La increíble historia del cerebro de Albert Einstein
El patólogo Thomas Harvey robó el cerebro de Albert Einstein, tras su autopsia en 1955. Tras ello, se abrió toda una historia a medio camino entre lo truculento y la curiosidad científica. Eran muchos los que ansiaban conocer era el secreto de su genialidad, otros no veían con buenos ojos aquella usurpación. Fuera como fuera, los resultados del análisis resultaron más que reveladores.
La verdad es que pocos relatos de nuestro tejido histórico científico resultan tan inquietantes como fascinante a la vez. Hay en esta historia algo trágico, sin duda pero ilustra también ese ansia tan singular del ser humano por conocerse a sí mismo. Por saber qué entresijos se esconden en esos cerebros aventajados capaces de cambiar el mundo en algún aspecto, poderosos al hacernos descubrir cosas excepcionales.
“Cada día sabemos más y entendemos menos”
-Albert Einstein-
El padre de la relatividad fue uno de ellos. Ahora bien, Albert Einstein también fue algo más: un icono, una figura mediática y de gran impacto social. Él lo sabía bien, y consciente de ello dio unas pautas muy precisas sobre lo que deseaba para sí mismo tras su muerte. Discreción e intimidad. Quería ser incinerado y que sus cenizas fueran esparcidas en un río. Tras todo ello, podría anunciarse su fallecimiento a los medios.
Sin embargo, algo falló. Nadie contó con un factor no previsto y casi inimaginable: Thomas Harvey. Este patólogo se hizo con el cerebro de Albert Einstein tras su autopsia. Finalmente ocurrió lo que el carismático físico jamás deseó: convertirse en una reliquia venerada.
El hombre que deseaba el cerebro de Einstein
En esta historia se entremezcló la casualidad y la oportunidad. Einstein falleció a los 76 años, un 18 de abril de 1955 tras la ruptura de un aneurisma de la aorta abdominal. Unos días de después se procedió a la incineración. Ahora bien, justo cuando la familia esperaba ver publicada la muerte de Albert Einstein en los medios, se sorprendieron al leer algo muy diferente. El New York Times informaba de que el cerebro del físico nuclear había sido extraído del cuerpo para su estudio.
El responsable de todo ello era un patólogo, el doctor Thomas Harvey. Se dice de él que era un gran admirador de Einstein. También que su carácter oscilaba entre el desequilibrio, la introversión más esquiva y la obsesiva meticulosidad por la ciencia. Seguramente, el que se le encargara la responsabilidad de la autopsia de Einstein fue toda una suerte para él. Una oportunidad que no desaprovechó.
La autopsia y un sótano
Extrajo el cerebro de Albert Einstein con sumo cuidado, lo pesó, lo diseccionó y lo introdujo en varios tarros. Después, lo puso a buen recaudo en el sótano de su casa. Él no era neurólogo, así que su objetivo era tan simple como ambicioso. Quería reunir a los mejores especialistas del mundo para estudiar en detalle cada área de aquel cerebro, cada fragmento, cada célula. Su objetivo era publicar los resultados cuanto antes en las más prestigiosas revistas y adquirir fama mundial.
Ahora bien, todas aquellas ansias y aspiraciones del doctor Harvey se fueron truncando. Lo primero que ocurrió fue evidente: perdió su trabajo. Se le criticó y sancionó con dureza por parte de la comunidad científica. Su prometedora carrera en Princeton quedó frustrada. Y su esposa lo abandonó. Su acción y el escabroso hecho de mantener un cerebro escondido en un sótano no le pareció ni lógico ni aún menos grato.
No obstante, por curioso que nos resulte, el único aliento que tuvo de seguir adelante con su empresa vino de parte de Hans Albert, el hijo de Einstein. Así, y aunque en un primer momento se mostró afectado e indignado, más tarde concluyó con algo que a su parecer, tenía su lógica. Einstein siempre abogó por el avance científico.
Si el análisis de aquel cerebro serviría de algo para la comunidad científica, la familia daba el visto bueno. El trabajo de Thomas Harvey podía seguir adelante.
Los resultados sobre el estudio del cerebro de Albert Einstein
Los resultados del análisis del cerebro de Albert Einstein se fueron sucediendo entre 1975 hasta la actualidad. Tras el permiso Hans Albert el panorama para Harvey cambió. Le llovieron las llamadas, las entrevistas y a instantes, hasta la fama. Los periodistas acampaban en su jardín. La revista Science estaba en contacto con él, así como los mejores neuroanatomistas del mundo.
Los 240 bloques y 12 juegos de 200 diapositivas que Harvey había creado dividiendo el cerebro de Albert Einstein, empezaron a dar resultados.
Lo que había tras el cerebro más deseado del mundo
Lo primero que llamaba la atención del cerebro de Albert Einstein era su tamaño. Era más pequeño de lo habitual.
- En 1985, la Universidad de California, Berkeley, publicó sus resultados. Las muestras eran sobre las células gliales. Estos cuerpos cerebrales actúan como soporte de las neuronas y participan en el procesamiento cerebral de la información. ¿Y qué revelaron los estudios? Que Albert Einstein tenía un menor número de células gliales, pero eran más grandes.
- En 1996, la Universidad de Alabama (Birmingham) publicó un trabajo sobre la corteza prefrontal de Einstein. Descubrieron que esa parte del cerebro responsable de la cognición espacial y el pensamiento matemático estaba más desarrollada.
- En el 2012, la antropóloga Dean Falk estudió las fotos del cerebro de Albert Einstein. Lo que identificó fue asombroso. El físico nuclear presentaba una cresta más en su lóbulo frontal medio. Normalmente, todos tenemos tres, pero Einstein disponía de una “extra”. Según los expertos, esa área se relaciona con la planificación y la memoria de trabajo.
- Sus lóbulos parietales eran asimétricos. Además, presentaba lo que se conoce como “el signo de omega” en esta área. Esa característica se relaciona con los músicos que tocan el violín y que además, son zurdos. Como Einstein.
- En el 2013 se examinó el cuerpo calloso. Dean Falk, la antropóloga antes citada, descubrió que era más grueso de lo normal. Esto, le habría permitido tener una mejor comunicación entre sus hemisferios cerebrales.
Conclusiones
Por llamativos que nos parezcan estos datos, no podemos dejar de lado un aspecto. Tal y como señaló en su día Terence Hines, un conocido neurólogo, muchos partieron de su trabajo con la idea de que estaban analizando el cerebro de un “genio”. Todos se esforzaron en ver qué particularidades excepcionales existían en el cerebro de Albert Einstein.
Ahora bien, tal y como señala el doctor Hines, cada cerebro muestra algo excepcional. Este órgano es el resultado de nuestra vida, de aquello que hacemos. Algo tan simple como tocar un instrumento o tener un trabajo creativo reorganiza cada área cerebral de un modo particular.
Así, si hay algo que caracterizaba al padre de la relatividad era su versatilidad. Además de un genio de la física, hablaba varios idiomas, tocaba distintos instrumentos y, como muchos sospechan, pudo tener incluso síndrome de Asperger. Todo ello perfiló en él un cerebro singular, menudo pero sofisticado y altamente especializado.
Ahora, el interés de la comunidad científica está en el análisis de su ADN. La veneración y ansia experimental por los restos de Einstein no parecen tener fin.