La excesiva dependencia entre padres e hijos, ¿por qué?
La excesiva dependencia entre padres e hijos no es fácil de establecer porque tampoco es clara la frontera entre lo que podríamos llamar “normal” y lo “excesivo”. Una de las relaciones más entrañables del ser humano es precisamente este vínculo filial y no está claro ni cuándo se puede hablar de exceso, ni tampoco por qué tiene lugar el mismo.
Sí hay algo claro y es que ninguna persona es completamente independiente de los demás seres humanos, mucho menos cuando hay afecto de por medio. Ahora bien, se podría decir que la excesiva dependencia entre padres e hijos se configura cuando uno de los involucrados, o todos, no consigue un desempeño eficaz en el mundo sin la presencia del otro, o de los otros.
“Ser hijo de padres tóxicos explica perfectamente bien conductas codependientes en la vida adulta: sólo sirvo si otro me necesita”.
-Emila Faur-
En particular, se desarrolla una suerte de ineptitud para resolver situaciones conflictivas, sin la guía o presencia del padre, la madre, ambos o del hijo.
El otro es investido de un poder imaginario. Se le ve como necesario o más competente para enfrentar al mundo; por eso se busca refugio en él y es así como se configura la excesiva dependencia entre padres e hijos, en este caso.
La infancia y el carácter dependiente
En la teoría psicoanalítica clásica, la dependencia entre padres e hijos surge en la llamada “etapa oral”. Esta corresponde a la primera fase de la vida, en la que el placer está asociado a la boca y a la alimentación. Según Sigmund Freud , una frustración o un exceso en esa etapa provoca la “fijación oral”.
Quien tiene una fijación oral, dice Freud, llega a la vida adulta con la tendencia a depender de otros para que, de una u otra manera, le “eduquen”, lo guíen, protejan y apoyen. Seguirá teniendo conductas relacionadas con el placer oral, tales como la ingestión de comida o bebida para resolver sus estados de ansiedad.
El psicoanálisis también señala que el niño se identifica con la figura materna o paterna durante su desarrollo.
Si uno de los dos padres depende del otro y el niño se ha identificado con él, lo habitual es que crezca con sentimientos de minusvalía y busque figuras que le propongan una relación de sumisión. Tanto en este caso, como en el anterior, suele haber excesiva dependencia entre padres e hijos, incluso en la edad adulta.
La dependencia entre padres e hijos
La dependencia entre padres e hijos tiene diferentes causas. Cuando son los padres los que promueven la misma, obedece a que proyectan o desplazan sus propios deseos hacia la figura de sus hijos. Es como si dejaran de vivir su propia vida y buscaran trasladar su existencia hacia otra persona, en este caso, los hijos.
Si esto ocurre, los padres harán lo posible y lo imposible para que sus hijos los necesiten. Evitarán las pautas de crianza que promuevan la autonomía y, por el contrario, tenderán a sobreproteger a sus hijos, sin importar qué edad tengan. De hecho, este tipo de padres llegan a ver como una amenaza o una agresión los intentos del hijo por ganar independencia.
Más tarde o más temprano ese esmero sin límites se convierte en un factor generador de culpa y en una seguidilla de manipulaciones. Se espera que el hijo, a cambio de tanto “amor”, ofrezca algo equivalente a cambio: su individualidad.
El hijo codependiente
La excesiva dependencia entre padres e hijos siempre comienza por los primeros. Lo más habitual es que en un momento dado el hijo reclame su propio espacio y quiera vivir su propia vida. No sin conflictos o sin culpa, llega un punto en que logra romper ese cordón umbilical que su padre o su madre quieren mantener.
Sin embargo, también se da el caso de que el hijo desarrolle una actitud codependiente hacia sus padres. Sucede porque, finalmente, decide renunciar a su individualidad, a cambio de la fantasía de seguridad que le brindan en casa. A veces también ocurre porque la culpa es más fuerte que su sentido común.
Sin darse cuenta, estos hijos codependientes nunca logran la autonomía emocional con respecto a sus padres y se convierten en sus salvadores, pero también en sus perseguidores y en sus víctimas. Quieren rescatarlos, pero se sienten molestos por querer hacerlo y terminan cediendo a las quejas, los reclamos y las demandas de sus padres.
Este tipo de dependencias son más frecuentes en las familias en las que uno o los dos padres son adictos. También en aquellas en las que hay violencia entre la pareja. Mantener este esquema de relaciones resulta nocivo para todos los implicados y por eso es una de esas situaciones que requiere de ayuda profesional.
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- Nardone, G., Giannotti, E., & Rocchi, R. (2013). Modelos de familia: conocer y resolver los problemas entre padres e hijos. Herder Editorial.