El legado emocional de las mujeres más sabias
Mis abuelas son las mujeres más sabias, aunque el tiempo se haya olvidado de ellas, aunque el mundo suene ahora desafinado a sus oídos y sus cansadas miradas.
Su legado se trasmitirá de generación en generación en esos saberes que se inculcan con el vínculo del amor y las palabras susurradas que nos arropan antes de dormir. En los consejos, en las sonrisas que dicen mundos sin pronunciar palabras.
Las mujeres más sabías no solo visten mil vidas en cada uno de sus años cumplidos, saben más de superación que cualquier libro de autoayuda y guardan esa esencia que no sabe de tiempo ni de modernidades, porque es la sabiduría del coraje y el amor incondicional que no exige, que enriquece y ampara.
La herencia de nuestras generaciones pasadas, de nuestras abuelas, es el testimonio de una mujer que ha dejado su legado de sangre y de los afectos, a veces contrapuestos, pero siempre intensos y determinantes.
Hablemos hoy del vínculo tejido a lo largo de estas tres generaciones, abuelas, madres e hijas, ahí donde el papel de las primeras, suele alzarse como una figura de gran relevancia a nivel afectivo y emocional.
El vínculo invisible de las mujeres más sabias
Suele decirse que ellas, las abuelas, son las artesanas más hábiles de esos conocimientos que se trasmiten sin palabras. A menudo las observamos enfrascadas en sus rituales precisos, en ordenar sus cosas, en cuidar de nuestra ropa, en mimar cada alimento de esos platos deliciosos, en trenzar sus blancos cabellos cada mañana para después hacerse un moño que sujetan con sutil precisión.
En cada uno de sus movimientos no se esconden solo los años de práctica, sino también el silencio de las emociones de toda una vida encerrados en cada gesto, en cada pequeño movimiento. Porque en realidad, nunca llegaremos a conocer todos los secretos vividos en su juventud, las penas lloradas o los desengaños que tragaron como frías piedras de río. Porque no importa ya, porque el tiempo pasó, y seguramente hasta curó.
Ellas trasmitieron a sus hijas sus conocimientos de la vida, esos que hablan de valentía y de verdades que trascienden al tiempo. En el amor hay que ser prudente, el corazón no debe regalarse a quien no lo merece, hay penas que es mejor callar, y las alegrías, deben mostrarse con orgullo, porque son triunfos personales que hacen hermosa a una mujer.
La crianza de las mujeres más sabias
Los expertos suelen decirnos que la crianza de los hijos ya no es igual que la crianza de los nietos. En este caso, ellas, las abuelas, adquieren un papel más relajado a la vez que significativo. Ya no existe la presión de guiar los pasos de los hijos con ese esfuerzo cotidiano, con ese afán de superación que les hace priorizar siempre a los demás por encima de ellas mismas.
Los nietos son los regalos de su sangre y un tributo renovado a sus vidas. Seres a los que amar de modo incondicional, dejando que sean los hijos, quienes ejerzan el rol de guiar, de poner límites, ellos, quienes andarán en la cuerda floja de cometer los errores en la crianza de sus propios hijos.
Las abuelas, por su parte, ejercen la figura de ese árbol que ofrece raíces a sus nietos y el equilibrio de un afecto que no sabe de tormentas y que no diferencia los días de vacaciones de los días de colegio. Siempre hay algo dulce en el horno, una silla que ocupar frente a una ventana desde donde mirar el cielo, las nubes y retomar mil historias del pasado que recordaremos con deleite.
El legado de las abuelas
El legado transgeneracional de las abuelas, de esas mujeres valientes y mirada sincera, habla muchas veces de resiliencia. De hecho, no importa la edad que tengamos para darnos cuenta del significado de esa palabra, mirando el rostro de estas mujeres mientras dejamos que sujeten nuestro rostro entre sus manos.
De inmediato intuimos que ellas han superado cosas que nosotros solo sospechamos. Que hicieron frente a campos de batalla donde su género aún no estaba respetado, que aprendieron a alzar la voz cuando se les exigía silencio, y que tal vez, renunciaron a muchos de sus sueños.
Esos sueños que un día proyectaron en nosotros, en sus nietos, esperanzas ilusionadas que nutren sus corazones, porque ningún amor es tan sincero como el de estas damas ancianas. El de las mujeres más sabias…
“No creo en el eterno femenino, una esencia de mujer, algo místico. La mujer no nace, se hace”.
-Simone de Beauvoir-
Imagen: Ramantik Sevgi