Las personas optimistas también necesitamos llorar

Las personas optimistas también necesitamos llorar
Gema Sánchez Cuevas

Revisado y aprobado por la psicóloga Gema Sánchez Cuevas.

Escrito por Valeria Sabater

Última actualización: 16 febrero, 2020

Hasta las personas más optimistas, energéticas y soleadas saben lo que es pasar por una depresión. También quien ilumina a los demás con sus sonrisas, franquezas y alegrías necesita desahogarse, llorar y recomponer heridas, piezas sueltas y abismos interiores. Solo así seguirá manteniendo su resiliencia, su optimismo racional, objetivo y fuerte para encarar cualquier dificultad.

Si decimos en este mismo momento que la visión que tenemos en general de las personas optimistas está algo sesgada no caeríamos en ningún error. Todos conocemos a ese alguien que tiene la extraña capacidad de hacer fácil lo difícil, son perfiles que traen ánimo, esperanza y cercanía, amigos o familiares siempre tienen un “sí” para nosotros y para quienes la adversidad o la complejidad de la vida parece no existir.

Las personas optimistas siempre tienen un plan, las pesimistas excusas

Pensamos de ellos que han nacido con “estrella” y que todas estas maravillosas habilidades vienen de fábrica. Sin embargo, la realidad es otra muy distinta, a la vez que interesante. Hay dos tipos de optimismo. Al primero Martin Seligman, padre de la psicología positiva, lo llamó “optimismo ciego”. Es ese enfoque donde la persona piensa que pase lo que pase todo va a salir bien, dando forma a una conducta con escasa responsabilidad personal donde basta solo con confiar en el buen hacer del destino.

Por su parte, el polo opuesto estaría en el “optimismo racional”. Ese donde uno es consciente de que la positividad, por sí misma, no producirá cambios. Ser optimista es por encima de todo tener perspectiva, es no desalentarse ante el fracaso ni ante los pensamientos de derrota que tienden a emanar de él.

chico con rostro recortado representando a las personas optimistas

Asimismo, es importante saber que el optimismo es un sesgo/actitud que se construye. De hecho, nuestro cerebro tiene una tendencia natural a dirigir nuestra atención a las posibles amenazas externas que puedan comprometer nuestra supervivencia. El optimismo, por tanto, se entrena y se trabaja a diario fortaleciendo nuestro carácter, aprendiendo de los contratiempos y sabiendo gestionar nuestras emociones en esos momentos difíciles que todos, tarde o temprano, tenemos que afrontar.

Cómo ser optimistas en tiempos difíciles

Las personas optimistas no son necesariamente ingenuas. Es cierto que muchas de ellas practican esa positividad vacía, en la que se limitan a respirar profundo y a confiar, sin dejar de ser en ningún momento espectadores de cuanto les acontece; sin embargo, muchas otras personas trasladan esa positividad a la acción. Decimos esto porque es muy común tener una idea equivocada de lo que es e implica el optimismo: en el segundo caso, estamos ante una dimensión psicológica de tal valor que merece los esfuerzos que dediquemos a crecer en ella.

La “Asociación Americana de Psicología” realizó hace unos años una encuesta para valorar cómo impactaba la actual crisis social y económica a la población en general. De esta escala se obtuvieron datos tan interesantes como útiles. Se descubrió que el grupo más afectado es el que forman las mujeres. Son ellas también quienes más síntomas psicológicos experimentan: estrés, ansiedad, cefaleas, fatiga, desórdenes alimenticios…

En un mundo en crisis la desigualdad salarial y las oportunidades laborales se ceba ante todo sobre el género femenino, de ahí que sea necesario abordar este problema desde muy diversos ámbitos.

La “Asociación Americana de Psicología” quiso averiguar en segundo lugar, qué estrategias usaban aquellas mujeres que habían logrado afrontar un momento complejo, para posicionarse poco a poco en un puesto de relevancia o de poder.

El optimismo resistente

Cuando estas mujeres explicaron todos esos mecanismos de afrontamiento cotidianos de los que hacían uso, los psicólogos etiquetaron ese conjunto de dinámicas bajo el término “optimismo resistente”. Ya no sería el optimismo racional del que habló Seligman en su momento. De hecho, ahora sería necesario dar un paso más allá. Estamos en un momento donde es necesario integrar nuevas estrategias psicológicas con las que poder mantenernos a flote en estos tiempos difíciles. Serían las siguientes:

  • Mantenernos fieles a aquellas ideas sobre las que hemos reflexionado y en las que a día de hoy creemos.
  • Aceptar las emociones negativas: escuchar su mensaje y gestionar de forma inteligente la energía de la que nos dotan.
  • Entender que vivir es pasar por varias experiencias, muchas de las cuales no van a ser positivas ni agradables.
  • Los momentos difíciles deben verse como desafíos desde los que partir, de los que aprender para seguir avanzando.
  • Aunar tenacidad con resistencia, motivación con sentido práctico, creatividad con oportunidad.
  • Asimismo, consideremos que muchos de nosotros vivimos en entornos donde habita el pesimismo. Si de verdad deseamos desarrollar un optimismo resistente, a veces, será necesario cambiar de escenario, reducir el impacto que estas personas tienen sobre nosotros o más aún, incluso alejarnos…

Personas optimistas, personas valientes

Analizados todos estos datos llegamos por tanto a más de una conclusión. La primera, es que todos esos amigos o familiares a los que consideramos optimistas por naturaleza, tal vez no lo fueran siempre. Tal vez aprendieron a serlo y luchen a diario por mantener esta perspectiva, este enfoque vital que tanto nos gusta y que a veces, damos demasiado por sentado.

Por otro lado, es necesario asumir que el optimismo más lógico, más resistente y racional también tiene sus momentos de debilidad. De hecho, son muchas las personas que han pasado por una depresión al creerse demasiado fuertes, al pensar que el optimismo les cubría con una capa de invulnerabilidad, al estilo de un auténtico super-héroe: capaz de llegar a toda necesidad y toda obligación. Cuando en realidad, hasta el más valiente tiene su punto débil, su kriptonita.

Por tanto, procuremos tener una visión más útil del positivismo. Entendamos que el optimista no guarda resentimientos ni rencores, no eludiendo los retos del presente y aceptando que la adversidad existe y que hay que afrontarla. Las personas optimistas se rodean de buenos amigos, saben agradecer y perdonar, y sobre todo hacen uso de esa actitud valiente y resistente: caleidoscopio que dibuja confianza en el futuro hacia el que miran.

Flor roja

Imágenes cortesía Nadia Chersakova


Este texto se ofrece únicamente con propósitos informativos y no reemplaza la consulta con un profesional. Ante dudas, consulta a tu especialista.