Herir para controlar: 5 mecanismos
Contamos con un amplio abanico de mecanismos para manipular en la esfera social. Algunos son muy explícitos, como cuando levantamos la voz. Otros, en cambio, son muchos más velados, lo que no quita para que puedan ser más agresivos y dañinos.
Frente a las agresiones directas, una persona tiene más claridad y más herramientas para responder. No hay ambigüedad en esas formas de violencia. En cambio, cuando se emplean recursos subrepticios, el mecanismo de herir para controlar suele ser más eficaz.
Hay varias formas de herir para controlar que se disfrazan incluso de buenas acciones. Lo más habitual es que resulten más eficaces con personas inseguras o de carácter dependiente, ya que esas condiciones facilitan la manipulación. Es importante aprender a identificar esos mecanismos para desactivarlos e impedir que alcancen su cometido. Veamos cinco de ellos.
“Herir a un oponente es herirte a ti mismo. El arte de la paz es controlar la agresión sin producir daños”.
-Morihei Ueshiba-
1. Callar de forma pasivo-agresiva
Este es un mecanismo que podríamos llamar de “guerra fría” para mantener al otro en ascuas o alimentar su inseguridad. Aquí no hay gritos, ni palabras altisonantes. Lo que hay es una comunicación lacónica, en la que al otro se le contesta con monosílabos, a pesar de que es evidente que necesita respuestas más amplias.
Esta manera de herir para controlar también se ejerce guardando silencio sobre asuntos importantes que conciernen al otro. No se le informa, o se le informa a medias, siempre con el propósito de crear desconcierto y cierta confusión. Ese tipo de silencio es pasivo-agresivo.
2. Bloquear el diálogo para mantener el conflicto
Este mecanismo de herir para controlar es similar al anterior, pero no igual. En este caso, lo que hay es un bloqueo sistemático al diálogo sobre asuntos específicos. Por lo general, se impiden o se sabotean las posibilidades de tratar ciertos temas que casi siempre tienen que ver con errores o vacíos de quien ostenta el poder en la relación.
Es posible que se acuda a la desviación del asunto central, quedándose solo en las ramas. También es habitual que se reaccione con evidente malestar al mencionar ciertos temas o que la otra persona comience a victimizarse. Es probable que esto lleve a su interlocutor a evitar ese tipo de diálogos, con lo que el manipulador consigue su objetivo.
3. Trivializar al otro, una forma de herir para controlar
La burla o la sorna son dos formas de restarle valor a lo que pueda hacer el otro. También es frecuente que se le pidan credenciales o referencias para tener en cuenta todo lo que diga. El objetivo en el fondo es minimizar al otro y, de este modo, descalificar lo que dice o manifiesta.
Otra forma que adopta este mecanismo de herir para controlar es el de acudir a los puntos débiles del otro, o a sus errores, aunque esto no venga al caso. De este modo, se desvía la conversación hacia aspectos incómodos para la otra persona, sus debilidades o los fracasos o equivocaciones del pasado. El propósito final es hacer sentir insignificante al otro.
4. Negar la responsabilidad propia
Esta es otra forma común de herir para controlar. La intención aquí es justificar cualquier error cometido. El objetivo es no admitir la equivocación, ya que esto se considera una especie de “rebajamiento” frente al otro. Por eso, incluso se miente para eludir cualquier responsabilidad en un error.
También es posible que se minimice la equivocación, aunque esta haya sido grave. Se le resta importancia e incluso se acusa al otro de darle mayor relevancia de la que tiene. Así mismo, no es raro que, ante el señalamiento de un error, en lugar de admitir su responsabilidad, el otro termine hablando de los errores de quien lo cuestiona.
5. Culpar y criticar
Se podría decir que esta es la forma clásica de herir para controlar. También es una de las que logra disfrazarse con mayor éxito. Consiste, en primer lugar, en trasladar la responsabilidad de un problema hacia el otro. “Me haces enfadar”, se le dice, como si del otro dependieran nuestras emociones.
El ciclo se completa con una serie de críticas, quizás no muy intensas o profundas, pero sí continuas y reiterativas. A cualquier acto o palabra de la otra persona se le buscará un “pero”, de modo que se genera la impresión de que siempre está en el lugar del error.
Todos estos son mecanismos de manipulación verbal y, como no son explícitamente violentos, se aceptan con cierta facilidad en el marco de la pareja, de la familia o del trabajo. Es importante comprender que son actos de violencia psicológica, por lo que demandan una buena dosis de asertividad por nuestra parte.
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- Rodríguez de Medina Quevedo, I. (2013). La dependencia emocional en las relaciones interpersonales.
- Tallón, M. Á. J. (2015). La manipulación psicológica y su incidencia en la intervención terapéutica. Verdad y Vida, 73(266), 117-136.