La casa imperfecta, un cuento sobre la desidia
La historia de la casa imperfecta cuenta que había una vez un hombre de modestos ingresos que tenía esperanza; es decir, que imaginaba un futuro mejor. El buen hombre realizaba cualquier actividad, por dura que fuera. Trabajaba con disciplina y poco descanso. Solo quería tener mayores ingresos y una vida cómoda para su familia. Así comienza este cuento sobre la desidia.
Los trabajos que conseguía este hombre estaban, por lo general, muy mal pagos. Además, todos eran transitorios. Así que durante un mes tenía trabajo, pero luego pasaba dos o tres meses sin nada que hacer. Por lo tanto, las notas predominantes en su familia eran la escasez y las dificultades económicas.
Dice el cuento sobre la desidia que la esposa de aquel hombre renegaba todos los días por la situación. Siempre recriminaba a su marido por no obtener suficientes ingresos para el hogar. Casi no tenían qué comer y jamás podían comprar ropa u otros bienes esenciales. El buen hombre de nuestra historia vivía triste y angustiado.
“Existe mucha diferencia entre vivir con sencillez y vivir con descuido”.
-Séneca-
Una oportunidad de mejora
Según el cuento sobre la desidia, una vez llegó al lugar un gran empresario que abrió una gran fábrica de muebles. Necesitaba muchos empleados y el hombre de nuestra historia fue el primero en postularse para ocupar uno de los puestos. Tenía la esperanza de que por fin su vida fuera justa y recompensara su esfuerzo.
Aunque el hombre poseía pocos conocimientos, el contratista vio que era una persona decente, deseosa de trabajar y dispuesta a esforzarse. Por eso decidió llamarlo para que formara parte de la empresa , con un salario mejor que el de sus anteriores trabajos.
El hombre del cuento sobre la desidia estaba tan feliz, que no cabía en sí mismo. Su esposa también se alegró y desde entonces comenzó una nueva etapa para ellos. Ahora siempre había comida en la despensa y los chicos podían ir a estudiar sin pasar por tantas necesidades.
Un cambio inesperado
El hombre de nuestra historia procuraba realizar su labor de la manera más perfecta posible. Así que pronto pasó de ser ayudante a ocupar el cargo de carpintero principal. De hecho, en su casa comenzó a haber abundancia y con ella vino el despilfarro. La familia ya no compraba solamente lo necesario, sino que llegaron a adquirir unos muebles suntuosos que, definitivamente, no hacían juego con la humilde vivienda.
Sin embargo, dice el cuento sobre la desidia que un día el gran empresario decidió que su negocio no le daba todas las ganancias que él esperaba. Entonces resolvió acabar con la fábrica y montar un negocio en otro lugar. Así como llegó, así se fue. La familia de nuestra historia volvió a la etapa de mirar cada céntimo que gastaba. Pese a todo, esta vez el buen hombre consiguió pronto un nuevo trabajo. Sería albañil en una compañía de construcción en donde ganaría un salario modesto.
La esposa y los hijos, que ya estaban acostumbrados a una vida mejor, culparon al hombre. Ya estaban acostumbrados a una vida más cómoda y no querían menos. Así que el hombre fue a hablar con su jefe y le solicitó un aumento de suelo. Este le explicó que era imposible, pero que si trabajaba con ahínco y disciplina aumentaría la probabilidad de que viera aumentada su nómina.
El desenlace del cuento sobre la desidia
El buen hombre le comentó a su familia lo que había hablado con su jefe y ellos se mostraron molestos. Le recordaron que en la fábrica de muebles había trabajado con esmero y al final solo había conseguido que lo dejaran en la calle. Debía tomar experiencia de esto y dar el mínimo posible. Al fin y al cabo, en cualquier momento volverían a dejarlo sin trabajo.
Al principio, el hombre de nuestra historia no hizo caso de lo que le decían. Sin embargo, con el tiempo esas palabras comenzaron a hacer mella en él. Era verdad, ¿de qué servía esforzarse tanto si al final la retribución sería la de siempre? Desde ese momento empezó a bajar su nivel de esfuerzo. Hacía las casas empleando los peores materiales y construyendo sin atención a los detalles.
Así trabajó por muchos años, hasta que llegó el momento de su jubilación. Le anunció a su jefe que se iba a retirar, pero este le pidió que, por favor, hiciera una última casa. Con desgana y sin interés, construyó esa última vivienda, pensando solo en el momento en que ya no tendría que trabajar. Cuando terminó, su jefe fue a revisar la construcción y al final le entregó las llaves: “Esta es tu casa”, le dijo.
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- Díaz, G. (1987). Cómo tirar la casa por la ventana, de la desidia. Chile Vive: memoria activa, 34-37.