Inteligencia espiritual: la búsqueda de un propósito mediante la calma interna
La inteligencia espiritual tiene como propósito dotarnos de un sentido de trascendencia, de un objetivo vital que va más allá del simple materialismo. Es asumir ese tipo de filosofía que ya defendió Viktor Frankl en su momento, ahí donde poder sentirnos satisfechos al hallar nuestro significado en esta compleja realidad, una meta que solo se alcanza a través de la calma interna, del equilibrio personal.
Desde que Daniel Goleman popularizara en los años 90 el concepto de inteligencia emocional, ese movimiento por concebir de un modo más amplio todos nuestros procesos cognitivos, abstractos e intelectuales que orquestan nuestra mente no ha hecho más que crecer. El tema como tal no está exento de cierta polémica, sobre todo desde que Howard Gardner, psicólogo norteamericano de la Universidad de Harvard, defendió otro concepto de inteligencia.
La inteligencia espiritual incluye a su vez la inteligencia racional y emocional para trascenderlas, para mejorar nuestro desarrollo y nuestra conexión con nosotros mismos y los demás.
Hablamos, cómo no, de la idea de las inteligencias múltiples. Atrás quedaban esos modelos factoriales y esas aptitudes mentales que podían ser cuantificadas mediante pruebas psicométricas. Gardner nos habló de una serie de áreas, de potencialidades en las que cada uno de nosotros podemos destacar en mayor o menor grado. Así, entre esos 8 tipos de inteligencias pensó en añadir un novena, una a la que bautizó con el nombre de inteligencia espiritual.
Ahora bien, en su momento fue consciente de la falta de evidencia científica para demostrar dicha competencia y prefirió no incluirla. Sin embargo, son muchos los filósofos y psicólogos como Robert Emmons o Danah Zohar que abogan por incluirla en la lista, por situar el reconocimiento de esa competencia como un paso más de nuestra realización humana.
¿Qué es la inteligencia espiritual?
Quizás te suene Abraham Maslow y su pirámide de necesidades. Pues bien, Maslow realizó varias correcciones de su propuesta y una de ellas fue la referente a esa necesidad que coronaba la cúspide. Finalmente se dio cuenta de un aspecto: era esencial que las personas aspiraran a la “autorrealización”, entendida como un estado espiritual donde la persona emane creatividad, tolerancia y sabiduría.
Se trataba de un estado en el que la persona se encuentra más cerca de hallar un propósito vital, ese que le confiere sentido y donde a su vez, su potencial esté también conectado a los demás para generar en ellos un bien.
Por otro lado, en nuestra sociedad muchas personas acaban practicando eso que se conoce como “materialismo espiritual”. Buscan en filosofías, como el budismo, el mindfulness o el yoga un modo de realizarse, como quien sigue al pie de la letra una receta de cocina, pero para alimentarse a sí mismo, derivando así en una auténtica tiranía del ego.
La inteligencia espiritual no busca ni mucho menos alimentar el ego. No aspira a esa realización personal donde todo lo aprendido acabe revertiendo en uno mismo. Es hallar un propósito vital y estar en armonía con nosotros mismos para poder llegar mejor a los demás. Es conectar desde la empatía, desde esa apertura de quien está bien consigo mismo para dar lo mejor de uno a su entorno.
Los 12 principios de la inteligencia espiritual
Danah Zohar es física, f ilosofía en el MIT y psicóloga en la Universidad de Harvard. Muchas voces la consideran como una de las mejores pensadoras de la actualidad y es, a su vez, una de las pioneras en promover la aceptación de la inteligencia espiritual como una competencia más en la que trabajar.
Fue precisamente en el año 2000 cuando publicó el libro “Connecting With Our Spiritual Intelligence” con un fin muy concreto: delimitar y concretar los principios que orquestan este tipo de inteligencia.
Son los siguientes:
- Desarrollar una conciencia de nosotros mismos. Saber cuáles son nuestros valores, en qué creemos, qué nos define.
- Aprender a ser receptivos a lo que nos envuelve mediante una adecuada calma interna, mediante ese equilibrio libre de miedos, pensamientos obsesivos, preocupaciones…
- Actuar a partir de nuestros principios y asumir las consecuencias.
- Tener un sentido de pertenencia, saber conectar a lo que nos envuelve
- Cultivar la compasión y la empatía.
- Valorar a las personas por lo que son, aceptando aquello que nos diferencia.
- Atrevernos a defender nuestras convicciones y valores.
- Ser humildes.
- No tener miedo a hacer preguntas, a llegar al por qué de las cosas.
- Tener perspectiva y sentido crítico.
- Desarrollar una adecuada resiliencia
- Tener vocación hacia algo.
¿Qué utilidad “real” tiene la inteligencia espiritual?
Autores como Howard Gardner, la propia Danah Zohar y Robert Emmons afirman que la inteligencia espiritual les permite percibir conexiones más significativas entre la vida cotidiana y las propias preocupaciones. Es un modo, a su parecer, de resolver mejor los problemas al tener claros nuestros propósitos. Nos evita poner atención en aspectos que no valen la pena y trabajar en aquello que tiene un sentido, aquello que nos permite invertir en una felicidad más real.
Sin embargo, no falta esa visión más crítica que nos advierte de algo que podemos o no considerar. Pensar de modo espiritual resta objetividad a los procesos cognitivos. Nos haría ver la realidad desde una perspectiva demasiado subjetiva y, de algún modo, nos impediría resolver problemas de un modo más objetivo dada la gran complejidad que define a cualquiera de nuestros escenarios.
Sea como sea, el tema de la inteligencia espiritual (al igual que la teoría de las inteligencias múltiples) sigue acompañada de esa polémica donde siempre hallaremos más contras que pros. No obstante, no podemos dejar de lado el interés que suscita para el campo del crecimiento personal. Al fin y al cabo, nada puede ser más relevante para el ser humano que hallar un propósito vital y ser fiel a ese objetivo, ser congruente con las propias creencias.