Inca Garcilaso, padre de las letras peruanas
En recuerdo del día 23 de Abril de 1616 celebramos, en esa misma fecha, el Día Internacional del Libro. En contra de los que dicta la tradición, lo cierto es que Miguel de Cervantes falleció un día antes y el 23 se celebró su entierro. Por su parte William Shakespeare murió un 23 de Abril, pero del calendario juliano utilizado en las Islas Británicas en aquella época, que en nuestro cómputo actual sería el 3 de Mayo. Hubo sin embargo un prominente autor que sí pereció este día, el peruano Inca Garcilaso de la Vega.
Nacido de un conquistador español de la nobleza extremeña y una princesa Inca de la familia de Huayna Cápac y Túpac Yupanqui, fue bautizado como Gómez Suárez de Figueroa. Su cambio de nombre tuvo relación también con sus antepasados.
No solo descendía de familias de gobernantes y guerreros, sino también de grandes escritores como Jorge Manrique, el marqués de Santillana y Garcilaso de la Vega. De la unión de su célebre antecesor y su conciencia americana llegó su firma: Inca Garcilaso de la Vega.
La juventud del Inca Garcilaso
Pese a sus orígenes ilustres, la época en la que nació fue en su contra. Su padre acompañó a hombres famosos como Alvarado, Cortés o los hermanos Pizarro y fue uno de los primeros españoles en América.
En este momento, los matrimonios con las gentes del Nuevo Mundo aún no estaban regulados y esto condenó al Inca Garcilaso a la ilegitimidad, al menos temporalmente. Pese a todo, recibió la educación más esmerada de Cuzco, junto a otros hijos ilegítimos de grandes familias. Probablemente en este tiempo nació su amor por las letras.
Ya en 1560, a sus 21 años, emprendió el viaje inverso al de su padre. Siguiendo la carrera militar, combatió en Italia como capitán y ayudo a sofocar algunas revueltas moriscas en Granada. Su paso por Italia le permitió conocer al filósofo neoplatónico León Hebreo, de quien tradujo sus Diálogos de amor.
Tal vez fue este primer contacto con la escritura, o la decepción por la dificultad que se encontró para ascender en la carrera militar siendo mestizo, lo que le llevó a iniciar una nueva vida.
El mestizo Inca Garcilaso
Tras sobrevivir a sus aventuras militares se estableció en Montilla, Córdoba. Es en este momento cuando se convirtió en uno de los cronistas más peculiares de cuantos practicaron el castellano. Por parte de su padre, y por su propia experiencia, conocía muchos de los hechos acaecidos en la temprana conquista del Imperio Inca.
En su estancia en Europa tuvo noticias también de las primeras andanzas de los hombres de Hernando de Soto en La Florida. En estas materias nada lo diferenciaba de sus colegas, pero él tenía una ventaja añadida, era un mestizo.
De su madre, el Inca Garcilaso aprendió también la gloriosa historia del Perú antes de su conquista. La misma condición que tantas trabas le había supuesto es irónicamente la que nos ha hecho recordarlo.
Pocos autores han sido capaces de recoger el romántico heroísmo, rayando la locura, que dirigió las empresas de los exploradores castellanos. No cabe duda de que la buena épica ha de contar con buenas dosis de tragedia, y trágica es la visión de la América precolombina del Inca Garcilaso. Trágica, pero no menos memorable.
“Trocósenos el reinar en vasallaje”.
-Garcilaso de la Vega-
Padre de Iberoamérica
La suerte hizo a Inca Garcilaso un pionero. No fue el primero de los mestizos americanos, pero sí el primero que podemos reconocer como mestizo cultural.
En su obra histórica, entiende el pasado de los dos pueblos en conflicto como su propio pasado, pues en buena parte lo era. No se muestra como hijo de vencedores ni vencidos, sino como orgulloso vástago de ambos.
El alma contradictoria, pero a la vez compatible, de su obra es el alma del pueblo que estaba naciendo en todos los territorios de las Españas, especialmente en la de ultramar, es el alma de la Hispanidad.
La obra del Inca Garcilaso
Reducir su obra a su planteamiento novedoso sería tratarla como una mera curiosidad. Inca Garcilaso cultivó una prosa digna de compararse con las mejores del Siglo de Oro. No en vano, conoció personalmente a Góngora y Cervantes, lo que seguramente acrecentó su amor a sus raíces peninsulares y recibió una esmerada formación.
La avanzada edad con la que comenzó sus principales obras también condicionó su estilo conservador y retrospectivo. Su gusto por la filosofía otorga a sus escritos una dimensión trascendental.
Su ser mestizo, dramático a lo largo de su vida, fue en su ancianidad un orgullo, tal como él lo describía. Ciertamente su vida es una metáfora excelente de la América Hispana, como esta pudo disfrutar antes de su muerte del reconocimiento señorial que merecía por derecho. El castellano celebra a dos de sus próceres el 23 de Abril.
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- Sánchez, Luis Alberto (1993) Garcilaso Inca de la Vega: Primer Criollo.
- Mataix, Remedios, Apunte biobibliográfico Inca Garcilaso de la Vega.