El lenguaje de la depresión: cuando la angustia cobra voz y sentido
El lenguaje de la depresión tiene voz y nos modula. La angustia, la apatía y la desesperanza impregnan las palabras que elegimos, alteran nuestro léxico, deforman nuestros patrones gramaticales e incluso la longitud de las frases que pronunciamos. Todo es más breve, más oscuro y motivado por esa profunda amargura que desdibuja por completo nuestra realidad.
La depresión da pistas y se asoma a la ventana de nuestra vida de muy diversas formas. No obstante, su principal habilidad y feroz artimaña es deformarlo todo: nuestro comportamiento, nuestra motivación, nuestros hábitos de vida, nuestros pensamientos, nuestro lenguaje… Ahora bien, en ocasiones, lejos de reaccionar ante ella, terminamos asumiendo su presencia cenicienta integrándola como una parte más de nuestro ser.
“La depresión es una prisión en la que eres tanto el prisionero como el cruel carcelero”.
-Dorthy Rowe-
Decimos esto por un hecho muy concreto. Hay personas que llegan a “normalizar” estos estados de indefensión; hombres y mujeres que continúan a menudo con sus tareas y responsabilidades a duras penas sin que su entorno intuya esa sombra, el relieve de la depresión. Es más, a día de hoy se han desarrollado nuevas tecnologías a nivel informático donde identificar a través de la red, patrones lingüísticos relacionados con esta enfermedad. Los resultados nos demuestran, una vez más, la elevada incidencia de este trastorno.
La universidad de Texas, por ejemplo, realizó un estudio donde pudo detectar rasgos depresivos en las interacciones de nuestras redes sociales y foros de internet. Nuestros adolescentes, por ejemplo, acostumbran a usar a menudo estos medios como escenarios donde desahogarse y comunicarse, y es más que llamativo encontrarnos a menudo con pistas claras de ciertos trastornos psicológicos que no están siendo tratados porque, sencillamente, no se han identificado aún.
Recordemos, la depresión deja huella, pistas y se evidencia en el estilo de comunicación que solemos utilizar…
El lenguaje de la depresión: ¿cómo reconocerlo?
El lenguaje de la depresión forma parte de nuestra cultura. Esta frase que puede sin duda llamarnos la atención es un hecho más que evidente. Hay canciones que son el reflejo emocional de un autor que transita por una etapa vital tan compleja como oscura. Sin embargo, adoramos esas letras porque si hay algo que nos encanta, son las canciones y las historias tristes. Ahí tenemos como ejemplo a Curt Cobain o Amy Winehouse.
También lo vemos en el mundo de la actuación, en la literatura y en la poesía. Sylvia Plath, una conocida poetisa, solía decir que “morir es un arte, como todo; y yo lo hago extraordinariamente bien”. Virginia Woolf por su parte, dejaba pistas más que evidentes y hasta descarnadas en gran parte de sus libros, como Las olas o La señora Dalloway.
En ciertos casos, como vemos, los trastornos mentales invocan a ese genio creativo que surge casi como un trato demoníaco, ahí donde el éxito, el reconocimiento o esa maestría creativa suele cobrarse al final con la propia vida del autor. Desenlaces tristes y desesperados que se intuían, que se veían venir, porque el lenguaje de la depresión es amargo, tiene patrones muy llamativos y son el espejo de ese convulso mundo interior.
Veamos cómo reconocerlo.
Contenido y estilo del lenguaje
Ha sido a principios de este año cuando un estudio publicado en la revista Clinical Psychological Science nos ha revelado un modo de detectar la depresión a través del lenguaje. Y no nos referimos solo a través de la comunicación oral; como ya hemos señalado al inicio, disponemos ya de una serie de sistemas informáticos para intuir determinados trastornos a través de las redes sociales y los foros.
- Así, en ese lenguaje de la depresión lo primero que llama la atención es el contenido. Abundan cómo no, las emociones negativas, las ideas fatalistas, la desesperanza y palabras tan recurrentes como “soledad”, “tristeza, “miedo”…
- Por otro lado, son comunes las expresiones absolutistas del tipo “esto no tiene solución”, “no hay esperanza”, “el mañana no existe”, “yo siempre estoy solo”, “nadie puede entenderme”…
Cabe señalar por ejemplo, que los expertos relacionan este tipo de expresiones con personas que ya presentan ideas suicidas.
El uso de los pronombres
Por otro lado, el lenguaje de la depresión suele hacer uso de un pronombre casi en exclusividad: “yo”. El mundo en la mente depresiva se ha vuelto minúsculo, reducido y opresivo. En ese pequeño territorio de sufrimiento solo habita la propia persona, ese “yo” que ya no puede conectar con nadie, que es incapaz de ver perspectivas ajenas, que no puede empatizar, relativizar, abrirse a otros mundos, vientos y corrientes más optimistas.
Así, el uso contante de esos tiempos verbales en primera persona, son un reflejo más de esas emociones negativas que van boicoteando por completo a sus protagonistas.
El ciclo de la rumiación
El lenguaje es el reflejo de nuestro pensamiento y estado de ánimo. Por tanto, cuando en nuestro cerebro es la depresión quien ha conquistado cada territorio mental, es común que habite la rumiación y su ciclo imparable de pensamientos obsesivos. Este hábito persistente es como el agua estancada. Nada se renueva, es el mismo torrente dando vueltas en nuestro interior, moviendo las mismas bacterias y los mismos microorganismos hasta enfermarnos.
Por tanto, es común escuchar cómo la persona depresiva cae siempre en las mismas conversaciones, en las mismas ideas negativas, en las mismas dudas y obsesiones. De nada sirve que les pidamos que se detengan, que cambien el discurso o piensen en otras cosas. No pueden.
Para concluir, si somos capaces de intuir en nuestros familiares y amigos las primeras pistas del lenguaje de la depresión, podríamos facilitar la propia intervención y su recuperación. Este es un hecho de gran relevancia, sobre todo si ponemos la mirada en la población más joven: en niños y adolescentes.
Hay quien llega a confundir ciertos comportamientos o estilos de comunicación con la crisis propia de la adolescencia. Sin embargo, esas dinámicas y expresiones no reflejan un estilo de personalidad: a menudo evidencian un trastorno psicológico. Aprendamos, por tanto, a identificar para responder mejor, para prevenir con mayor acierto una enfermedad que cada día tiene mayor incidencia.