Historia de un matrimonio
Para hablaros sobre Historia de un matrimonio hay que hablar de las expectativas. De las expectativas de ambos cónyuges y también de las mías antes de ver la película.
Cuando leo que Adam Driver es digno competidor para arrebatarle el Óscar a Joaquin Phoenix como Joker lo que espero es mucho. Además, nos encontramos una Scarlett Johansson que va camino de encumbrase como la actriz de referencia de nuestra época. Era normal esperar mucho, muchísimo.
Ambos intérpretes, siguiendo un guion de Noah Baumbach, recordando de alguna manera la época dorada de Woody Allen e inspirándose en su divorcio en la vida real con Jennifer Jason Leigh. Nada podía decepcionar, la película es buena, de una relevancia intelectual y emocional importante.
Sin embargo, al final caes en la cuenta de que, tanto para las aficiones como para el amor, lo mejor es no revelar con demasiada antelación lo mucho que los vas a disfrutar. Conviene observar y esperar.
Historia de un matrimonio: Nicole y Charlie
La historia es simple. Es la historia de un matrimonio. En apariencia, Nicole (Scarlett Johansson) y Charlie (Adam Driver) son una pareja ideal. Han vivido juntos durante diez años y tienen un adorable hijo de 8 años.
Viven en Nueva York, donde Charlie ha establecido una reputación bastante buena como director de obras de moda, de las cuales Nicole es a menudo la musa. Cuando empieza la película, Nicole y Charlie leen, cada uno por su cuenta, lo que les gusta de su pareja y lo que no, pero centrándose en el aspecto conciliador de contarlo.
Pareciera una declaración de amor tras años casados, una especie de experimento a lo Marina Abramovich y Ulay que muchos intelectuales y gente relacionada con el arte suelen hacer. Pero nada de eso. No es una mediación artística, sino psicológica y casi judicial, aunque la pareja trate de evitarlo.
La historia no da tiempo a ver los buenos momentos de la pareja porque nos vemos precipitados en el divorcio. Un divorcio con un hijo de 8 años y distintos trabajos a los que hacer frente y cada uno de ellos en una parte diferente del país.
Conflicto de intereses
El conflicto se exacerba cuando Nicole acepta la oferta de ir a Los Ángeles, la ciudad donde creció y donde vive su familia. Quiere rodar un programa piloto de una serie de televisión en la que desempeñaría un papel importante, le motiva la idea de poder ser directora además de actriz. Aspira a sentir que es alguien por sí misma después de tantos años al lado de Charlie en el teatro.
Por lo tanto, tiene la intención de establecerse en la ciudad de Los Ángeles con su hijo. Si quiere tener la custodia parental conjunta, Charlie también debe tener una residencia allí.
Sin embargo, Charlie quiere que su hijo viva en Nueva York con él, donde normalmente ha residido la familia. Los abogados se involucrarán en esta lucha mucho más que los protagonistas (Alan Alda y Ray Liotta del lado de Charlie y Laura Dern del lado de Nicole).
Historia de un matrimonio: Viendo a dos personas detrás del objetivo
Ver a dos personas desgarrándose por un divorcio y no sentirnos del todo conmovidos llama la atención. La película sorprende y convence sin llegar a transmitir una carga emocional muy alta.
En este sentido, no todas las tomas desgarradoras deben afectar al espectador. Es mucho mejor, a veces entender, en lugar de sentir. Esto bloquea la capacidad para empatizar más con un cónyuge u otro.
La fuerza de Noah Baumbach nace de tomar cierta distancia con cada uno de sus dos personajes principales, mirarlos de manera objetiva, como si se negara a dejarse pervertir por las emociones que podrían afectar su juicio.
La toma de planos es ejemplar en este sentido. Todos tienen sus razones, sus defectos, sus debilidades … pero también sus cualidades.
Serán secuestrados de alguna manera por influencias externas representadas por los abogados, quienes vendrán a pervertir su juicio, su situación para transformarla en una lucha. Da la impresión de que Noah Baumbach midió todo para que la igualdad fuera perfecta entre los dos componentes de esta pareja en el proceso de separación.
Este dominio, casi absoluto, podría ser considerado por muchos como una debilidad de la película. Todo está tan equilibrado que termina perdiendo el factor humano, el libre albedrío de este hombre y esta mujer, que se ven, a veces, casi más como sujetos de estudio que como personajes protagonizando un drama.
Historia de un matrimonio: el relato de frustraciones íntimas
Noah Baumbach logra modular de manera sutil la deriva de los sentimientos en los que se dibujan los personajes. Se ven escenas fuertes, pero intuyes que nada va a ir a peor, aunque queden todavía puntos superiores en violencia y dramatismo.
Esta pareja expresa no solo la suma de las pequeñas y grandes frustraciones íntimas que se han acumulado a lo largo de los años, sino también la rivalidad entre Nueva York y Los Ángeles, entre el teatro y la televisión o incluso entre las jurisdicciones de dos diferentes estados.
Sus discusiones suenan como dagas que no llegan a alcanzar al otro y tampoco parecen salir de la persona que habla. Intentan echarse las culpas de muchas cosas, pero es difícil describir el final del amor. De la admiración y de la pasión después de tantos años queriendo culpabilizar al otro sin que uno mismo se quede desgarrado por dentro.
Hay una especie de empatía entre ellos. Saben que pueden caer muy bajo, pero parece que no están dispuestos a consentirlo.
El equilibrio y la mesura es lo más romántico
Por conmovedora que sea, una película muy divertida a veces. La escena en la que la madre (Julie Hagerty) y la hermana de Nicole (Merritt Wever) se organizan para que Charlie reciba oficialmente la solicitud de divorcio es directamente humor absurdo. Se da este equilibrio, extremadamente difícil de lograr, entre drama y comedia.
Con esos malabares, entre drama y comedia, llegamos a una situación de entendimiento donde, de repente, la película explota en emocionalidad. Ahí la película contesta a mis expectativas de la película.
El director no nos ha querido impactar con el desgarrador proceso, sino con la nostálgica vuelta a la normalidad, sabiéndose ya roto todo. Es ahí cuando lo que el uno hizo por el otro se muestra más real y pone en alza la valentía de divorciarse cuando se debe, cuando de verdad se quiere a una familia.