El señor Ibrahim y las flores del Corán
“El señor Ibrahim y las flores del Corán” es un ejemplo de cómo la austeridad narrativa y económica puede alumbrar títulos no sólo válidos, sino extraordinarios. La película que les presentamos hoy pertenece a este último grupo, el de las extraordinarias. Todo en ella es bello, natural y, en primera instancia, simple.
Momo es un adolescente parisino que está descubriendo los placeres de la vida. Su existencia gira entorno a las prostitutas de su barrio, quienes le dan todo el cariño que su padre no le puede prestar. Un día, su padre le abandona y Momo se refugia en la compañía del señor Ibrahim, el dueño de una tienda de comestibles. Con el tiempo ambos se convertirán en amigos inseparables y realizarán un viaje que les cambiará la vida.
Es notable su ambigüedad de género. ¿Es un drama? ¿Es una comedia? Desde luego tiene tintes dramáticos, pero salpicados por elementos cómicos de forma asidua. Sin embargo, no puede ser una comedia ya que no tiene los personajes necesarios ni la continuidad suficiente. Por lo tanto, se podría catalogar como tragicomedia.
La religión y la amistad
Un tema indiscutible en esta película es la amistad. He aquí una amistad que no entiende de condición social, ni de raza, ni de edad. La universalidad sobre la que versa “El señor Ibrahim y las flores del Corán” es su gran baluarte. El amor, la duda, el abandono, el arrepentimiento… todo tiene cabida en este título que pasó por los cines con más pena que gloria.
El vínculo que se establece entre Momo e Ibrahim surge por la necesidad de superar la soledad. Ambos encuentran en el otro el amparo que no tenían. Esta historia que aquí se nos plantea no llama la atención por su originalidad; son cientos los metrajes que abordan la amistad de un hombre de la tercera edad con un menor.
También se ha recurrido en numerosas ocasiones al tema de la religión, en especial a la confrontación de las mismas y a la convivencia de varias de ellas. “El Señor Ibrahim y las flores del Corán” pertenece a estas últimas.
Esta historia de amistad, que a priori resulta plana y poco original, es sólo un trasfondo, una excusa, para exponer una subhistoria, si la podemos llamar así. El destino hace que estos dos personajes terminen cruzando sus caminos y hacen que los lazos que les unen sean más fuertes que las posibles rivalidades entre sus dos religiones. Es en ese momento cuando el film exhibe todo su esplendor.
La vida
Bajo el trato de las religiones y la amistad, esta película trata sobre la vida en sí misma. Momo aprende lo que es el verdadero amor, que el camino determinado por los padres no es el único, que el dinero no lo da todo, y que es más lo que une a las personas que lo que las separa. Finalmente, Momo deberá tomar el lugar que ocupaba Ibrahim, dando lugar a una serie de reflexiones sobre la vida útiles para mayores y menores.
En definitiva, esta película, estrenada en 2003, es una sinfonía de buenos augurios. Se trata de un discurso en el que sólo tienen cabida buenas palabras, por lo que el espectador recoge pensamientos positivos después de disfrutar de este largometraje. Su visionado puede servirte de gran ayuda tras un mal día.