Hysteria: comedia, costumbres y feminismo
De vez en cuando, necesitamos un filme que no nos haga pensar demasiado, que nos ayude a evadirnos y que, pese a su ligereza, logre sacarnos una sonrisa. Así, sin demasiados sobresaltos, pero en tono alegre, Hysteria (2011) se presenta como la película perfecta para esas tardes de invierno en las que uno solo quiere endulzar un poco el día y dejarse seducir por la risa.
Tanya Wexler es la cineasta encargada de trasladarnos al Londres victoriano en una comedia que, aunque sencilla, explora los conflictos y la situación a la que se enfrentaban las mujeres de la época. Durante muchos siglos, la histeria femenina fue considerada un problema, una enfermedad que afectaba a un gran número de mujeres. Precisamente, durante el periodo en el que transcurre la acción, la histeria era un mal cada vez más común entre las mujeres.
En Hysteria, seguimos los pasos del joven doctor Mortimer Granville que, aunque está interesado en salvar vidas, terminará trabajando en la consulta del prestigioso doctor Dalrymple.
Allí, conocerá los secretos de la histeria femenina que, en la época, se trataban con un masaje pélvico, estimulando los órganos sexuales femeninos. Por descabellado que parezca, en aquel momento, la masturbación femenina era todavía un tabú y quedaba relegada al ámbito médico.
Mortimer Granville sufrirá una lesión que le impedirá seguir con su trabajo, por ello, inventará un aparato que le ayudará a tratar a sus pacientes: el vibrador. El tono cómico terminará combinándose con un triángulo amoroso, con tintes de comedia romántica, pero también con una crítica social profunda y latente.
¿Qué es la histeria femenina?
Hasta el siglo XX, se conocía como histeria a una serie de síntomas sin causa aparente, todo aquello que no parecía tener una explicación lógica o médica se asociaba a la histeria. Por ello, no resulta fácil dar una definición acertada, pues la histeria englobaba un sinfín de síntomas de lo más dispares. Lo que sí sabemos es que, ya en la antigüedad, solía asociarse a las mujeres y, en especial, a algún problema ginecológico.
Hipócrates se aventuró a asociarla con un desplazamiento del útero, mientras Platón encontraba sus causas en la ausencia de relaciones sexuales en las mujeres. Durante la Edad Media, la cura para la histeria era el matrimonio y, más tarde, se acudiría a un masaje pélvico que no era otra cosa que la estimulación de los genitales femeninos. Todo ello desde la prescripción médica y alejado de un punto de vista sexual.
El tratamiento de la histeria alcanzó sus cotas más altas en época victoriana. Un momento en el que “la mujer de bien” solo debía tener relaciones sexuales con la única finalidad de reproducirse. El sexo solo tenía una función, al menos, para la mujer. Este hecho propició que numerosas mujeres acudieran a consultas en las que un médico masajeaba sus genitales haciendo que alcanzasen el ‘paroxismo histérico’ (orgasmo).
Con el tiempo, Sigmund Freud aportaría una nueva perspectiva y daría nacimiento al psicoanálisis, viendo en la histeria algo que tenía más que ver con lo psicológico que con lo físico, con los traumas que con los genitales.
En Hysteria, vemos como un gran número de mujeres acomodadas acuden a la consulta del doctor Dalrymple con el fin de paliar sus síntomas. En la consulta, el médico utiliza la técnica del masaje pélvico y, posteriormente, como consecuencia de una lesión del doctor Mortimer, terminarán por aplicar su nuevo invento: el vibrador.
Hysteria es el retrato de una sociedad hipócrita, del tratamiento machista de una enfermedad que ni siquiera existía. Pero lo hace en tono cómico y amable, poniendo al espectador en la tesitura de tradición vs. progreso. Una tesitura que no solo se palpa en el tratamiento médico de la histeria, sino también en la condición de las mujeres de una época.
Hysteria: del costumbrismo a la crítica social
Hysteria cae en esa tendencia que conocemos como costumbrismo, pues bebe de la tradición de reflejar una sociedad concreta en una época determinada. Se apoya en el elemento risible al retratar a unos personajes que son siervos de su tiempo, que son, sin duda, dignos de un cuadro o hasta una caricatura de la época.
Sin embargo, las interpretaciones y el tono alegre la dotan de una ligereza agradable, de un entretenimiento puro que mantendrá la atención del espectador.
Pese a nutrirse de los personajes arquetípicos del momento, el relato está sustentado por una crítica social que no pasa desapercibida. Se apoya en unas bases que, desde la perspectiva actual, es muy susceptible de ser juzgada.
Pese a que el tema principal es la histeria femenina y la invención del primer vibrador como cura a la enfermedad, la película establece un paralelismo entre el tratamiento de la histeria y la propia condición de las mujeres. Es decir, juzga desde lo cómico esa actitud machista con la que se miraba a las mujeres diagnosticadas de histeria.
Hysteria refleja las desigualdades y la hipocresía de una época en la que toda mujer que se saliera de su rol preestablecido sería juzgada y condenada. A través de los personajes de las hijas del doctor Dalrymple, Charlotte y Emily, observamos claramente esta dicotomía entre tradición y progreso.
Mientras Emily responde a la obediencia, a ser una mujer ejemplar de su época y su estatus, Charlotte lucha por una igualdad real entre hombres y mujeres y realiza una labor que se aleja bastante de los estándares que se esperaban para una mujer de su tiempo y condición social.
Mortimer, por su parte, se enfrentará a esta dualidad a través de las dos hermanas: lo correcto sería casarse con la “perfecta” Emily, pero sus sentimientos giran en otra dirección. Igualmente, el espectador no tardará en darse cuenta de que Charlotte es bastante más feliz eligiendo su camino, que Emily obedeciendo a su padre.
Por otro lado, las mujeres de mediana edad y buena posición social que acuden a consulta suponen también un buen reflejo de las obligaciones de la época, del papel relegado a la vida doméstica y al cuidado de los hijos que la sociedad les otorgaba. Mujeres que no eran capaces de dar rienda suelta a sus deseos, de verbalizar sus traumas o sus inquietudes y que, en definitiva, eran vistas como histéricas.
Entretenimiento puro
Como venimos avanzando,Hysteria no es más que puro entretenimiento, una comedia previsible, con entresijos románticos, pero amena. Capaz de atrapar a casi cualquier espectador que no aspire a mucho más que eso, pasar un rato agradable.
No es su intención plantear la reflexión más profunda, pero sí aborda con elegancia una cuestión universal y que, por desgracia, en ocasiones, sigue siendo tabú. Esa cuestión no es otra que la masturbación femenina y todos los parches que se vienen poniendo al placer en las mujeres.
El vibrador se comercializó incluso antes que el aspirador o la plancha y, sin embargo, todavía en la actualidad resulta difícil hablar de este tipo de cuestiones. Los créditos finales de Hysteria mantienen el tono del comienzo y nos muestran, precisamente, esta universalidad que abarca a todas las mujeres de todos los tiempos y sociedades.
Por previsible que pueda parecer, no pierde el ritmo ni su esencia, la intriga no es absolutamente necesaria y el espectador sucumbe a sus encantos. A una puesta en escena que recrea perfectamente los ambientes de su tiempo, que nos sumerge entre preciosos decorados e interpretaciones verdaderamente logradas.
Sin pretender demasiado, Hysteria nos da una lección de historia -o intrahistoria-, sobre esas cuestiones que, aunque son universales, han quedado escondidas y relegadas a unos pocos. La historia parece estar escrita por hombres, pero cada vez son más las mujeres que se aventuran a llevarnos por otros terrenos.
El filme logra sacarnos una sonrisa, envolvernos en una comedia amenizada por unas mujeres de mediana edad sublimes, por unos médicos muy ligados al pasado y por mujeres que luchan por un futuro mejor. Para, finalmente, decirnos que la histeria no era nada más que una broma machista, una definición imposible ligada a los valores del pasado.