también hicieron uso de este ceremonial en sus prácticas. Ahora bien, no fue hasta el siglo XVI cuando Sen no Rikyu, la figura histórica más conocida en la difusión sobre los ceremoniales del té, introdujo un concepto nuevo, el e ichi-go ichi-e. Se trataba de transmitir la importancia de disfrutar de cada momento como un bien preciado, como un tesoro delicado y perfecto que no volverá a repetirse.
Veamos por tanto qué aprendizajes nos deja la filosofía del camino del té.
“Bebe tu té lenta y reverentemente. Hazlo como si fuera el eje que hace girar el mundo. Hazlo lentamente, serenamente, sin precipitarte hacia el futuro”.
-Thich Nat Han-
Los cuatro componentes del camino del té
El camino del té es por encima de todo una práctica transformadora. ¿Qué significa esto? En los trabajos que nos dejó el historiador y filósofo Okakura Kakuzō, como Los ideales de Oriente, El despertar de Japón o El libro del té, nos explica algo tan interesante como relevador. En primer lugar, esta costumbre tiene como propósito mejorar la vida de quien lo lleva a cabo.
Algo así se logra mediante valores como la disciplina, la honestidad y el refinamiento. Para los nipones, cuidar de los buenos modales es sinónimo de respeto. Es de este modo, como se alcanza a su vez, esa exquisita conexión hacia el otro expresada siempre a través de la humildad. Todo ello queda integrado también en el ceremonial del té.
Asimismo, el chadō o camino del té enfatiza cuatro componentes básicos. Se trata de una serie de dimensiones que parten de la filosofía zen y que deben tenerse en cuenta para llevar a cabo de manera adecuada dicha práctica. Son los siguientes:
Wa (armonía)
Tomar té con alguien según la cultura nipona es representar también el equilibrio propio de la naturaleza. La armonía que hay en nuestros bosques, en nuestros ríos, montañas y océanos, debe representarse también en esa reunión alrededor de unas tazas y una bebida caliente.
Para ello, debe darse siempre una interacción positiva y respetuosa entre el anfitrión y sus invitados. Esa conexión cuidada, llena de afecto, de paz y amabilidad, enfatiza a su vez la misma armonía que encontramos en el mundo natural. De ese modo, todo queda conectado, todo acaba siendo una misma cosa.
Sei (pureza)
El sei dentro del camino del té hace referencia a la necesidad de tratarse a uno mismo y a los demás con un corazón puro. La apertura de carácter, la honestidad y la transparencia son virtudes que deberá cuidar el anfitrión. Asimismo, el concepto de pureza implica a su vez ser capaces de limpiar del hogar y del propio ser, de negatividades, rencores y malas energías.
Kei (respeto)
Cuando un grupo de personas se reúnen para tomar el té, no hay jerarquías, estatus o diferencias. Algo que debe procurarse en el ritual del camino del té es favorecer ese respeto donde todo fluya. Nadie debe imponer su opinión sobre los demás ni caer en el exceso que deriva del orgullo. El respeto debe ser absoluto, milimétrico casi. Al fin y al cabo, es de este modo, como cumplen además los anteriores principios: los de armonía y pureza.
Jaku (tranquilidad)
Por último, cuando el buen anfitrión logra dominar tanto el Kei, como el Sei y el Wa alcanza este cuarto nivel imprescindible que es el Jaku o la tranquilidad. Es ese punto donde poder trascender más allá de la propia ceremonia. Solo entonces se entiende que lo que se aplica en el camino del té también nos sirve para la vida misma.
Tener una actitud respetuosa, íntegra, cuidar del bienestar de los demás sin caer en arrogancias y practicar la pureza de corazón, facilita que los nipones cuiden de sus valores culturales. Desde antaño, se ha procurado siempre que la filosofía zen vertebre también el comportamiento de la sociedad. De ahí que la ceremonia del té intente cuidar de esos pilares a través del pequeño universo de esta práctica.
El ritual construido alrededor de esta ceremonia es tan extenso como fascinante. Su formalismo, sus utensilios, sus mobiliarios y hasta el edificio donde se celebran (Sukiya) siguen esa línea tradicional que pervive en la actualidad de manera indeleble. Algo que a la mirada occidental nos sigue llenado de curiosidad.
Todas las fuentes citadas fueron revisadas a profundidad por nuestro equipo, para asegurar su calidad, confiabilidad, vigencia y validez. La bibliografía de este artículo fue considerada confiable y de precisión académica o científica.
- Kakuzō, Okakura (1996) El libro del té : la Ceremonia del Té japonesa (Cha no Yu). Madrid : Miraguano.