¿Por qué es importante el vínculo de apego?
Seguro que ya sabes que las relaciones con las personas de tu entorno son importantes en tu vida: tus padres, tus amigos, tu pareja… Pero ¿por qué? ¿Por qué es tan importante el vínculo de apego?
A continuación, vas a poder profundizar en las relaciones de apego que establecemos en la infancia y por qué son tan importantes en nuestro desarrollo.
La importancia del vínculo de apego
Según la teoría del psicoanalista inglés Bowlby, el apego es cualquier forma de conducta que tiene como resultado que una persona consiga la proximidad de otra que considera importante.
Durante la infancia, la prioridad para cualquier ser humano es mantener el vínculo de apego con las figuras de referencia (padre, madre u otra persona importante) a cualquier precio.
Así, si este vínculo se rompe, el niño o la niña tendrá que desarrollar estrategias para tener un equilibrio que le permita regularse emocionalmente.
Cuando llega a la adolescencia, la prioridad no solo es mantener el vínculo de apego con estas personas, sino buscar compañeros afines y elegir parejas sentimentales.
Según como hayamos aprendido a regularnos en la infancia, mostraremos cierta tendencia a repetir patrones de comportamiento determinados a la hora de relacionarnos en la adolescencia y, posteriormente, en la etapa adulta. Aprendemos a regularnos en función de nuestras relaciones primarias y de las figuras de apego.
Ahora bien, ¿qué papel tienen estas figuras?
Funciones de las figuras de apego
En términos generales, las funciones de estas figuras durante la infancia tienen como propósito la obtención de sensaciones de valía y seguridad.
Base segura
Se trata de ejercer el rol de base segura: ser una persona para el niño desde la que explorar el mundo. Así, si un padre no está bien regulado, el niño es probable que se sienta poco seguro a la hora de explorar su entorno y aprender.
Entonces, ¿cómo ser una base segura para tu hijo? Veamos ahora algunas de las características de la base segura, según propone un artículo de los profesionales Vargas y Chaskel:
- Empatía: consiste en entender al niño y ponerse en su lugar. Es muy importante que este se sienta visto por sus padres.
- Sensibilidad: se refiere a interpretar de forma adecuada qué necesita el niño o niña. ¿Necesita comer? ¿Tiene sed? ¿Le ha pasado algo mientras no estabas?
- Responsividad: es la capacidad para responder de manera adecuada a sus necesidades, sin pasarse ni por exceso ni por defecto.
- Disponibilidad: se trata de brindar la seguridad de que se va a estar presente tanto física como emocionalmente cuando el niño lo necesite.
- Validación emocional: es la capacidad de respaldar en lo emocional al niño y cuando sea necesario administrar ciertas sanciones. Por supuesto, los extremos son patológicos.
Refugio seguro
Otra de las funciones importantes de las figuras de referencia es proporcionar la sensación de refugio seguro, es decir, ser personas a las que acudir para obtener protección en caso de sentir peligro.
Por ejemplo: Mario es padre de Elena. Elena recuerda que cuando era pequeña su padre siempre estaba muy enfadado cuando volvía de trabajar. Al pedirle ayuda con los deberes, su padre reaccionaba muchas veces gritándola y enfadándose con ella.
Si los padres son figuras de amenaza o no ayudan al niño a tranquilizarse, este tendrá que buscar otras figuras u otras estrategias para conseguir regularse.
La función del refugio seguro es permitir a ese niño o niña explorar y alejarse de forma gradual de los cuidadores. Y este contexto, es muy importante el juego, ya que a través de este y la exploración, el niño aprende a crear recursos fundamentales para su autonomía emocional y física en etapas posteriores. Sin embargo, si hay miedo o amenaza, explorar y jugar resulta imposible.
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La consecuencia de no tener una base y refugio seguros
Cuando un niño aprende que su madre o su padre no son figuras de protección seguras, experimentará la necesidad de buscar mecanismos de regulación emocional alternativos. Por ejemplo: otras personas, cosas materiales o actividades que le ayuden a regularse.
En función de la interacción que haya tenido con sus cuidadores, el niño o la niña desarrolla una serie de modelos operativos internos que contienen los recuerdos, creencias, objetivos y estrategias creados en función de las experiencias pasadas.
Estos modelos serán la base en la que el niño construirá la casa en la que vivirá el resto de su vida, tanto de adolescente y como de adulto. Ahora bien, ¿qué sucede cuando los cimientos de una casa son débiles? Quizás se venga abajo, existan desperfectos o haya que hacer reformas… Pues lo mismo ocurre cuando esto nos pasa a las personas.
Si nuestros cimientos son débiles, ante cualquier contratiempo vital nos vendremos abajo o los mecanismos de adaptación no cumplirán con su función.
Entonces, ¿qué pasa cuando la madre actúa de una manera y el padre de otra? La relación de apego que se establece con cada figura puede ser diferente. Los modelos operativos anteriores pueden variar de un cuidador a otro.
Por ejemplo: un niño puede sentirse muy seguro en la relación con su madre y sentir miedo hacia su padre. También se pueden tener modelos y relaciones de apego diferentes hacia otras figuras importantes: un tío, una abuela, un profesor, etc.
Con todo lo ya descrito, podemos preguntarnos si todo esto se puede modificar. Y la respuesta es sí. Los modelos internos no son rígidos e inflexibles, sino que pueden modificarse en función de las figuras de apego que conocemos a lo largo de la vida.
Por supuesto, es importante mencionar que, en ocasiones, las formas de relacionarse con los demás y con uno mismo, las creencias y las estrategias de regulación puede ser fuente de conflicto y malestar. En estos caso, es recomendable realizar terapia psicológica para aprender maneras alternativas de gestionar este tipo de situaciones.
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